lunes, 28 de octubre de 2013

¿Debate?

Debate es debate.  Es decir, es una confrontación de opiniones diversas y contrapuestas entre los participantes en una mesa de discusión.  No es una mesa redonda ni una entrevista colectiva, como acostumbran hacer los canales de televisión.  Es un enfrentamiento cara a cara entre dos o más participantes, donde se escudriñan las posiciones de unos y de otros, con el propósito de resaltar las bondades de las propias y las inconsistencias, los errores de enfoque y la inaplicabilidad de las de los otros.  No son precisamente ejercicios diseñados para coincidir, sino para discrepar.

La actividad organizada por la Universidad Nacional el 23 de octubre no tuvo esa característica.  En realidad fue una especie de mesa redonda, donde seis de los aspirantes a la presidencia de la República expusieron sus planteamientos en respuesta a las preguntas planteadas por académicos, sin posibilidad de discusión entre ellos, debido a la rigidez del formato usado.  Para quienes pudimos seguir el llamado “debate”, a brincos y a saltos debido a la pésima transmisión por internet, las diferencias apenas se insinuaron.

La UNA hizo un importante esfuerzo en la organización del mal llamado debate, pero perdió la oportunidad de sentar pauta para las siguientes comparecencias entre candidatos.  Porque repitió viejas y gastadas fórmulas que no corresponden a las demandas ciudadanas no solamente de planteamiento, sino también de confrontación entre las propuestas de los candidatos presidenciales.  Una civilizada pero enérgica confrontación que permita a esa amplia franja del electorado que no sabe todavía por quién votar, valorar apropiadamente la actual oferta electoral.

Así las cosas, lo que presenciamos fue una colección de exposiciones un tanto académicas, donde las coincidencias fueron mayores que las divergencias, con algunos chispazos de debate, originados en las puyas lanzadas al candidato oficial por Villalta y Guevara.  Lo que se denominó “replicas” no sirvió para tales propósitos, sino que fue un espacio usado por los participantes para ampliar sus exposiciones iniciales.

Al final los candidatos terminaron acomodándose, unos más que otros, a un formato que favoreció a Araya y a su estrategia de tomar distancia del actual gobierno del PLN, como si fuera el candidato de otro partido.  Por ejemplo, en el tema relativo a la pérdida de legitimidad de las instituciones del estado y la corrupción, no se le fustigó suficiente por la responsabilidad que le atañe como representante de una agrupación política bajo cuyos gobiernos han ocurrido, desde los años ochenta del siglo pasado, sonados casos de corrupción.  Tampoco en los otros temas tratados.  En la sombra también quedó la responsabilidad que le toca al PUSC.

Ojalá que los próximos encuentros anunciados entre candidatos sean verdaderas confrontaciones en las que se escudriñen con seriedad y profundidad, propuestas y responsabilidades.

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