lunes, 20 de enero de 2014

A doce días



Conforme se acerca el día de las elecciones, la atención de la mayoría ciudadana inevitablemente se concentra en los posibles resultados.  En un proceso como el actual, donde no se vislumbra con claridad un posible ganador, la incertidumbre invade mentes y corazones, las expectativas y los miedos se disparan, las conjeturas se vuelven pan cotidiano y cada encuesta que se da a conocer acelera el pulso y provoca regocijo o malestar.

Pero, ¿qué es lo que realmente vamos a hacer el próximo 2 de febrero?  Pues votar por candidatos a la presidencia y listas de posibles diputados que nos presentan los diferentes partidos, en cuya confección hemos participado poco o nada.  Quizás ahí está la esencia de la aparente apatía ciudadana que tanto preocupa a políticos y a supuestos intérpretes del momento electoral.  Porque independientemente de sus calidades personales, el hecho es que todos los candidatos han sido designados en procesos internos limitados, unos más que otros, por partidos que no gozan de extendida confianza ciudadana.

La perdieron por su desempeño en gobiernos, Asamblea Legislativa y municipalidades.  Porque se olvidaron del origen del poder concedido:  el pueblo, que lo otorga a través del mecanismo electoral, con base en la confianza que le merezcan candidatos y propuestas de acción gubernamental o legislativa.  Y esa confianza está rota.  Una vez pasadas las elecciones, los partidos generalmente le vuelven la espalda al pueblo que votó por ellos y actúan de acuerdo con otros designios.

El sistema electoral limita la inscripción de candidaturas a partidos políticos organizados según las normas legales existentes.  No hay otras posibilidades por ahora, y como los partidos generalmente terminan siendo manejados por camarillas de interés político o económico, la posibilidad de postulación de candidaturas independientes de esos grupos se reduce casi a cero, en el plano nacional y en el local.  En otras palabras, que en la mayoría de los casos la cacareada democracia interna de los partidos solamente existe en el papel.

Por otro lado, independientemente de lo que ocurra en las elecciones nacionales, la realidad es que existen otros poderes económicos y políticos, con posibilidades de decisión y de veto en el campo de las políticas públicas.  Son poderes de hecho, con los cuales tienen que verse inevitablemente gobiernos y Asamblea Legislativa: conglomerados empresariales, cámaras patronales, sindicatos, medios de comunicación, iglesias, etc.  No están sujetos al escrutinio público y ordinariamente no actúan a la luz del día.  Tienen sus propias reglas de juego y sus relaciones con los poderes públicos son más bien opacas.  Pero existen, y su peso puede ser mayor que el voto ciudadano expresado en las urnas.

Así que, ¿por quién me dijo que va usted a votar el 2 de febrero?

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