martes, 25 de enero de 2011

Gente como uno

En conferencia de prensa después del Consejo de Gobierno, el martes anterior, ante una interrogante de una reportera, el Vicepresidente Luis Liberman afirmó: “La clase media es la clase media; no es gente pobre.” Con esa afirmación pretendía seguramente refutar a quienes han dicho que esa clase será la que pague los platos rotos de la reforma tributaria propuesta.

No me voy a meter por ahora en esa discusión. Me interesa eso sí aclarar que lo dicho por el Vicepresidente es una generalización que no se ajusta a la realidad. Porque no hay una clase media sino varias. Mejor dicho: la categoría clase media engloban una serie de subcategorías o situaciones sociales y económicas diferentes. Hay clase media alta, hay otra media media, y también la hay media baja.

Eso si nos quedamos solamente con una categorización basada en ingresos, nivel educativo y ocupaciones, o en una combinación de todos ellos. También, me parece, hay que tomar en cuenta otros factores, como lo subjetivo, porque hay personas que objetivamente no califican como parte de esa categoría, pero por otro tipo de razones se sienten clase media y actúan en consecuencia.

Hagan ustedes el experimento: pregúntenles a cuál clase social pertenecen, a sus amigos, vecinos, compañeros de trabajo, dependientes de los comercios, vendedores en la calle, estudiantes y otros, y se encontrará con que la mayor parte de ellos contesta que pertenece a la clase media. Hay quienes están más abajo, pero se siente clase media o aspiran pertenecer a ella; también hay personas de clase alta que acostumbran decir que son de clase media. Unos no quieren sentirse menos y otros quizás no quieren jactarse de más.

Pero entre unos y otros hay grandes diferencias. No es lo mismo un profesional exitoso, que gana mucho dinero y vive en un condominio exclusivo en Escazú o Santa Ana, que un obrero que apenas sobrevive él y su familia con un salario limitado, y que reside en un barrio popular en el sur de San José. Ambos pueden manifestar que pertenecen a la clase media, pero son situaciones existenciales diferentes, que necesariamente tienen implicaciones en la forma de mirar la vida y analizar los problemas sociales y políticos.

Ahora bien, si me defino como de clase media, pero mis ingresos y mi estilo de vida están por muy por encima del promedio, puedo terminar considerando que esa clase está integrada por gente como uno o “GCU”. Me pregunto si no es eso lo que le pasó a don Luis cuando afirmó que “La clase media es la clase media; no es gente pobre”. ¿Le faltaría agregar: es GCU?

Se olvida, en todo caso, que no todos son iguales y que hay sectores de dicha clase que con un pequeño empujón descienden y pasan a engrosar otra categoría social. Cuentan que en los tiempos de la crisis argentina, en un barrio de chabolas de Buenos Aires había un rótulo que decía: “Bienvenida la clase media”.

jueves, 20 de enero de 2011

Arranque con renuncias

Enero ha arrancado con dos renuncias: una anunciada y otra efectiva. No todas las renuncias de cargos públicos son iguales. Algunas son esperadas y no causan sorpresa; otras son intrascendentes; las hay sorpresivas y a unas pocas hay que ponerles atención. La anunciada y la efectiva son de este tipo, porque revelan aspectos de cómo se concibe la función pública y cómo se maneja la institucionalidad.

Anuncia su renuncia el diputado Guillermo Zúñiga, alegando que no se siente parte de este gobierno. Se olvida don Guillermo, que los diputados por definición no son parte del gobierno, y que, al menos en teoría, integran otro poder en un sistema republicano como el nuestro: el legislativo. Se olvida por tanto, que representa a sus electores, a quienes debe dar cuenta de sus acciones. Si no está de acuerdo con lo que está haciendo el gobierno, debe actuar en consecuencia, de cara a sus representados, asumiendo la responsabilidad que le corresponde.

Las justificaciones del diputado Zúñiga muestran claramente la confusión presente en la gran mayoría de las y los parlamentarios. La Asamblea Legislativa no es correa de transmisión del ejecutivo. Existe porque en nuestro sistema hay separación de poderes, lo que supone que mediante controles y contrapesos (checks and balances) se evita que, sobre todo el ejecutivo, se convierta en un poder incontrastable.

Lamentablemente los diputados de gobierno, de esta y otras administraciones, o no lo saben o no lo entienden así; más bien se han prestado para un fortalecimiento inconveniente del ejecutivo, olvidando lo esencial de su función.

La renuncia en este caso es el camino fácil: no me complico la vida y le doy el campo a otro. Pero, ¿y mi responsabilidad con el electorado? ¡Piénselo, diputado Zúñiga!

La renuncia de la Viceministra de Seguridad, Flora Calvo, es harina de otro costal. Se fue alegando resistencias al cambio, fundamentalmente de parte de Walter Navarro, el otro Viceministro de Seguridad y de algunas jefaturas. En declaraciones posteriores, la señora Calvo dejó entrever que el quid del asunto tiene que ver con la situación de acoso sexual que sufren las mujeres policías: cuatro denuncias por mes en promedio.

En un cuerpo integrado fundamentalmente por hombres, acostumbrados a relacionarse con otros hombres, en el marco de una jerarquía militarista, a pesar de tratarse de una policía civil, no es de extrañar, aunque no es justificable, que a las mujeres policías no se les mire como iguales. Varias mujeres han sido ministras y viceministras de seguridad, pero parece que las cosas siguen igual. Se les soporta pero no se les llega a aceptar del todo, y por tanto se les agrede con cualquier pretexto.

No se trata de una situación nueva; lo novedoso en este caso es que se ha dejado ir a la Viceministra con alivio, como quien se quita un estorbo. En un gobierno presidido por una mujer, que en algún momento también fue Ministra de Seguridad, habríamos esperado otro tipo de reacción.

Las pintas políticas

Tengo la impresión de que este será un año de reacomodos políticos. Por un lado, las disonancias entre el gobierno y el grupo que parece haber alcanzado la hegemonía dentro del PLN tendrán que minimizarse o acabar. No le conviene a la Presidenta, quien necesita del apoyo franco de su fracción parlamentaria en proyectos que ha señalado como prioritarios: por ejemplo, la ley de electricidad y la de reforma tributaria. Debe por tanto llegar a algún acuerdo con los hermanos Arias, sobre todo con Rodrigo, quien por sus influencias en buena parte de los diputados gobiernistas podría “pararse en la escoba,” atrasando la tramitación. Tampoco le conviene a éste convertirse en opositor de un gobierno de su propio partido, porque podría ser peligroso para sus aspiraciones presidenciales en 2014.

El segundo año de un gobierno es decisivo. Se espera que para entonces se consoliden las grandes líneas de planes y proyectos, y se comiencen a recoger algunos de los frutos de la siembra del año anterior. Es cierto que solamente ocho meses han transcurrido desde que el actual gobierno inició sus labores; pero para el imaginario colectivo, el segundo año de la administración Chinchilla ha comenzado. Así que para el informe del primero de mayo habrá que presentar algunos logros concretos, más allá de lo que normalmente hacen las instituciones públicas en el cumplimiento de sus funciones, que generalmente se incluyen como frutos en los informes presidenciales.

Pero los acuerdos entre gobierno, partido y fracción parlamentaria no bastan para sacar la tarea. Durante 2010 funcionó, con algunos sobresaltos, el acuerdo entre el PLN y el Movimiento Libertario, conocido popularmente como el pacto “LILI”. Pero para el 2011 ese pacto seguramente hará más aguas que las que ya tiene, principalmente debido al envío a conocimiento de la Asamblea Legislativa del proyecto de reforma tributaria. Habrá que explorar otras alianzas con la fracción del PUSC y con la del PAC, a pesar de la malquerencia liberacionista a ésta última.

Los partidos de oposición, por su parte, tienen que despertar. No pueden quedarse solamente en el plano del control político, sino que también deben pasar a la ofensiva en el plano propositivo. Particularmente la fracción del PAC debe dar un salto de calidad, sepultando con sus acciones y propuestas el calificativo de “partido del NO”. Por esa razón el 2011 es también crucial para el PAC, y el proyecto de reforma tributaria podría ser la ocasión para hacerlo, mejorando o cambiando la propuesta de la administración Chinchilla, que me temo, terminará cayendo, más allá de la retórica gobiernista, sobre las espaldas de los asalariados de ingresos medios y bajos.

Para el gobierno el 2010 ha sido un año de relativa tranquilidad. En la acera de enfrente no ha tenido una oposición sólidamente estructurada, que lo pusiera en reales aprietos. Ciertamente, los once diputados del PAC y el del Frente Amplio no han sido hasta ahora suficientes en número para contrarrestar el bloque LILI, más los dos cristianos. Necesitan allegar votos, explorando, incluso, con sumo cuidado, una alianza con algunos diputados del PUSC. Quizá este año tampoco lo puedan hacer, pero están en la obligación de intentarlo.

¿Y qué se puede decir de los libertarios, quienes tiraron por la ventana el caudal electoral alcanzado en las elecciones de febrero al pactar tempranamente con el PLN, desaprovechando así la ocasión de convertirse en la principal fuerza opositora? ¡Mejor no opino!

Las pintas de enero

El año que se inicia no pinta muy bien en el plano económico; por tanto tampoco en el social. El Gobierno Central cerró 2010 con un déficit del 5,3% del producto interno bruto (PIB). Un déficit que no solamente es el más alto de América Latina, según lo ha indicado la CEPAL, sino que también duplica el promedio regional. En 2011 seguiremos por el mismo camino, porque el presupuesto público aprobado se va a financiar con endeudamiento en un 46%.

Según el Banco Central el crecimiento del PIB será igual al de este año: 4%. No es posible esperar, entonces, que disminuyan apreciablemente la pobreza y el desempleo. La economía costarricense depende de factores externos como las inversiones directas, el turismo, las exportaciones de productos diversos y, en menor medida, de las remesas que envían los residentes ticos en el exterior. Y esos factores, mientras no ocurra una recuperación sostenida de las economías del norte, no se van a mover sensiblemente en un sentido positivo.

El Plan Nacional de Desarrollo, presentado con bombos y platillos en el Teatro Nacional hace pocas semanas, indica con claridad que lo mucho o lo poco que se haga depende en gran medida de lo que ocurra en el norte. Hasta ahora el panorama internacional es incierto. La economía norteamericana crece lentamente, sobre el telón de fondo de un elevado desempleo. En la llamada “zona euro”, que abarca la mayoría de los países europeos, la situación no es mucho mejor. En Grecia se sufren las consecuencias de un duro programa de ajuste; algo similar sucede en Irlanda, donde se anunció el despido de 25.000 empleados públicos, rebajas en salarios y pensiones, y aumento de los costos de la educación universitaria, entre otras medidas. Portugal está en problemas y España se mueve en el filo de la navaja, con un elevado desempleo: 21% de la población económicamente activa.

Es importante recordar que Irlanda se nos vendió como el camino a seguir, sobre todo durante el período previo al referéndum de 2007. Pero el milagro del “tigresito celta”, como lo llama el historiador inglés recientemente fallecido, Tony Judt, no era tal. Sobre el entramado de una copiosa ayuda brindada por la Unión Europea, que compensaba la caída de los ingresos del fisco, se montó un régimen no regulado de bajos impuestos al capital, que atrajo la inversión externa y los juegos financieros. Pero la burbuja irlandesa inevitablemente tenía que estallar con la crisis internacional de 2008 y 2009.

El gobierno de la Presidenta Chinchilla cifra sus esperanzas en una reforma fiscal cuyos alcances reales solamente se conocerán cuando el proyecto sea elevado a conocimiento de la Asamblea Legislativa. Pero ya cuenta con poderosos enemigos, que se esforzarán por volver inviable el proyecto original, o convertirlo en una figura retórica con limitadas consecuencias en la práctica, como el impuesto a casas de lujo.

Los plazos se acaban, el gobierno entra en su segundo año y si no hay realizaciones tangibles a corto plazo, los reclamos no tardarán en surgir. La disonancia entre ejecutivo y fracción parlamentaria no puede continuar. Necesariamente habrá que cerrar los frentes internos y revisar las alianzas. Seguramente eso explica en parte el acercamiento a Rodrigo Arias que dieron cuenta los medios. Pero ese es solamente el primer paso, porque los libertarios son malos compañeros de viaje para andar por esos rumbos. Hay que recurrir a otros. ¿A quiénes? ¿Al PAC o al PUSC o a ambos? En los próximos meses tendremos la respuesta.