martes, 25 de septiembre de 2012

¿Qué se juega en el 2014?



Los recientes anuncios de alianzas entre aspirantes a la candidatura del Partido Liberación Nacional ha puesto nuevamente en evidencia el desierto de ideas por el que atraviesa la política doméstica. Las alianzas se hacen para impulsar a uno o para parar a otro, pero sin que queden claras las diferencias en planteamientos sobre lo que se debe hacer en el país.
Unos y otros hablan de sueños a realizar, de recuperación de banderas caídas y de propuestas de política pública que no se explicitan; pero todos evitan pronunciarse sobre lo que sucede en la actualidad en el país y en el mundo, y sobre la gestión que realiza el presente gobierno liberacionista. Ni lo defienden ni lo atacan; simplemente lo ignoran, como si no existiera.

El terreno opositor replica lo que sucede dentro del PLN. Se habla de la necesidad de una coalición para frenar a ese partido en las próximas elecciones, pero con partidos quebrantados y sin ideas claras sobre qué hacer ni liderazgos capaces de aglutinar el descontento popular. No es posible armar nada con partidos y personajes políticos incapaces de leer e interpretar adecuadamente las señales que emiten la realidad social del país y el entorno internacional.

Este panorama contrasta fuertemente con lo que sucede en otras latitudes, donde las soluciones que se han planteado para enfrentar la crisis que se vive a lo largo y ancho del planeta han provocado un debate fuertemente ideológico. Frente a las recetas harto conocidas de restricción del gasto público y privatización de la institucionalidad estatal, que trajo consigo la época neoliberal, otras posibilidades se han planteado, reviviendo la antigua discusión sobre el sentido de la vida en sociedad, sobre la política, sobre el papel del estado, sobre la democracia, sobre la participación ciudadana y sobre muchos otros asuntos que habían dejado de figurar en las discusiones públicas.

En Europa el debate se desarrolla en torno a las duras medidas impuestas a países como Grecia, España e Italia, que amenazan con traerse abajo las instituciones de bienestar social, que elevaron sustancialmente el nivel de vida de la mayoría de los habitantes de esos países. En Estados Unidos, la actual campaña electoral ha dejado muy en claro las posiciones y la división ideológica existente entre demócratas y republicanos. Dos formas de entender los Estados Unidos se han enfrentado con vistas a las elecciones de noviembre próximo y está por verse como se pronunciará finalmente la ciudadanía.

En Costa Rica, sin embargo, ese debate no parece haber llegado a la política y menos ha calado en las preocupaciones ciudadanas. Enfrascados en lo puramente anecdótico, lo esencial se nos escapa y las oportunidades se desperdician. Así que seguramente poco podemos esperar de las elecciones de 2014 en términos de cambio, salvo que ocurra un terremoto político que destruya las estructuras que están obstaculizando el salto hacia adelante.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Antivalores


Un artículo reciente de la filósofa valenciana Adela Cortina, en el madrileño diario El País, me ha hecho volver a cavilar en torno al viejo problema del cambio social. ¿Cómo puede una sociedad encaminarse hacia nuevos horizontes de bienestar social, de tolerancia, de solidaridad y de libertad, si en su interior las fuerzas que empujan en otra dirección son las dominantes?
 
En su artículo Adela Cortina dice que "No parece que nuestras sociedades crean de verdad que los seres humanos tienen dignidad, y no un simple precio, ni que la libertad, la igualdad y el apoyo mutuo sean superiores a sus contrarios. No parecen creerlo porque no lo hacen, las realizaciones no concuerdan con las declaraciones, del dicho al hecho hay un inmenso trecho". Y lleva razón, porque las lamentaciones sobre la pérdida de valores se quedan en eso, en lamentaciones, ante la escasa posibilidad de contrarrestar la avalancha de mensajes que abierta o encubiertamente predican lo que catalogamos como antivalores, desde nuestro punto de vista.

En otras palabras, que mientras nos mesamos los cabellos supuestamente horrorizados ante los avances del consumo de drogas, la presencia de narcotraficantes y la extensión de la corrupción, por el otro empujamos un modelo de sociedad donde lo individual se sitúa por encima de lo colectivo, y donde se incentivan valores como el éxito económico y su logro rápido, sin importar mucho los medios para alcanzarlo. Una sociedad basada en el consumo indiscriminado de todo tipo de productos materiales y culturales, la mayoría de estos últimos construidos de arriba abajo a través de los llamados “mass media”, fundamentalmente la televisión, con la ayuda ahora, de internet y de las redes sociales. Una sociedad que fomenta la idolatría de deportistas y personajes del mundo del espectáculo, que son presentados como símbolos de la buena vida; que fomenta el culto a la moda y al cuerpo, que desprecia la filosofía y que busca unificar las formas de pensamiento y de comportamiento, sobre todo de las nuevas generaciones.

No se trata de afirmar que todo lo viejo es bueno y todo lo nuevo es malo; pero hay valores que provienen de siglos de convivencia humana, que habría que preservar frente a la ofensiva de los antivalores. Valores que han probado ser valiosos para el ejercicio cotidiano de la vida en sociedad. Preservarlos no es solamente asunto de programas de educación destinados a convencer a las nuevas generaciones de su bondad. Esos programas ayudan, pero se necesita mucho más que eso, porque como lo afirma la citada Adela Cortina, “…la debilidad y la fuerza de la moral vienen de que son las personas mismas las que han de estar convencidas de que los seres humanos son dignos de una vida buena, de que hay valores que es necesario encarnar en la vida cotidiana”.

¿Es posible alcanzar ese convencimiento en medio de esta sociedad individualista y consumista?

martes, 11 de septiembre de 2012

El control político

En estos tiempos en los que tanto se habla de ingobernabilidad y tanto se predica sobre la necesidad de eliminar controles para las administraciones, conviene recordar que en el origen de toda esta historia está la necesidad de vigilar el poder político, debido a los abusos cometidos por los soberanos absolutistas y todo tipo de tiranos, en perjuicio de los gobernados.  El poder absoluto, como lo señaló el historiador británico Lord Acton, tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.  Conviene, por tanto, ponerle controles razonables.

La división de poderes es una forma de evitar la concentración del poder político.  Así no solamente se limita el poder individual, sino que, como lo señalaba el Barón de Montesquieu, uno de sus principales teóricos, el control se logra porque “…el poder detiene al poder”.

Por eso es importante que en una sociedad democrática exista no solamente la división de poderes, sino que también ésta funcione, para evitar que individuos y grupos puedan controlar en forma absoluta el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial.  Ese peligro siempre está presente y la mejor forma de impedirlo es una ciudadanía consciente y alerta, que use las elecciones sabiamente, haciendo caso omiso de los llamados de candidatos y candidatas a votar acríticamente por una sola opción partidaria.

Dentro de nuestro sistema, la Asamblea Legislativa cumple un papel fundamental en el control político; pero por ignorancia, incomprensión, incapacidad o complicidad, buena parte de diputados y diputadas, sobre todo de oposición, malgastan la posibilidad de ejercer control sobre los otros poderes de la República.  Control político no es solamente pronunciar encendidos discursos en plenario o en comisiones, con base en suposiciones o medias verdades.  Tampoco se trata de hacer catarsis. Un adecuado control político solamente puede hacerse si se investigan a fondo indicios o denuncias, y se estudian con profundidad propuestas y documentos.

Me temo que el control político que ejerce la Asamblea Legislativa actual es deficitario.  Mucha palabrería, muchos discursos y pocos resultados.  Comisiones investigativas van y vienen sin que lleguen a resultados concretos.  Se citan a personajes y se les interroga mal, no se plantean preguntas concretas o se deja que eludan las respuestas.  Muchas veces, sin cerrar las investigaciones, los asuntos pasan a los estrados judiciales. Solamente unos pocos diputados, los de más experiencia, aprovechan las limitaciones de tiempo para apuntar directamente al corazón de lo que se busca esclarecer.

En esas condiciones el control político se vuelve un asunto puramente ritual.  Si las críticas van dirigidas al poder ejecutivo, este abre el paraguas y deja que pase el chaparrón.  Veremos si ese es el destino de las comisiones que investigan el financiamiento de los partidos, el manejo de la trocha y otros asuntos de transcendencia nacional. 

martes, 4 de septiembre de 2012

Malas calificaciones


Una reciente encuesta telefónica realizada para el Semanario Universidad por el Centro de Investigaciones y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica, arroja información interesante sobre la forma en que puede estar percibiendo la ciudadanía algunos de los sucesos políticos de los últimos meses.

Lo primero que llama la atención es el enorme impacto negativo en la mayoría de las personas, de lo ocurrido en la denominada trocha. Cuando se les pidió que calificaran, en una escala de 0 a 10, el grado de corrupción que percibían (cero igual a ausencia total de corrupción; 10 corrupción total), un 45% de las personas otorgaron una calificación de 10, es decir, de corrupción total. Si se le suman las calificaciones de ocho y nueve, el porcentaje sube a 62%. Mientras que solamente el 4% indicó ausencia total de corrupción.

Unos días antes de que se realizara la consulta, José María Figueres había hecho la presentación de su “proyecto país”, en medio de un gran despliegue de los medios de comunicación. Por esa razón se les pidió a las personas entrevistadas la opinión que les merecía. Solamente el 17% calificó el “proyecto” como “bueno” o “muy bueno”; mientras que el 37% lo calificó como “malo” y “muy malo”.

Sin embargo, dada la enorme publicidad gratis que recibió esa presentación en el INBIO, llama poderosamente la atención el elevado porcentaje de personas que dijo no tener opinión o que no respondió: 46%. Pierre Bourdieu, un afamado sociólogo francés ya fallecido, refiriéndose a los resultados de las encuestas, decía que había que poner especial cuidado en los porcentajes de personas que dicen no tener respuesta o que no contestan. En este caso, ¿no tenían opinión porque la publicitada presentación no arrojó suficiente información? O, ¿será que no querían comprometerse? 

En el caso de la trocha, es indudable que la información ha sido copiosa. Por eso el porcentaje que no respondió fue relativamente bajo: 14%. Pero en otro caso muy sonado, el de las “cartas de recomendación” dadas a una empresa por el vicepresidente Liberman y el ministro Garnier, también el porcentaje de personas que dijo no estar enterado del asunto, o que no respondió, fue muy elevado: 56%. ¿Será que este tipo de asuntos solamente interesan a un sector de la ciudadanía, en este caso al 39% del total de personas entrevistadas? ¿O tal vez el asunto perdió actualidad?

No podemos referirnos aquí a todos los temas tocados por la encuesta. Un resultado más, relacionado con la trocha. Como algunos jerarcas de gobierno han calificado de antipatriotas a las personas que han lanzado críticas sobre ella, se les pidió la opinión a las personas entrevistadas. Solamente el 7% dijo que el calificativo era correcto. La mayoría (58%) dijo que quienes criticaban eran personas bien intencionadas o preocupadas por la corrupción. El 14% afirmó que eran enemigos del gobierno y no respondió el 21%.