lunes, 28 de abril de 2014

El líder que necesitamos



Desde hace más de una década se ha venido especulando sobre la posibilidad que un “hombre fuerte” que encabece, aunque fuera por un tiempo limitado, un gobierno capaz de combatir la desidia, la ineficiencia y la corrupción en la institucionalidad pública del país.  Varias encuestas se han encargado de hacer la pregunta.  Por ejemplo, en el Informe 2013 del Latinobarómetro, ese sondeo que se hace anualmente en dieciocho países del Continente, las respuestas de apoyo a la frase “En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático”, pasaron, en Costa Rica, entre los años 1996 y 2013, de 7% a 17%.

No es un porcentaje muy elevado todavía, pero seguramente son mucho más las personas que piensan en la necesidad de un líder fuerte, aun cuando ello signifique alguna redefinición de lo que aceptamos como democracia.  Algo así como una democracia limitada estilo Singapur o la que existe en algunos países centroamericanos.  Sin embargo, esas posiciones parecen ir a contrapelo de una ciudadanía más activa, que demanda participación directa en la toma de decisiones que tiene que ver con el destino de sus comunidades.  Votar cada cierto tiempo para elegir gobernantes no es suficiente en los tiempos que corren.

En estos días, por consejo del amigo y colega Luis Emilio Jiménez, he estado leyendo el libro “The Myth of the Strong Leader” (El mito del líder fuerte), que acaba de publicar el profesor emérito de ciencia política de la Universidad de Oxford, Archie Brown, quien ha investigado y escrito sobre estos temas a lo largo de unas cinco décadas.  Brown dice que el criterio de “fuerza” es más apropiado para juzgar a levantadores de pesas o corredores de fondo, que a líderes políticos.  Para él hay otras cualidades que deberían poseer estos liderazgos, como el juicio sagaz; la inteligencia para buscar puntos de encuentro entre criterios dispares y la voluntad de hacerlo; la capacidad para absorber información y para trabajar en conjunto con otras personas; el coraje, la visión y la empatía, todo eso adobado con una energía extraordinaria.  No se trata de superhombres o supermujeres, sino de personas que en determinadas situaciones son capaces de interpretar necesidades sociales y políticas de mayorías en un país determinado, y actuar en consecuencia.

Volvamos a Costa Rica.  ¿Qué tipo de liderazgo político se necesita hoy en día?  No precisamente el de un “iluminado” que nos pida que le demos un cheque en blanco porque sabe lo que hay que hacer; pero si alguien inspirador, que apoyándose en esa expectativa de cambio que se manifestó en el proceso electoral que ha terminado, pueda, como dice el profesor Brown, ampliar los límites de lo que hoy vemos como posible, alterando radicalmente la agenda política y aprovechando la energía ciudadana para empujar el carro de la historia en la dirección de mayor bienestar social, crecimiento económico y seguridad para todas y todos.

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