martes, 5 de junio de 2012

Restaurar la dignidad de la política


Por política entendemos el conjunto de acciones y decisiones que incumben al gobierno de la sociedad. Acciones y decisiones realizadas por la ciudadanía directamente o a través de los mecanismos formales definidos por constituciones y leyes, y también mediante el uso de otros mecanismos de carácter informal, como los movimientos de presión. 

Como sabemos, la soberanía reside en el conjunto ciudadano, y este la delega, en la mayor parte de los casos, en funcionarios electos y cuerpos representativos. Lo que se hace en esas instancias es lo que comúnmente denominamos política, y sobre ella terminan enfocadas las miradas del conjunto social. Se espera que la política no solamente se realice dentro de los márgenes de la legalidad, sino que también se practique con dignidad.

En nuestro país la política ha ido perdiendo esa dignidad para convertirse en un ejercicio de chapucería. Cada día que pasa una buena parte de la jerarquía del gobierno, la mayor parte de quienes integran el poder legislativo y también algunos miembros del poder judicial, se encargan de pisotearla y de desacreditarla, disminuyendo así la confianza ciudadana en la institucionalidad democrática.

¿Qué pretenden con sus discursos y acciones? Porque consciente o inconscientemente nos están acercando, como sociedad, cada vez más al abismo. Las muestras de insensatez, por no decir de cretinismo, son cada vez mayores. Lo último, por supuesto, la elección de Justo Orozco como presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa. El anuncio parecía un mal chiste, pero desafortunadamente no lo fue.

Llegó a esa posición en virtud del acuerdo fraguado por la fracción liberacionista con el PASE, que necesitaba de uno o dos votos más. El problema es que Orozco, que presume de educador, matemático y abogado, es un personaje con un pensamiento atiborrado de intolerancia, incultura, prejuicios, dogmatismo e ignorancia, todo adobado con una salsa dizque cristiana, que lo inhabilita para presidir esa comisión. ¡Así valora los derechos humanos el PLN!

El tema Orozco es solamente otra de tantas muestras de la profunda degradación de la política nacional. Fracciones legislativas divididas y subdivididas, sin norte ideológico y sin perspectiva de mediano y largo plazo, vagan por el escenario político ante los ojos de una ciudadanía parcialmente inmovilizada por la esperanza, cada vez más lejana, de que se produzca un punto de quiebre que nos permita dejar atrás la acongojante situación actual.

Pero esos quiebres no se producen por generación espontánea. Hay que empujarlos y esa responsabilidad compete a toda la ciudadanía consciente. Los partidos, enfrascados en insubstanciales luchas por el poder, tanto dentro como fuera de ellos, carecen del músculo necesario para provocarlos. La restauración de la dignidad de la política, entonces, tendrá que venir de lo mejor de la sociedad civil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario