lunes, 10 de noviembre de 2014

Día de la democracia

No deja de ser paradójico que la conmemoración anual del 7 de noviembre como día de la democracia fuera instaurada en 1942, seis años antes de que ocurriera una corta pero sangrienta guerra civil cuyo principal móvil, se dice, fue la defensa de la voluntad popular expresada en las urnas. Pero así es la vida en sociedad, llena de paradojas.

No está mal dedicar un día al año a la reflexión sobre la democracia, siempre y cuando no se centre solamente alrededor de las elecciones periódicas para elegir autoridades. Porque si bien es cierto que el voto popular es un componente esencial de la democracia, no es el único; debe ir acompañado de un conjunto de libertades ciudadanas que garanticen la libre circulación de las ideas y una deliberación pública amplia.

Libertades civiles, deliberación pública, tolerancia y respeto extendidos y, por supuesto, elecciones periódicas, son los ingredientes básicos para definir un régimen y una sociedad como democráticos. Pero no se trata solamente de la existencia de libertades y derechos definidos en constituciones y leyes, sino también de posibilidades reales de ejercerlos y exigirlos. En otras palabras, que las diferencias económicas y sociales no deberían ser pronunciadas, a fin de evitar influencias incontestables sobre el poder político y, por tanto, la presencia de ciudadanías de segunda y tercera clase.

Esta celebración del día de la democracia nos ha pillado en medio de un aumento significativo de la pobreza, según lo indican los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares de julio de este año, realizada por el INEC: 32.727 hogares desmejoraron sus condiciones de ingreso y cayeron por debajo de lo que se denomina "línea de pobreza". En total, el número de hogares en esta situación es de 318.810. La pobreza, entonces, según estas cifras, afecta a 1.170.634 personas, es decir, prácticamente a la cuarta parte de la población del país (24,6%). Pero estas son estimaciones relativamente conservadoras, que no toman en cuenta a las personas que están ligeramente por encima de la línea indicada, y que, por tanto, tienen iguales carencias y pasan por similares penurias que aquellas oficialmente declaradas como pobres.

Malas noticias: ha aumentado la pobreza y la desigualdad se mantiene elevada. El 20% de la población mejor situada económicamente concentra la mitad del total de los ingresos de los hogares en el ámbito nacional; mientras que el 20% más pobre, se debe contentar con un 4%. En otras palabras, que el 20% de la población se esta engullendo un trozo del pastel de los ingresos 18 veces más grande que el que recibe el 20% más pobre.

El país más feliz del mundo, según ciertas cuestionadas mediciones, sigue mostrando una cara que muchos no quieren ver, que permanece semi oculta en áreas segregadas del valle central y en las zonas periféricas del país. Pero ahí está, recordándonos que como sociedad no hemos hecho bien la tarea.


Celebrar la democracia, pero...

No hay comentarios:

Publicar un comentario