lunes, 11 de agosto de 2014

¿Quién gobierna?



Las denuncias sobre dineros gastados innecesariamente por el PAC en la autenticación de firmas, y las elevadas sumas pagadas a quien supuestamente condujo a la victoria a Luis Guillermo Solís –hoy asesor ad honorem--, hace saltar nuevamente la interrogante sobre el grado de influencia de los partidos en los gobiernos que eligen.

La realidad es que en Costa Rica los partidos políticos proporcionan el andamiaje para elegir presidente de la República, diputados y otros funcionarios, pero en sentido estricto no gobiernan. Esa es una de las grandes paradojas del sistema político costarricense. No lo hacen por varias razones, entre las que conviene destacar la debilidad de los partidos, que solamente funcionan como maquinarias más o menos eficientes en la consecución de los votos, y el anticuado ordenamiento legal que obliga a la separación formal entre partido y gobierno.

Durante la campaña electoral los partidos son tomados por el candidato y su grupo íntimo de “cocina”, generalmente muy pequeño y no necesariamente integrado en su totalidad por miembros del partido. Toda la estructura partidaria se supedita a ese mandato, incluyendo las estructuras formales, que entran en una especie de letargo invernal. El candidato y su grupo toman la mayoría de las decisiones y manejan a su antojo la campaña y las finanzas, a veces saltándose las reglas establecidas por el Tribunal Supremo de Elecciones.

La presidencia del partido y la secretaría son escasamente consultadas, y sus criterios a menudo son mal vistos, porque mientras unos piensan en ganar elecciones, los otros lo hacen en el futuro partidario, más allá de un probable gobierno. Si se ganan las elecciones, el grupo íntimo sigue tomando las decisiones con el presidente electo, excluyendo a las estructuras formales partidarias. Sin embargo, a la hora de las verdades es el comité ejecutivo el que tiene que rendir cuentas de los gastos al TSE y hacerse responsable de las tortas que otros pueden haber cometido.

El caso particular del PAC es aún más complicado, porque ha elegido por primera vez un gobierno, y como se trata de un partido pequeño, resultaba imposible llenar los cargos solo con militantes y simpatizantes con las calidades necesarias para desempeñarlos. Hubo que recurrir a personas ajenas al partido, muchas con visiones alejadas de lo que ha sido el planteamiento tradicional del PAC. Pero el cedazo empleado como filtro cumplió su papel a medias y no son pocos los “colados”, con las consiguientes inconsistencias en la acción gubernamental.

Resultado: la separación entre partido y gobierno ha empezado a ahondarse. Sin embargo, uno y otro se necesitan. Para seguir manteniéndose como partido el PAC requiere un gobierno exitoso; a su vez el gobierno necesita el apoyo del partido, sobre todo de cara a las elecciones de 2016. ¿Profundizaran sus diferencias o lograran un acuerdo aceptable para ambos, aunque se tenga que sacrificar personas?

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