martes, 8 de enero de 2013

2013: un año complicado



En los primeros días de enero menudean los saludos cargados de buenos deseos entre familiares y amigos. Es una bonita costumbre, aunque la mayoría de las veces se trata de pura fórmula. Es decir, que no siempre reflejan sentimientos reales.
 
Sinceramente quisiera que el 2013 fuera un buen año para la sociedad costarricense, sobre todo para quienes tienen ingresos bajos o están en situación de pobreza. Pero la verdad es que tanto en el campo político como en el económico las perspectivas no son buenas. Para un país sumamente dependiente del mercado internacional, mientras éste no se reanime es imposible que la situación mejore. Como se sabe, las economías del norte están lejos de haber solucionado sus problemas. Europa continúa en recesión, salvo Alemania y los países nórdicos, y en los Estados Unidos la extrema derecha republicana parece no haberse dado cuenta de que perdió las elecciones, y continúa impulsando iniciativas que no favorecen la salida de la crisis. Así que en lo económico, las optimistas previsiones de algunos de los jerarcas del gobierno no se cumplirán y el crecimiento seguramente será más bajo que en 2012.

En el plano político tampoco hay razones para esperar un mejoramiento. El gobierno luce maltrecho, sin fuerzas para un "sprint" que le permita cruzar la meta en un lugar decoroso, el 1 de mayo de 2014. Seguramente la mayoría ciudadana cruza los dedos para que de las elecciones que se celebrarán en ese año salga un gobierno diferente al actual, con ideas claras, capacidad de negociación y de gestión; pero hasta ahora no hay señales en el horizonte que indiquen tal posibilidad.

La lucha entre los precandidatos liberacionistas discurre sin ideas que permitan pensar que un triunfo de Araya o de Arias cambiará radicalmente la situación, para bien. Intuimos que seguirán las grandes líneas trazadas por el TLC y otros acuerdos de política económica aprobados en el pasado reciente; pero, ¿más allá de eso qué es lo que harán para atacar los problemas de infraestructura, transporte público, desigualdad económica y social, seguridad ciudadana e ineficiencia institucional? ¿Qué reformas en el plano político institucional estarían dispuestos a proponer y negociar con otras fuerzas sociales y políticas del país?

Idénticas preguntas podrían hacerse a la oposición, cuya situación no es mejor. Fragmentada, sin liderazgos claros ni ideas renovadoras compartidas, hasta ahora no logra despertar el interés de una ciudadanía que, con desesperación, observa cómo el PLN se acerca, en ausencia de alternativa, a un nuevo triunfo electoral.

Una situación estrafalaria, para calificarla de algún modo: el último año de un gobierno magro en resultados y fructífero en yerros, y una lucha electoral que se desarrollará con el telón de fondo de las investigaciones sin resolver sobre lo ocurrido con las finanzas de los principales partidos en el anterior proceso electoral.

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