lunes, 12 de octubre de 2009

Ni antes ni ahora: a propósito de un libro inédito de Carlos Sojo

Igualiticos nunca hemos sido, como lo demuestra fehacientemente este nuevo libro de Carlos Sojo. Hay un mito sobre el pasado costarricense que llega hasta nuestros días: la existencia de una sociedad de pequeños productores campesinos, todos iguales; labriegos sencillos, como dice el Himno Nacional, sin grandes diferencias económicas y sociales entre ellos, que se fue reproduciendo con el paso del tiempo. Pero esa visión idílica no resiste el examen serio de los hechos, como lo han mostrado estudios históricos rigurosos.

La sociedad colonial fue desigual económica y socialmente. Como lo ha sido señalado repetidamente, en dicha sociedad a las personas se les categorizaba de acuerdo con su origen: españoles, indios, negros, mestizos, mulatos, zambos, pardos, tercerón, cuarterón, quinterón y sexterón, eran algunas de las categorías aplicadas (Ver Meléndez Obando, Mauricio, en Columna Raíces, http://www.nacion.com/ln_ee/ESPECIALES/raices/anteriores.html). En otras palabras, que a pesar de su reducido tamaño, la sociedad colonial no era precisamente una sociedad de iguales: las relaciones sociales estaban normadas por el color de la piel de las personas y por su ascendencia familiar. En la cúspide estaban los españoles, por supuesto, y en la base los indios, negros, mulatos, zambos y pardos. La estratificación social servía para sostener un sistema económico basado en la explotación de indios y negros, estos últimos, sobre todo, en calidad de esclavos. El intento fracasado de establecer una economía de plantación en el litoral Caribe, basada en el cultivo del cacao con mano de obra esclava, indica la existencia de un número importante de esclavos en manos de peninsulares y criollos. Dicho sea de paso, la ruina de esas plantaciones y de otras aventuras productivas, evitó la acentuación de las diferencias económicas y sociales.

Gran parte de la desigualdad social y económica de la colonia fue trasladada a la sociedad postcolonial, a pesar de fenómeno del mestizaje. Si bien es cierto que los relatos de viajeros del Siglo XIX nos indican que la distancia social era menor que en otras sociedades centroamericanas, y que en los espacios públicos se observaba una interacción pacífica entre “dones” y “peones”, eso no significa la inexistencia de desigualdades. Con la introducción de la agricultura del café nuevas desigualdades aparecieron; otras desaparecieron, y así sucesivamente a lo largo de nuestra historia, aunque con particularidades que nos localizaron en un lugar muy diferente al resto de Centroamérica.

Sin embargo, hay un momento en que se construye ese mito de la igualdad originaria, que llega con fuerza hasta nosotros. Sojo, al igual que otros investigadores, sitúa ese momento en el período denominado II República, desde finales de los años cuarenta, hasta inicios de la crisis de los ochentas. La construcción está basada en el lanzamiento de las instituciones de bienestar social –salud y educación públicas extendidas, así como empleo en la nueva institucionalidad estatal--, que provocaron un importante proceso de ascenso social. Es el momento de expansión de la clase media, que hasta entonces había sido bastante pequeña.

La desigualdad presente en la sociedad costarricense hoy en día es incomparable a las de otros períodos históricos. Las distancias en ingresos entre clases y sectores sociales han aumentado considerablemente, derivando, por un lado, en patrones de consumo que contrastan violentamente los unos con los otros, y, por el otro, en una limitación de la movilidad social, sobre todo entre estratos medios y altos, como lo han mostrado investigaciones recientes. Las mansiones en barrios privados, los enormes y ostentosos autos, las tiendas exclusivas y los restaurantes de lujo, son apenas una muestra de las desigualdades presentes, que seguramente se han ido traduciendo en subculturas y mentalidades híbridas, que apenas comienzan a aflorar. También han emergido otras desigualdades que habían sido cuidadosamente ocultadas, como las de género, las étnicas y las de opción social.

Sojo se hace varias preguntas en relación al presente: ¿persiste en las representaciones individuales la afirmación de una naturaleza igualitaria en la sociedad costarricense? ¿Perciben cambios las personas en sus relaciones con otras y en su comprensión de las estructuras y jerarquías sociales? ¿Preocupa la desigualdad y se considera creciente como creen los investigadores? ¿Cambia en definitiva la definición de la sociedad, la valoración que se tiene del problema de la desigualdad? Estas preguntas trata de responderlas a través de un conjunto de entrevistas realizadas a personas localizadas diferencialmente en diversos planos de la realidad: social, económico, laboral, educativo, espacial, sexual, etc. Estas entrevistas y su análisis seguramente son las mayores contribuciones que hace el libro.

Es muy interesante seguir las respuestas del conjunto de personas entrevistadas, tanto en lo relativo a la percepción que tienen de las desigualdades presentes en la sociedad actual –que no se reducen solamente al plano de lo económico—sino también a las causas que señalan como origen de esas desigualdades. Dentro de ese conjunto se encuentran personas que revelan una gran claridad en cuanto al panorama de las desigualdades y a su origen estructural; pero también se observa como el peso del pasado y de las visiones predominantes sobre el orden social, incluidas las religiosas, están presentes en muchas de las explicaciones.

Las ideas que las personas se hacen sobre el lugar que ocupan en la estructura social están presentes, por supuesto, en el trasfondo de las explicaciones. En ese sentido llama mucho la atención la pervivencia de una imagen de sociedad integrada fundamentalmente por la clase media, que opera como una especie de toldo encubridor de las diferencias objetivas que se han desarrollado en los últimos veinte años. Los sistemas sociales se modifican a lo largo del tiempo y con ellos la base económica de las desigualdades, pero a veces sus representaciones sociales no lo hacen tan rápidamente y permanecen como anacronismos, aunque con consecuencias sociales y políticas reales.

A pesar de que la evidencia empírica indica que en el último período señalado por Sojo –la época de la liberalización económica--, ha ocurrido un proceso diferenciador acelerado, la herencia “ideológica“ de la II República” todavía permanece, con derivaciones políticas significativas. El “atraso” político que presentan algunos grupos sociales que siguen adheridos a fórmulas partidarias que objetivamente no representan sus intereses, podría tener origen en la permanencia del pasado en el plano de las representaciones sociales. Porque igualiticos no hemos sido ni antes ni ahora.

Pero esa es una hipótesis derivada de la lectura del libro de Carlos Sojo, que seguramente dará origen a muchas otras y a interesantes discusiones sobre el reflejo en las mentalidades sociales de las transformaciones estructurales de la sociedad, así como sobre el impacto de dichas mentalidades en la cultura política costarricense. En fin, un libro que merece ser leído con atención, y que sin duda pasará a ocupar un lugar preponderante en la sociología costarricense de las desigualdades.

2 comentarios:

  1. Muy interesante...cuándo estará publicado el libro de Sojo?...y ahora, una provocación:la Costa Rica de inicios del siglo XXI se me parece muchísimo a la Costa Rica colonial...y creo que el parecido irá en aumento conforme siga consolidándose este proceso de polarización que inició hace unos 20 años. La desiguldad además, viene acompañada de un resurgimiento del poder religioso. Los fundamentalismos religiosos siempre vienen de la mano de los fundamentalismos económicos...no es cierto?

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  2. Creo que será publicado antes del fin del año. Provocador tu comentario.

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