martes, 29 de noviembre de 2011

El país es una enorme presa

En los últimos días me ha tocado andar de presa en presa vehicular. No hay caso, casi por cualquier lugar donde usted se mueva se va a encontrar con una presa y casi a todas horas del día. La situación es prácticamente inaguantable en las horas pico, y ni hablar si ha ocurrido un choque o si hay alguna protesta en las calles.

Si le toca un bloqueo de la llamada "flota roja", de los arroceros, de los motociclistas, de los taxistas piratas o de cualquier otro grupo social o político, que con justa razón o sin ella, se sienta molesto o agraviado por alguna medida tomada por el gobierno, por una ley aprobada por la Asamblea Legislativa o por la falta de respuesta institucional a sus demandas, mejor no salir de la casa. Busque alguna excusa válida para no llegar a donde va, o agéncieselas para que le den una incapacidad en la Caja.

Lo cotidiano ha sido alterado por la irracionalidad del flujo del tránsito. Si usted quiere llegar a un sitio a una determinada hora, ya sea que use transporte público o auto privado, tendrá que salir mucho antes de lo acostumbrado y quizás ni aún así logre llegar a tiempo. Tal vez en una moto, irrespetando las leyes del tránsito. Como resultado, las jornadas de trabajo se han alargado, los períodos de descanso se han acortado y ha aumentado la tensión en las gentes.

Cuando usted está en medio de una presa nada se puede hacer. No puede moverse ni para adelante ni para atrás. Es como si de pronto usted fuera parte de un enorme reptil que lentamente se arrastra por calles y carreteras. Tiene que moverse al ritmo de un colectivo que depende a su vez de la velocidad de otros, de vías en mal estado, de señales mal colocadas o de ausencia de ellas, de semáforos nada “inteligentes” o de oficiales que dan vía o detienen el tránsito sin obedecer a ninguna lógica. En fin, el caos como parte de nuestras vidas o algo muy cercano a él.

¿Acaso no sucede lo mismo con el país? ¿No tiene usted la sensación de que estamos atrapados, como sociedad, en una inmensa presa que no se mueve, que no se sabe si se moverá, y si lo hace, cuál dirección tomará? ¿En una presa ante la cual los tráficos, léase los políticos, enfrascados en juegos de interés y peleas partidarias sin sentido, no están en disposición o son incapaces de dirigir eficientemente al colectivo hacia mejores y mayores metas de bienestar general? Y lo peor, ¿que a la mayoría de nosotros, ciudadanas y ciudadanos, no parece importarnos tampoco el destino final del colectivo, tal vez porque se siente impotente y prefiere la búsqueda individual de la subsistencia en medio de esa presa interminable?

No se si estoy cargando demasiado las tintas, pero antes de escribir esta columna me quedé otra vez atrapado en una presa y me dio por filosofar, mientras esperaba impotente que en algún momento del día se reanudara la circulación.

1 comentario:

  1. Muy bueno, los símiles y las metáforas siempre son útiles para tratar de entender algo tan complejo. Saludos, Margarita Rojas G.

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