martes, 13 de septiembre de 2011

Independientes pero…

Esta semana se conmemora el día de la independencia. Miles y miles de niños y adolescentes marcharán por calles y avenidas en desfiles alusivos a la celebración. Muchos discursos se escucharán, y la televisión y la radio estarán saturadas de cortos donde se nos dirá cuán felices y orgullosos debemos sentirnos por ser independientes.

Son días en los que hay que armarse de paciencia, porque pocos, muy pocos, usarán los espacios para reflexionar con alguna profundidad sobre el significado real de la independencia en el momento histórico en que se produjo, sobre sus consecuencias posteriores y, por encima de todo, sobre sus límites y posibilidades hoy en día.
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En 190 años de vida independiente hemos intentado construir una identidad nacional claramente diferente de otras, pero los esfuerzos han tenido éxitos parciales. Más allá de los mitos sobre una sociedad esencialmente democrática, sin grandes disparidades sociales, y semejante desde el punto de vista cultural y de color de piel, la realidad es mucho más compleja.

En primer lugar, es cierto que vivimos dentro de un clima de libertades individuales bastante amplio, incluyendo la posibilidad de elegir y ser electos. Pero votar cada cuatro años no significa necesariamente que elegimos los gobiernos que queremos, porque la mayor parte de las veces somos ajenos a los procesos de conformación de partidos y de candidaturas. Al final se nos presentan “productos acabados” y, ciertamente, podemos elegir entre unos y otros, pero sin control real sobre su “fabricación” y menos sobre su posterior desempeño.

En segundo lugar, varios “países” cohabitan en el mismo territorio. Las diferencias sociales, culturales y espaciales son cada vez mayores, y aunque en el fondo todos estamos interconectados por los hilos de la economía, es como si viviéramos en círculos concéntricos que no terminan de tocarse. Intentamos reconocernos unos con otros usando la “roja de la sele” el día en que hay partidos internacionales de fútbol, pero como casi siempre nos va mal, hasta ese elemento de identidad ha terminado por debilitarse bastante.

En tercer lugar, nuestra independencia social y política está cada vez más recortada. Siempre fue limitada por razones de nuestra pequeñez geográfica, la escasez de recursos naturales y nuestra inevitable dependencia económica. Pero en tiempos de globalización, el recorte se ha acentuado y muchas decisiones en economía y política que antes se tomaban dentro del país, hoy en día han pasado a manos del mercado mundial, de las transnacionales y de los organismos internacionales. Aquí solamente nos toca decir sí o sí.

Estas realidades no deben conducirnos necesariamente a la inacción y a la depresión. Al contrario, tomar conciencia de ellas puede llevarnos, a pesar de las limitaciones, a intentar sacar mayor partido de nuestras acciones en los espacios políticos y sociales en los que participamos. ¡Feliz día de la independencia!

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