martes, 8 de mayo de 2012

Cambio de vía


 Lo sucedido el primero de mayo ha sido objeto de amplios y sesudos análisis. Sin embargo, creo que nadie se ha preguntado sobre el sentido de lo que se hace en la Asamblea Legislativa ese día. Ciertamente, es la fecha de arranque de un nuevo año legislativo, ocasión en la cual el presidente o presidenta en ejercicio visita la Asamblea para dirigir una alocución a los diputados y al país. Pero, ¿tiene esa ceremonia algún significado para el conjunto de la sociedad?

La visita presidencial es una tradición que se remonta a 1849, cuando José María Castro Madriz inauguró las sesiones del primer Congreso Constitucional de la recién creada República. Tradición que se ha mantenido a lo largo del tiempo, aunque en algunos años la visita ocurrió en otras fechas.

En el discurso que pronunció Castro Madriz, después de hacer un corto relato de la situación de la naciente República, dijo que no iba a entrar en los detalles y pormenores de los diferentes ramos de la administración; que eso lo dejaba para los informes impresos de los ministros, que debían ser enviados dentro del término constitucional. Es decir, el sentido original de los mensajes presidenciales era la apertura del año legislativo, momento apropiado para hacer un examen general de la situación del país, trazar rumbos y señalar responsabilidades.

Incluso en el inciso 4 del artículo 139 de la actual Constitución, el énfasis del mensaje escrito que se pide al presidente o presidenta de la República está colocado en la perspectiva, en lo propositivo, en el mirar adelante.

Esa intencionalidad se ha perdido casi totalmente, y los discursos presidenciales del primero de mayo se han convertido en una aburrida lectura de reales o supuestos logros de la gestión de ministerios e instituciones, una especie de “lista de supermercado”, carente de un marco de interpretación que permita su localización dentro de una cierta perspectiva política.

El segundo informe de la presidenta Chinchilla siguió esa pauta, fue más de lo mismo. La salsa con que se sirvió no logró ocultar el carácter de la lista. No hubo un análisis profundo de la situación del país y de su gobierno, muy maltrecho por los últimos acontecimientos. El momento era el apropiado para decir hacia dónde quiere llevarnos en lo que resta de su mandato, y qué es lo que se necesita hacer desde el ejecutivo y desde el legislativo para el logro de esas metas.

No se cuánta gente escuchó el mensaje y cuánta siguió con algún nivel de atención lo que pasó en la Asamblea ese día. Pese a que los medios se vuelcan sobre esos actos, me temo que es una minoría la que realmente siente que lo que ahí sucede tiene alguna conexión con su vida cotidiana. De lo que estoy seguro es que este primero de mayo no se produjo ningún cambio de vía del tren de la política, que siguió circulando por una que se separa cada vez más de la que sigue el tren de la sociedad. ¿Hasta cuándo será posible aguantar esa separación?

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