martes, 9 de abril de 2013

El bloqueo nuestro de cada día



La situación ha llegado a tal punto que antes de bañarse y desayunar, hay que escuchar con atención las noticias de la radio para saber en cuáles carreteras, calles o intersecciones hay bloqueos, para trazar una ruta de llegada a trabajos, citas médicas o escuelas, si se debe dejar a los niños. No importa si usted se moviliza en vehículo propio, en bus o en taxi. Solo se salvan quienes van a pie, usan motocicletas o bicicletas, porque se escurren por cualquier rendija, no siempre sin riesgo. Aclaro que no todos los bloqueos se deben a protestas: a veces son provocados por obras del MOPT, de AyA o de alguna otra institución, sin aviso previo.

Volvamos a los bloqueos protesta. ¿Qué podemos hacer? ¿Tener paciencia? ¿Tratar de convencer por las buenas a quienes bloquean para que nos dejen pasar o pelearnos a gritos y a golpes con ellos? No lo aconsejo, aunque me temo que si no se encuentran nuevas formas de canalización de las demandas que plantean los grupos y sectores protestantes, la violencia callejera terminará por imponerse. Feo panorama, ¿no les parece? Porque hasta hace un tiempo el bloqueo era la excepción; hoy parece que se ha convertido en la norma; en moneda de uso corriente por empleados públicos, comunidades, estudiantes, padres de familia y de tutti quanti.

Pero no nos perdamos. El frío no está en las cobijas. Los que protestan son solamente parte de un problema mayor: la ineficacia de mecanismos para canalizar institucionalmente los conflictos dentro de una democracia, porque ya no logran sintonía con las nuevas condiciones sociales y políticas del país, o porque la clase política ha perdido la capacidad de interpretación adecuada de la realidad y las habilidades para negociar y encontrar vías de resolución a dichos conflictos. Hay que recordar que estos, las diferencias de opinión y las controversias, son la salsa de la vida en democracia, y no necesariamente son indicadores de ingobernabilidad, como se apresuran a calificarlos gobiernos y funcionarios.

Dentro de este escenario, ¿qué papel juegan los partidos políticos, antaño útiles mecanismos para la canalización y resolución de demandas diversas? Pues casi ninguno. Por eso es que a quienes protestan no se les ocurre perder el tiempo y hacer plantones frente a la Asamblea Legislativa. Desde hace algunos decenios la gente aprendió que poco se puede esperar de Cuesta de Moras en términos de resolución de conflictos.

Diputadas y diputados están ocupados en otras cosas. Por ejemplo, en el nombramiento de los próximos magistrados o magistradas de la Sala Constitucional, quienes según el diputado jefe de fracción del PLN, Fabio Molina, en declaraciones dadas al Semanario Universidad, además de saber interpretar la Constitución, deben “provocar un clima de negocios…”. ¿Se habrá equivocado cuando dijo tal cosa? ¿Estaría pensando en llenar vacantes en la junta directiva del CINDE o en PROCOMER?

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