martes, 26 de abril de 2011

El cuento de la ingobernabilidad

La ingobernabilidad es una especie de “coco” que se saca cada cierto tiempo para asustar a ingenuos. Desde el 1 de mayo de 1995, cuando el presidente Figueres Olsen usó el término para calificar la situación del país, las y los políticos nacionales lo incorporaron a su lenguaje con varios objetivos.

A veces se usa con el fin de desacreditar a instituciones y adversarios que se vuelven incómodos en su crítica a políticas públicas. La Defensoría, la Sala Constitucional, la Contraloría y por supuesto las fracciones de oposición, son a veces señaladas como creadoras de ingobernabilidad porque se traen abajo propuestas gubernamentales, generalmente con razón.

Otras veces la ingobernabilidad se usa para ocultar la incapacidad para llevar adelante planes y programas, o para negociar adecuadamente con fuerzas políticas y sociales. Es una forma de “quitarse el tiro”, como se dice popularmente. Asegurar que en este país no se puede hacer nada porque es ingobernable es una mala excusa para disfrazar incompetencia o carencia de propuestas realizables.

Son los usos y abusos de un término que apareció por los años setenta del siglo pasado, acuñado por una organización privada internacional, conocida como Comisión Trilateral, integrada por políticos, académicos y hombres de negocios de Estados Unidos, Europa y Japón. En un famoso informe de aquellos años la Comisión afirmó que las democracias occidentales estaban en proceso o se habían vuelto ingobernables, fundamentalmente por las políticas sociales. Había, por tanto, que empezar a recortar gasto público y rechazar nuevas demandas en el plano social.

Eran años en los que se preparaba la revolución neoconservadora impulsada por los gobiernos de Reagan en Estados Unidos y Thatcher en Inglaterra, que se extendería a todo el mundo gracias a las políticas empujadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. El término ingobernabilidad tiene entonces un olorcillo inevitablemente conservador.

Porque ineludiblemente la democracia como forma de gobierno contiene elementos de ingobernabilidad. La diversidad de actores políticos e intereses en juego muchas veces tensa el ambiente y entraba la gestión gubernamental. Pero si queremos vivir en democracia hay que aprender a convivir con ese componente. La gobernabilidad total, el sueño de muchos gobernantes, solamente existe en dictadura.

Por supuesto que hay límites y la ingobernabilidad puede desbordarse, pero Costa Rica está lejos de esa situación. Ingobernables son algunos países de América Latina y, por supuesto, muchas naciones africanas padecen de ingobernabilidad crónica. No es nuestro caso, aunque es evidente que tenemos serios problemas en la toma de decisiones, tramitación de proyectos y ejecución de políticas públicas. Los orígenes, sin embargo, son otros.

Todo esto dicho a propósito de la aseveración que un directorio legislativo de oposición provocará ingobernabilidad.

1 comentario:

  1. Manuel: creo que tenés la mitad de la razón. Cuando se usa "ingobernabilidad" para decir "aquí no se puede hacer nada" estamos, en efecto, frente al "coco". Pero ingobernabilidad también puede usarse para decir "aquí es endemoniadamente dificil hacer las cosas" y esto es cierto. Ejemplo obvio y sin perjuicio de una discusión más amplia: Caldera. 30 años para construir una carreterita corta, que estaba financiada desde el arranque. Uno supondría que no todos los Ministros de Transporte a lo largo de esos años eran incompetentes y/o corruptos. Hay obstáculos reales, que hay que corregir, y que no estamos ni siquiera discutiendo.

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