martes, 3 de septiembre de 2013

Tripulación: a remar



La vida está llena de encrucijadas y dilemas. Si lanzamos la mirada hacia atrás seguramente podremos advertir algunos de estos acontecimientos, sobre todo aquellos que han tenido consecuencias determinantes en el rumbo de nuestras vidas. Pero si rascamos un poco la superficie, seguramente también nos vamos a encontrar muchos otros que ocurrieron sin que nos diéramos cuenta de su existencia y, mucho menos, de sus efectos posteriores sobre lo que hicimos o sobre lo que llegamos a ser.

Hay acontecimientos a los que no damos importancia porque pensamos que nada tienen que ver con nosotros. Por la lejanía en el espacio y en el tiempo; sin embargo, ya hace muchos siglos, Terencio, un autor de comedias de la antigua Roma, decía que nada que fuera humano le resultaba ajeno. Si eso lo afirmaba con extraordinaria clarividencia alguien que vivió antes del inicio de la llamada era cristiana, ¿cómo ignorarlo hoy, en la era de la globalización, con países y regiones extremadamente integradas por el comercio, las finanzas, las comunicaciones y los intercambios culturales?

Se dice que Margaret Thatcher, la ex premier británica ya fallecida, afirmó que la sociedad no existía como tal, que lo que existían eran agregados de individualidades sin mayor conexión. Por supuesto que eran los tiempos no muy lejanos del auge del neoliberalismo, que favorecía la ideología del individualismo, del logro personal y de la salvación como un acto despojado de cualquier lazo comunitario. Una forma de pensar que contradice la realidad, pero que todavía prevalece en sectores importantes de nuestra población, sobre todo en personas menores de cuarenta años, que crecieron bajo la sombra de esa ideología.

Lo cierto es que vivimos en intensa relación con otras personas, en el seno de grupos humanos y comunidades de extensión variable, con amplia comunicación con el resto del mundo. Lo que pasa en algún lugar de la zona sur de Costa Rica, en otro país centroamericano, en Siria o en Egipto, tiene necesariamente que afectarnos. Y esto no es pura habladuría. Si hay guerra en el medio oriente, para poner un ejemplo trillado, el mercado del crudo se moverá y el precio de la gasolina va a aumentar.

Así que, ya sea que lo aceptemos o que lo neguemos, el hecho es que los entornos sociales, económicos y políticos en los que nos ha tocado vivir han terminado por empujarnos, individualmente y como conjunto, hacia senderos que tal vez no hubiéramos recorrido si las circunstancias hubieran sido otras. Incluso si el razonamiento hubiera prevalecido por encima de nuestra ignorancia o nuestra inconsciencia cotidiana.

Hoy como país estamos pasando por un mal momento. No vamos a salir de él si prevalecen las soluciones individuales, el “sálvese quien pueda”, sin clara conciencia de que estamos en el mismo barco, como parte de una singular flotilla, en un océano muy agitado. ¡Así que tripulación, todas y todos a remar!

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