martes, 2 de octubre de 2012

La encuesta Mitofsky

En realidad no hay ninguna encuesta Mitofsky sobre popularidad de presidentes y presidentas de América Latina. Es decir, que la Consulta Mitofsky, que hace estudios de opinión diversos en México y en otros países, algunos con resultados discutibles, no ha hecho una consulta continental que permita ubicar, a partir de un solo instrumento de medición, a mandatarios y mandatarias de acuerdo a las opiniones de muestras nacionales. Se podría hacer, pero no se ha hecho.

Mitofsky lo que ha hecho es comparar encuestas realizadas por diferentes firmas en 20 países de la región, entre los meses de junio y setiembre de 2012. Para el caso costarricense ha usado la encuesta de la firma UNIMER, de julio pasado. Según se lee en el documento que se puede revisar en la página WEB de Mitofsky, “…aunque las metodologías utilizadas en cada país pueden variar, es una excelente oportunidad de ver en un solo documento el nivel que alcanza cada mandatario y compararlos entre sí.” Asunto altamente discutible.

El hecho es que con esos datos han realizado una clasificación en cinco niveles, ubicando en el nivel sobresaliente a los presidentes Correa y Funes, de Ecuador y El Salvador respectivamente, hasta llegar al nivel de evaluación muy baja, en donde se colocan Federico Franco, de Paraguay; Porfirio Lobo, de Honduras; y Laura Chinchilla, en el último lugar, con el 13% de aprobación, según los resultados de la mencionada encuesta de UNIMER.

No es posible discutir, como lo intentaron hacer algunos funcionarios de gobierno, por qué a Correa lo evalúan tan alto los ecuatorianos, o por qué Cháves y Ortega también están en lugares destacados. Los nacionales de cada país sabrán por qué les colocan en esos niveles de popularidad local. Como se acostumbra a decir, cada cual sabe dónde le aprieta el zapato.

El hecho es que ticos y ticas valoran mal la gestión de doña Laura y parece que la situación no va a cambiar en el transcurso de los meses que le quedan, porque ya se ha establecido un patrón de evaluación ciudadana y porque, por mejores políticas de comunicación que se diseñen, se siguen cometiendo errores que consolidan la mala imagen conseguida. Por ejemplo, las contradicciones que se han dado alrededor de los mentados ocho millones de dólares donados por China, supuestamente para ser aplicados en lo que el gobierno dispusiera –por lo menos así se anunció inicialmente—pero que en realidad eran para la Escuela de Policía, no ayudan a mejorar la apreciación ciudadana. Proyectan una imagen de impericia y precipitación en el manejo del asunto.

La mejor política de comunicación es hablar con la verdad, admitir los errores cuando se cometen, asumir las responsabilidades que corresponden, debatir abiertamente los problemas y las diferencias de criterio, y predicar con el ejemplo. Si poco o nada de eso existe, los diseños sofisticados de políticas tendrán escasos efectos en la opinión pública.

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