martes, 6 de marzo de 2012

Alianzas por encima de las gentes

Mucho se ha hablado en las últimas semanas sobre la continuidad de la llamada "Alianza por Costa Rica". No se si el tema interesa a la mayoría ciudadana o si solamente es un asunto que preocupa a las elites políticas y a los medios de comunicación. El hecho es que ha dado origen a encendidos debates, sobre todo dentro del PAC, que han crispado los ánimos de defensores y detractores.

La Alianza nació con el objetivo limitado de controlar el directorio legislativo y, de esa manera, imprimirle a la Asamblea una dinámica diferente. De antemano se sabía que no se podía ir mucho más allá, por lo menos por ahora, porque algunas de las fracciones partidarias son como el agua y el aceite. Es decir, líquidos que no se pueden combinar, aunque a mediados de 2010 científicos estadounidenses anunciaron haberlo logrado mediante el uso de un catalizador.

Desde que se planteó como posibilidad, la Alianza enfrentó cuestionamientos provenientes de diversas fuerzas políticas, principalmente del Partido Liberación Nacional y los grupos económicos y sociales afines. Su fracaso ha sido anunciado una y otra vez, a pesar de que no ha transcurrido todavía el primer año de su funcionamiento y de que está pendiente una evaluación objetiva de los resultados. Pero defensores y detractores no pueden evaluarla contra el telón de fondo de las elecciones de 2014, como parece estar sucediendo. Porque una cosa es una alianza con objetivos de acción parlamentaria y otra una alianza electoral.

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Dada la dispersión de fuerzas políticas predominante en el país y la ausencia de liderazgos políticos con amplia credibilidad, no es de extrañar que en las distintas fuerzas de oposición predomine la idea de que solamente mediante una compactación nacional, al estilo de las que se hacían en otras épocas, sea posible derrotar al PLN en 2014. Compactación que unos consideran que debe hacerse con las fuerzas políticas con representación parlamentaria; pero que otros rechazan, por la supuesta corrupción presente en algunos de esos partidos, prefiriendo mirar hacia grupos que están fuera del ámbito parlamentario.

A unos y a otros se les olvida que la situación económica y política del país es muy diferente a la de décadas pasadas, y que hoy en día hay un porcentaje elevado del electorado que no solamente rompió con las tradiciones políticas predominantes en la segunda mitad del siglo pasado, sino que está más informado, que no come cuento fácilmente, y que tiene otros valores y otras aspiraciones. Precisamente por eso demandan participación efectiva en la construcción de propuestas político-electorales.

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Hacer alianzas a espaldas de esa realidad inexorablemente llevará al fracaso. Las iniciativas que solamente contemplan las cúpulas partidarias o las elites económicas e intelectuales nacerán muertas si no logran conectarse con fuerzas sociales concretas, que jueguen el necesario papel catalizador.

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