martes, 21 de mayo de 2013

El avión, el avión



Mejor hubieran pagado de su propio peculio los pasajes de avión para un viaje privado a Perú, para asistir a la boda de uno de los hijos del vicepresidente Liberman.  Porque el viaje en el jet de la empresa THX Energy le ha salido carísimo al gobierno:  ha provocado una seria crisis interna, que precipitó nada menos que la caída de tres de las personas de mayor confianza de la presidenta Chinchilla.

Repito, un viaje privado cuyo carácter se ha intentado disfrazar aduciendo que se trataba de una visita oficial al presidente peruano Humala, para discutir asuntos relacionados con el tratado de libre comercio y la admisión de Costa Rica a la APEC, que es básicamente una organización de países de la cuenca del Océano Pacífico, donde también participan algunos de América Latina.

Mucho se ha hablado y escrito sobre este episodio que parece tener más cola que la que se ha visto hasta ahora.  Me parece, sin embargo, que hay cosas que han quedado de lado o sobre las cuales no se ha insistido mucho, como la “parafernalia del poder”, es decir, el conjunto de comportamientos, símbolos, costumbres y rituales, destinado a reforzar el poder de quienes ocupan los altos cargos de la administración.  Por eso se visten de una manera particular, viajan en autos o aviones especiales, son escoltados por motorizados, se les otorga un tratamiento especial, se les aleja de las gentes comunes y se vuelven prácticamente intocables.  Por supuesto que hay asuntos de seguridad que no se pueden despreciar, pero se exagera en la mayoría de los casos, porque el ejercicio del poder así lo exige.

Viajar en un avión especial forma parte de esta parafernalia.  Y como en Costa Rica no hay avión presidencial, pues entonces se recurre a las “cortesías” de empresas y gobiernos que disponen de tales aparatos, sin hacer muchas preguntas, como ha quedado en evidencia.  Usar un vuelo regular en un avión comercial, aunque se viaje en primera, aparentemente disminuye la imagen autoconstruida por quienes ejercen el poder, y que es alimentada por quienes se mueven a su alrededor.

La segunda cosa que me interesa destacar es la confusión entre lo público y lo privado que parece acechar a quienes ocupan altos cargos públicos.  Si no se tienen los pies sólidamente en la tierra, rápidamente se olvidan que son solamente administradores por un tiempo de bienes que pertenecen al conjunto de personas que viven en el país, y que no deben usarse, como en el caso que nos ocupa, para satisfacer intereses personales.

Esta historia del viaje presidencial a Perú me ha hecho recordar aquella vieja serie de televisión “La isla de la fantasía”, en la que actuaban Ricardo Montalbán y el pequeñito  Hervé Villechaize (Tattoo), ambos fallecidos.  La isla era un lugar en medio del océano, a donde arribaban hombres y mujeres que buscaban cumplir sus fantasías personales.  ¿Será ese el único motor que anima a quienes batallan por llegar al gobierno de Costa Rica?

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