martes, 19 de enero de 2010

El miedo en la política

En estas semanas previas a las elecciones de febrero de 2010, conviene reflexionar sobre el papel que juega el miedo en la política y, por supuesto, en los procesos electorales.

Este papel nos ha sido recordado recientemente por Corey Robin, periodista y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Brooklyn en el Centro de Graduados de la City University of New York, en su libro El miedo. Historia de una idea política.

Gobernantes, élites, iglesias y grupos de presión han usado el miedo para reforzar obediencia y fidelidades, y, por supuesto, para resguardar sus intereses. A lo largo de la historia el miedo ha acompañado a la política, porque como lo planteaba Hobbes hace mucho tiempo, sirve a las necesidades de quienes detentan el poder, y por tanto es algo persistente en la política y la sociedad.

Sin embargo, en los últimos diez años la política del miedo se ha revitalizado a partir de la respuesta de la administración Bush al atentado del 11 de setiembre de 2001. Desde entonces vivimos en una nueva era en donde el miedo es el motor fundamental que mueve a nuestras sociedades. Seguramente por una especie de ósmosis ese es un factor que ha colocado a la seguridad ciudadana como el tema de campaña electoral, más allá de la situación objetiva de la delincuencia y la criminalidad en nuestro país.

En la medida en que se estableció la dicotomía bien-mal, hemos asistido a un recorte sistemático de las libertades individuales, que hemos terminado por aceptar, en aras de la preservación del bien y de la seguridad individual y colectiva. Todos en mayor o menor medida nos hemos vuelto sospechosos y se nos trata como tal, cuando entramos a bancos, oficinas públicas, centros comerciales y, por supuesto, cuando solicitamos visa para viajar a otro país y cuando abordamos un avión. Presuntamente la seguridad demanda que seamos objeto de una serie de “medidas” que otrora serían calificadas como vejaciones.

El miedo ha invadido todos los aspectos de nuestra vida cotidiana: se nos asusta con todo: con el diferente, con el de otro color, con el de otras ideas. Hasta miedo nos da decir lo que pensamos, no sea que pasemos a engrosar la lista de los peligrosos. ¡Y muchos que creíamos que esas épocas ya habían pasado!

En nuestro país el miedo se ha venido usando sistemáticamente en la política. El famoso “memorando”, que apareció en la discusión del TLC, es quizás la muestra más fehaciente de ello.

Y por supuesto que se está usando ahora, con los libertarios, que por primera vez en su corta historia parece que están logrando un crecimiento electoral importante, que podría ponerlos a jugar la final, si se llegar a la segunda ronda. Curiosamente, es el PLN quien de nuevo usa el artificio del miedo, y seguramente otra vez le dará resultados positivos para sus fines electorales, porque el miedo no da campo para la reflexión y las personas reaccionan automáticamente, como ha venido pasando con el famoso planteamiento libertario de 1995, que ha sido reciclado para efectos electorales.

No sé si Otto Guevara y su partido sostienen las mismas posiciones de entonces; no han dicho nada al respecto. Pero ya yo estoy curado de espanto. Durante más de dos décadas he venido escuchando la misma cantaleta: “ahí viene el coco, sálvese quién pueda”, usada para disfrazar intereses e intensiones la mayoría de veces nada santas.

Mientras tanto el “coco” desde mucho tiempo atrás ha estado con nosotros, se ha movido libremente y a sus anchas, sin que lográramos salvarnos a tiempo porque la atención la habíamos colocado en el lugar no indicado. La verdad es que las grandes transformaciones económicas y sociales ya ocurrieron, y no debemos olvidar que el TLC fue aprobado con el apoyo de los libertarios, que en ese momento no eran “cocos” para quienes han estado en el poder y pretenden continuar en él.

Así que no se dejen llevar por el miedo, tómense su tiempo para pensar y emitan el voto de la forma más racional posible.

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