martes, 9 de octubre de 2012

Hace cinco años


Hace cinco años fue aprobado en referéndum el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, República Dominicana y Centroamérica. Aproximadamente la mitad más uno de los participantes votó por la opción “Sí”, aunque casi el 41 por ciento de las personas empadronadas no participó en la consulta.

Se llegó al referéndum después de un complicado proceso político que dividió a la sociedad costarricense.Los dos bloques se enfrentaron en desigualdad de condiciones, pues quienes estaban a favor del Tratado disponían de una gran cantidad de recursos económicos y humanos, incluyendo el control de las instituciones del Estado y la parcialidad de los medios. Fue una lucha en la que se desplegaron armas inusuales, como la famosa campaña del miedo, y la coerción directa y las amenazas en algunos centros de trabajo. La coalición entre poder político, poder económico y medios de comunicación fue manifiesta, dejando pocos espacios para quienes estaban en contra del TLC. Además, se observaron manifestaciones de extrema intolerancia y autoritarismo en ambos bloques.

El Tratado entró en vigencia en enero de 2009, precisamente cuando la crisis internacional comenzaba a desplegarse. Los beneficios para el país que pregonaban sus defensores se han alcanzado a medias, y, quizás por la misma crisis, los aspectos más negativos no han terminado de desplegarse. Pero más allá de la discusión sobre beneficios y perjuicios, el hecho es que la decisión tomada nos fijó una ruta como sociedad que estamos siguiendo, independientemente de los resultados de elecciones, salvo que la crisis internacional nos obligue a rectificar. En todo caso, por ahora no se ven fuerzas políticas con vocación y capacidad para cambiar el rumbo.

Los resultados del referéndum permitieron la recomposición del Partido Liberación Nacional, que se vio reforzado con la llegada de sectores que antaño combatían sus desvaríos estatistas, marcando el declive final del llamado proyecto social demócrata. Paradójicamente, esos resultados, en lugar de favorecer la constitución de una nueva propuesta de centro izquierda, provocaron la desintegración de las fuerzas que se oponían al Tratado, incluyendo al PAC, que no logró atraer hacia sus tiendas a la mayoría de los opositores al proyecto de economía y sociedad que significaba el TLC.

Ese proyecto sigue contando con el fuerte apoyo de los sectores económica y políticamente más fuertes. Eso lo tienen claro los pretendientes a la candidatura liberacionista, así como algunos de los aspirantes en la oposición. Hay un acuerdo que va más allá de las divisiones entre gobierno y oposición sobre el rumbo a seguir como país. La discusión entonces se centra sobre quién debe conducir la nave del estado, sobre lo bien que pueden hacerlo algunos y lo mal que lo hacen, otros o los excesos que cometen; no sobre el rumbo

Por eso nos preguntábamos, en una columna anterior, sobre lo que se juega en el 2014.

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