domingo, 23 de noviembre de 2014

Rumbo

Con frecuencia escuchamos la aseveración: "Este gobierno no tiene rumbo". Se usó mucho para enjuiciar el gobierno anterior y se está usando bastante para hacer lo mismo con el actual. Pero los gobiernos siempre tienen rumbo. Lo que ocurre es que unos lo declaran abiertamente o realizan acciones que no dejan dudas sobre el destino que buscan y otros no. Por ejemplo, la lucha abierta dada por Oscar Arias a favor del TLC y su constante prédica por la privatización de algunas de las empresas estatales, indicaba claramente el rumbo que seguía su administración.

El gobierno de Chinchilla no siguió un camino diferente; aunque daba la impresión de que no había logrado definir claramente sus contornos, al final de cuentas siguió en lo fundamental el rumbo marcado por su predecesor. Es decir, que rumbo siempre tuvo, sobre todo en materia de política económica, en los intentos de atracción de la inversión externa y en la política comercial. Que nos guste o no el derrotero seguido es otra cosa.

¿Cuál es el rumbo del gobierno de Luis Guillermo Solís? Antes de intentar responder a la pregunta es conveniente recordar que es el primero electo por un partido que nunca había ganado unas elecciones; que lo fue en segunda ronda, con la mayor cantidad de votos obtenida por candidato alguno en la historia del país, pero con un número de diputados en la Asamblea Legislativa que no alcanza siquiera para constituirse en primera minoría. Además, que su gabinete está integrado básicamente por personas competentes en sus campos profesionales, pero sin experiencia en el manejo de las instituciones del estado costarricense. Instituciones que, además de ser complicadas,  cargan, buena parte de ellas, con las inercias de un pasado de ineficiencia y corrupción. Obligatoriamente, entonces, debían pasar por un período de aprendizaje, de afianzamiento en sus mandos y de desarrollo de capacidades de manejo político. Ese período, ciertamente, está finalizando.

A inicios de la semana anterior fue dado a conocer el Plan Nacional de Desarrollo, con antelación a la fecha prevista, colocado, seguro intencionalmente, en medio de la discusión sobre el presupuesto para el 2015. La pregunta que salta es si esa discusión debe darse solamente en términos de ingresos, egresos y déficit --como se ha venido haciendo--, o si debe incluir también el examen de lo que se intenta hacer desde el gobierno según dicho Plan. Se dirá que el papel aguanta lo que le pongan y que, además, la planificación en Costa Rica es puramente indicativa. En otras palabras, que nadie puede asegurar que se va a cumplir lo que ahí se estipula, a pesar de que se señalan metas e indicadores de cumplimiento.

Pero lo cierto es que el Plan está marcando un rumbo que, independientemente de lo que pensemos sobre su pertinencia, no se debería ignorar en la discusión sobre el principal instrumento financiero que permite el accionar gubernamental.

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