martes, 3 de julio de 2012

La negación como política pública


El hueco de la pista, hasta donde sé, no es culpa del gobierno de la presidenta Chinchilla. Las carreteras no son diamantes que duran para siempre; tienen una vida útil limitada, cumplida la cual deben ser renovadas so pena de que ocurran fallas como la comentada. Y eso le está pasando a la viejita Autopista General Cañas. Sin embargo, dada la mala imagen proyectada por el gobierno en la ciudadanía, el invocado hueco se le viene a pegar inevitablemente a la cadena de desaciertos. Otro reto más para el nuevo ministro de Obras Públicas y Transportes, Luis Llach, quien deberá sumarlo a sus otras preocupaciones: la solución de la platina y rectificar los errores de la trocha fronteriza.

Al menos hasta ahora no ha salido el Ministro de Comunicación a negar la existencia del hueco, porque la negación parece que se ha instalado en Casa Presidencial. Admitir que se cometen equivocaciones está fuera de lo esperable en el comportamiento de este y otros ministros de comunicación. Mucho menos el pedir disculpas.

Una especie de terror se desata frente los errores, como si la legitimidad del poder fuera producto de la infalibilidad de la Presidenta y su gabinete. Se olvida que gran parte de la legitimidad emana de la congruencia entre la realidad observada por la ciudadanía y los discursos que emiten las fuentes gubernamentales; en la confianza de que se habla con la verdad, que no se maquillan los resbalones y que lo que se comunica no es mera propaganda para distraer la atención sobre lo que verdaderamente ocurre. El tratamiento dado a lo sucedido en la trocha y al informe de la Procuraduría de la Ética son muestra de ello.
Creo que a la larga resulta políticamente más rentable decir la verdad, no ocultar errores y pedir disculpas cuando sea necesario. Nadie está esperando un gobierno de diosas y dioses infalibles. En un gobierno de seres humanos, no cometer equivocaciones resulta sospechoso. Claro, hay equivocaciones que no se corrigen con una mera disculpa y los responsables deben asumir las consecuencias.

En todo caso, el caos que provocó el hueco mostró nuevamente la vulnerabilidad vial del país. La falta de previsión de los gobiernos pasados en materia de vías de comunicación y desarrollo del transporte público nos salta a la cara. En este y otros temas estamos atrasados. Es más: no estamos dando el tono esperado y lo peor es que no sabemos cómo conseguirlo.

Dentro de este cuadro no puedo dejar de citar las declaraciones al diario La Nación de José Luis Machinea, exsecretario general de la Comisión Económica y Social para América Latina. Dijo: “En Centroamérica, cuando se le mira de lejos, me parece que Costa Rica sigue siendo el país al cual le sigue yendo mejor. Pero ya no es como hace 15 años cuando estaba entre los países más equitativos de la región junto con Uruguay. Ahora, Uruguay sigue ahí, pero Costa Rica ya no está”.

¡Ah, pero somos el país más feliz del mundo!

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