lunes, 17 de marzo de 2014

Cordura y respeto



Las crisis son una oportunidad para probar la madera de la que están hechos los actores políticos, tanto individual como colectivamente.  Si la madera es mala o está podrida, corren el peligro de partirse e irse a pique, cual viejos barcos en una mar embravecida.

Los resultados de las elecciones del 2 de febrero y el singular abandono de Johnny Araya ("Nunca he renunciado a la candidatura a la Presidencia de la República… Lo único que hice, y eso deben tenerlo claro los costarricenses, es que tomé la decisión de no estar en contienda…"), han mostrado la situación de postración en que ha caído un partido que nueve veces ha conducido gobiernos a lo largo de 62 años de historia política de este país.  En las dos últimas dos semanas hemos asistido a un conjunto de respuestas inconexas y contradictorias de una dirigencia incapaz de reaccionar, pasada la sorpresa y la confusión inicial, con la contundencia y la coherencia que demandaba el difícil trance provocado por la cuestionada decisión de Araya.

En ausencia de un liderazgo claro las iniciativas individuales y de grupo se han disparado por todos lados, sin orden ni concierto.  Desde la formación de comisiones para dirigir lo que resta de “campaña”, pasando por las promesas ante la tumba de José Figueres Ferrer, de que la “lucha sin fin” continuará, hasta la entrega de la estafeta al candidato a la vicepresidencia Jorge Pattoni para que visite comunidades y llame a votar nuevamente por el PLN, sin saberse exactamente con cual propósito.  Lo único que ha faltado es la organización de rogativas a la Negrita para que salve a un partido que se hunde.

Ha faltado cordura y no ha habido respeto para el electorado, sobre todo para quienes todavía siguen votando verde y blanco sin entender que el PLN del pasado ya no existe.  Pero quizás sea mucho pedir a una dirigencia que no se ha dado cuenta que el país cambió, que las inercias del pasado ya no son suficientes para ganar elecciones, que cada vez es mayor el bloque de los sin partido y que buena parte de la gente está harta de un ejercicio del poder que ha terminado beneficiando a pocos y que ha propiciado la corrupción.

Como en política no puede pronunciarse a nadie el “requiescat in pace” prematuramente, digamos que la rehabilitación del partido es posible, aun cuando todavía no se vislumbre con claridad quien o quienes lo guiaran en la difícil etapa que se ha iniciado.  Va a la oposición sin la claridad de otros tiempos ni con el liderazgo de entonces.  La actual dirigencia, más allá de las declaraciones solemnes y los gritos plañideros, debería reconocer la gravedad del paciente y la necesidad de un diagnóstico correcto, antes de empezar a consumir medicinas que, sin la receta adecuada, podrían agravar la situación.

 

En los tiempos que corren se necesita mucho más que una retórica socialdemócrata vacía para movilizar mayoritariamente a un electorado cada vez más informado y exigente.

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