sábado, 21 de diciembre de 2013

Orquestaciones



Orquestaciones o montajes, con verdades a medias y mentiras y exageraciones, son esperables en tiempos de campaña electoral.  Todo tipo de triquiñuela se vale con el fin de recolectar votos, sobre todo en una elección que se supone reñida. 

Es un mecanismo usado por algunos partidos, cuyo éxito depende de varios elementos, entre ellos la confianza que le merezca al grueso del electorado la fuente donde se origina el montaje.  Porque impresionar a un electorado no es cosa fácil en los tiempos que corren, donde la información que circula por canales no convencionales, como las redes sociales, puede rápidamente derribar historias supuestamente muy bien construidas. Recuerden lo que pasó en España en las elecciones de marzo de 2004.

Lo que si resulta extraño a pocas semanas de las elecciones, es la irrupción de acciones como la emprendida por el Ministerio Público contra el extesorero del PAC por aparente estafa y el uso de documento falso.  Delitos en que supuestamente incurrió durante la campaña electoral de hace cuatro años, pero que no es sino hasta ahora que se formalizan las acusaciones.  ¿Por qué precisamente en este momento, a puertas de las elecciones? Si esperaron tanto tiempo para presentar el caso, bien pudieron haber aguantado unas semanas más, para que no oliera a montaje contra el PAC.

La lentitud con que se trabaja en el plano de las denuncias por hechos irregulares en el uso de dineros por los partidos políticos es realmente alarmante.  No puede ser que el TSE y el Ministerio Público duren tanto tiempo en preparar los casos.  Hay que recordar que muchas de las supuestas irregularidades se le pasaron a las instancias correspondientes del TSE, que habían dado por buenos los informes presentados por los partidos.  Es una situación que no debe repetirse.

La acción del Ministerio Público y una denuncia hecha por una televisora contra un candidato a diputado del PAC se han presentado precisamente cuando la “veda” electoral había comenzado, dejando al Partido señalado sin posibilidades de salir abiertamente a defenderse, porque podría ser acusado de cometer un delito electoral.

Dicho sea de paso, valdría la pena preguntarse por la funcionalidad de la “veda electoral” que corresponde a una Costa Rica más aldeana, donde la propaganda política nos ahogaba y las pasiones se desbordaban fácilmente, razón por la cual convenía el silencio por unos cuantos días.  Pero en las circunstancias que vivimos, la ecuanimidad del electorado la hace innecesaria y quizás habría que pensar en eliminarla.  Además, en plena veda los medios continúan con entrevistas a candidatos y otras informaciones políticas, y en las redes sociales la vida sigue igual.

Me alejo por unas semanas.  Les deseo felices fiestas; ojalá puedan encontrar espacio para la reflexión, a fin de que regresen con ideas claras y con el ánimo apropiado para sobrevivir en el agitado mes de enero que nos espera y en el complicado 2014.

lunes, 16 de diciembre de 2013

¿Sin novedad en el frente?



Sigo oyendo lamentos sobre la frialdad de la campaña electoral.  Me parece que quienes los hacen están en grave peligro de convertirse en estatuas de sal, como dicen que le sucedió a la esposa del personaje bíblico Lot.  Por estar mirando hacia atrás, por supuesto.

Se pueden estar perdiendo las novedades de esta campaña, que quizás estén marcando rutas para las próximas.  En primer lugar, la mayoría de los potenciales electores ha mostrado una prudencia digna de admirar.  Prudencia que no se debe confundir con desinterés, pero que tiene desconcertados a los estrategas de algunos partidos que no están entendiendo los signos de los tiempos, y siguen insistiendo en repetir fórmulas propagandísticas apropiadas para los años setenta u ochenta del siglo pasado.  Una ciudadanía más informada y más crítica no se mueve con videos donde los candidatos pronuncien alguna frase que se les antoja genial, acompañadas de las tomas de doñitas que miran embelesadas a los candidatos, de chiquitos besados y ancianos abrazados, con el fondo musical de alguna vacía “cancioneta”.

El fin de semana pasado estuve en algunos lugares de Guanacaste.  No vi banderas ni tampoco pegatinas o “stickers” en los carros.  Solo un par de vallas con propaganda de Araya.  Para los turistas extranjeros que deambulan por la Provincia, no hay ningún indicador que les haga pensar que estamos a poco menos de mes y medio de unas elecciones.  Si se les informara tal vez no se sorprenderían, porque en muchos países así es como se desarrollan las campañas electorales: en medio de la recogida quietud ciudadana.

Una segunda novedad:  el fenómeno José María Villalta.  Inimaginable hasta hace algunos meses el éxito obtenido por este candidato en la primera fase de la campaña.  Al parecer Villalta, independientemente de sus posiciones ideológicas, se ha convertido en el vocero de una gran masa de costarricenses, muchos de ellos jóvenes menores de 35 años, que están hartos de la corrupción, de las promesas incumplidas, de la ineficiencia y de la arrogancia de una generación de políticos y políticas que perdieron la brújula y se dedicaron a disfrutar de las mieles del poder.  Villalta hace lo que a muchos les gustaría hacer:  enfrentar con valentía, cara a cara, a muchos de los que son responsables de la situación actual.  No sé si va a lograr mantenerse en el lugar en que está, porque va a tener que enfrentar un tsunami, pero hoy por hoy es el “buque insignia” del ataque contra el gobierno, el PLN y el orden reinante.

Lo tercero:  el éxito mediático de las candidatas a las vicepresidencias, que aparecen casi diariamente en alguna comparecencia pública, mientras que los hombres candidatos a cargos similares han sido relegados a un segundo plano.  Poco se oye de ellos y hasta donde tengo noticias, no se han organizado comparecencias públicas especiales para ellos.

Hay más novedades pero tengo que terminar aquí.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Transvase



Según el diccionario de la Real Academia Española, transvasar es “pasar un líquido de un recipiente a otro”.  Hablando metafóricamente, algo similar está pasando con las pertenencias y opciones político partidarias de buena parte de las y los costarricenses.

La reciente encuesta de la firma UNIMER para el diario La Nación, que ha dejado turulato a más de uno, arroja unos resultados que muestran un complicado ajedrez electoral.  En la encuesta de marras se hizo un ejercicio interesante:  se preguntó a las personas que manifestaron abierta simpatía por alguno de los tres candidatos que aparecen en los primeros lugares, cómo habían votado en las elecciones de 2010.

En el caso de los simpatizantes de Araya, el 55% de sus actuales seguidores afirmó haber votado por Liberación Nacional en esas elecciones.  Es decir, que se trata del voto duro de ese Partido, que se mantiene fiel independientemente de quién es el candidato.  Son como los últimos mohicanos de la historia, dispuestos a perecer con su tribu.  Quizás esta sea una de las debilidades de esa candidatura:  no ha logrado atraer suficientes votantes de otras tiendas.

La composición de los apoyos del Frente Amplio y su candidato Villalta, es muy variada:  18% fueron votantes del PLN, 31% del PAC, 13% del Movimiento Libertario y 15% de nuevos votantes.  Esta migración explica en parte la situación que enfrenta la candidatura de Luis Guillermo Solís, a quién le están haciendo falta los votos que fueron a dar al FA para estar en un mejor lugar en la tabla de posiciones.

Los simpatizantes actuales del Movimiento Libertario proceden en sus mayoría de sus mismas tiendas:  40%.  El resto procede de unos pocos votantes del PAC en 2010, del PLN y de personas jóvenes que votan por primera vez.

Ha ocurrido entonces un transvase, fenómeno que ha ido acompañado de un movimiento similar de figuras políticas que han cambiado de partido.  Tres diputados del ML le dieron su apoyo a Araya; igual hicieron los tres diputados del PASE y Luis Fishman del PUSC.  Ana Helena Chacón, quien fue diputada del PUSC, tiendas que abandonó a raíz del escándalo de los expresidentes para fundar con otros el Partido Centro Democrático y Social, pasó a engrosar la planilla presidencial del PAC, y Jorge Arguedas, quien fue militante de ese Partido en 2010, ahora compite por el segundo lugar por San José, como candidato del Frente Amplio.  Muchos otros traslados han ocurrido en todos los niveles del liderazgo político, que no pueden ser consignados aquí.

Esos cambios no deben sorprendernos.  Estamos en presencia de un reacomodo de fuerzas políticas en todos los niveles, que seguramente trastocará aún más el panorama electoral para el 2018.  Por eso parece que está fuera de lugar la aversión con la que Ottón Solís y algunos seguidores puristas del PAC miran la candidatura de Ana Helena Chacón.  No están entendiendo, o no quieren hacerlo, el variable escenario político actual.

martes, 3 de diciembre de 2013

¡Bajen las banderas!



“Bajen las banderas, bajen las banderas aunque sea para verles”, pedía un conocido político de la época, entre condescendiente y fastidiado, a la muchedumbre que las hacía ondear frenéticamente al pie de la tribuna donde iba a pronunciar uno de los tantos discursos de plaza pública de la campaña electoral de 1970. 

Cuarenta y pico años después ningún candidato tiene que hacer ese pedido, porque ya no se reúnen fácilmente muchedumbres como las de antaño y porque si se logran reunir unos pocos cientos de partidarios ya no hay mares de banderas que ondean, ahí y en los techos de las casas.  Uno de los muchos cambios que se han venido produciendo a lo largo de las últimas cuatro o cinco campañas electorales, hasta llegar a la actual, que algunos califican como “fría”.

En los análisis de quienes así lo hacen se siente un fuerte tufo a nostalgia por una época ida.  Se añora la algarabía, los pitos de los autos, las banderas, el griterío de las gentes y hasta los garrotazos que se propinaban las fuerzas de choque de uno y otro partido, a veces con el resultado de algunos lesionados de gravedad.  En fin el carnaval tico que se celebraba cada cuatro años y que era mostrado ante el mundo como la expresión máxima del fervor democrático.  Todo eso quedó atrás.

Era cuando íbamos a votar sin mayor conciencia sobre lo que hacíamos, sin interrogarnos mucho sobre el partido y el candidato, guiados por las tradiciones familiares que dividían al mundo de una manera muy simple:  los buenos, entre los que nos contábamos, y los malos que se situaban al frente.  Hasta que empezamos a darnos cuenta que no todos los buenos estaban en este lado y no todos los malos en el otro. 

Fue cuando los dos partidos que dominaban la escena política nacional comenzaron a parecerse demasiado, ambos empujando en la dirección del mercado y en el reemplazo a troche y moche de la acción estatal por la iniciativa privada.  Fue cuando abandonaron los ideales de la solidaridad social y se llenaron de trepadores y de ambiciosos sin escrúpulos, que coparon los cargos de elección popular; fue cuando la política se convirtió en un negocio y la corrupción alcanzó niveles hasta entonces desconocidos.

Todo eso se ha acentuado en los últimos años, con un resultado que me parece positivo.  El grueso electorado ya no se mueve tan fácilmente como antes; prefiere mantenerse a la expectativa, observando con atención lo que dicen y hacen los candidatos, sin dar indicios claros de sus preferencias.  Si los estrategas de campaña piensan que los van a mover con base en novedosos cortos de televisión, pueden llevarse un chasco el 2 de febrero próximo.  Porque seguramente buena parte de esa masa de indecisos decidirá votar a última hora.  ¿Por quién lo hará?

No añoro la vieja política; disfruto mucho de lo que está pasando.