lunes, 26 de agosto de 2013

Mal de muchos...



Mientras las y los participantes en un Foro que se realizó la semana pasada en la Ciudad de México, examinábamos las carencias que muestran los parlamentos en sus relaciones con la ciudadanía, en la calle se escuchaban las airadas voces de las personas que se manifestaban en el Zócalo y sus alrededores, protestando contra una controversial reforma educativa impulsada por el actual gobierno de Peña Nieto.  Indudablemente la presencia masiva de maestras y maestros en la calle le agregó un especial ingrediente al encuentro.

El "Primer Foro Internacional sobre Mecanismos de Innovación del Poder Legislativo", inicialmente se planteó como un encuentro entre diputados y diputadas de América Latina, con investigadores universitarios sobre el tema, con el fin de intercambiar experiencias y resultados de investigaciones.

No se pudo reunir un grupo parlamentario grande, pero el Foro arrojó información suficiente como para tener una idea de lo que está sucediendo en la región en cuanto al funcionamiento de los parlamentos y su relación con otros poderes y con la ciudadanía.  En todos los casos nacionales analizados los parlamentos están en números rojos en ese último tipo de  relaciones.  Parlamentos y ciudadanía parecen caminar por sendas diferentes.

Lo lamentable del examen realizado a lo largo de cuatro días fue la constatación de que hay poca innovación en la mayoría de los parlamentos latinoamericanos.  Poco que aprender de otras latitudes.  Incluso hay países en los que los atrasos son mayores a los del nuestro, y esto no lo señalo precisamente para que nos sirva de consuelo.  Hay que aclarar que el análisis fue en alguna medida parcial, porque no hubo participantes de Venezuela, Ecuador y Bolivia, donde, pese a lo que se dice, están en marcha procesos que habría que examinar con cuidado.

¿Será que el mecanismo de la representación política está llegando a su fin, tal y como lo conocemos?  Hans Kelsen, el conocido jurista austriaco, hace casi un siglo llegaba a la conclusión que dicho mecanismo tenía mucho de ficción, porque el vínculo entre representantes y representados era débil, sobre todo después de las elecciones.  Hoy en día con las transformaciones en la estructura social, con la pérdida de orientación de los partidos y con los influjos de la globalización, ese vínculo se ha vuelto raquítico.

¿Qué va a pasar?  Vivimos un cambio de época,  la señalización no existe y debemos transitar en medio de la incertidumbre.  Pero por algún lado habría que empezar, quizás reconociendo la existencia del problema y la necesidad de búsqueda de soluciones reales.  Un proceso en el que deben participar todos los actores, porque no es un asunto que compete solamente a las elites o a los partidos.  El problema es que hay actores invisibles que determinan muchas veces el rumbo de los acontecimientos, a espaldas de las opiniones y los sentires ciudadanos.  Desenmascararlos es parte de la tarea a realizar.

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