No sé si se enteraron, pero el miércoles anterior, el Diario Extra publicó los resultados de una encuesta reciente de CID-Gallup –otros habían sido publicados en La República del 31 de octubre--, en donde se da cuenta de cómo van a votar católicos y cristianos de otras denominaciones.
De acuerdo con estos resultados, por Laura Chinchilla va a votar el 49% de los católicos y un 37% de los evangélicos encuestados. El 44% del total de católicos y cristianos de otras denominaciones, votaría por Chinchilla. Solís, en cambio, según la encuesta, tiene un mayor respaldo relativo en los potenciales votantes evangélicos y menos en los católicos. La información no indica los porcentajes de población que se definen como católica, como evangélica o sin religión.
Seguramente los responsables de la encuesta decidieron hacer estos cruces en los resultados, motivados por la reciente discusión alrededor de la propuesta de reformas a los artículos 71 y 194 de la Constitución Política, que provocó una exagerada reacción de la jerarquía de la Iglesia Católica, que haciendo gala de su poder político atrancó las puertas y evitó cualquier análisis racional del asunto. El Obispo Ulloa llamó a no votar por los candidatos que apoyaran tal reforma, en abierta violación de la normativa que impide a los sacerdotes participar en política electoral.
La salida de los obispos provocó una danza oportunista de parte de los políticos, que procuraron tomar distancias, sobre todo los que habían firmado la propuesta de reformas; pero los premios se los ganó el Partido Liberación Nacional. Los diputados firmantes inmediatamente retiraron sus firmas, y las candidatas y candidatos a diputados por ese Partido, con la venia de doña Laura Chinchilla, hicieron un manifiesto público comprometiéndose a sepultar el proyecto, si les llegaba a sus manos en una próxima legislatura.
El Diario Extra, según la información publicada, solicitó reacciones de los partidos. Interesante destacar que por el PLN respondió el diputado Fernando Sánchez, quien sin empacho se presentó como el “Enlace entre el Movimiento de Laura Chinchilla y la Iglesia Católica,” y prácticamente invistió a doña Laura como la candidata del pueblo católico, con olvido de los otros cristianos, de los creyentes de otras religiones y de los que no profesan ningún credo religioso. ¿Estaremos retrocediendo a las últimas décadas del siglo diecinueve?
Es un asunto sin importancia, me dirán algunos; pero a mi me parece significativo e indicativo de la era en que hemos entrado en política: una era de mayor conservadurismo, donde algunos temas no se pueden discutir abiertamente en las arenas públicas, porque son objetados ad portas por motivos religiosos.
No deja de ser paradójico que mientras el ámbito estadounidense se ha abierto a la discusión de temas que impedía el dominio del neoconservadurismo, sobre todo durante las administraciones de Bush, en Costa Rica estemos marchando en el sentido contrario. ¿O me equivoco?
lunes, 16 de noviembre de 2009
lunes, 9 de noviembre de 2009
La pobreza no es un porcentaje
A raíz de los resultados de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples de 2009, se ha abierto nuevamente la discusión sobre el tamaño real de la pobreza en Costa Rica y sobre la efectividad o ineficiencia de los programas gubernamentales destinados a su combate.
Llama poderosamente la atención el escaso deterioro con relación al año anterior, en plena crisis, pues según la Encuesta, la pobreza pasó de 17,7% a 18,5%. No podemos olvidar, sin embargo, que detrás de los porcentajes hay 236.668 hogares y 1.000.691 personas. La quinta parte de los habitantes de este país. ¡Un montón de gente!
Seguramente son muchos más, porque el desempleo pasó del 4,9% al 7,8%, y el desempleo o empleo precario son las principales causas de la pobreza. Es decir, que en julio pasado 165.944 personas estaban desocupadas. A ese total hay sumar las personas en situación de subempleo visible e invisible. Además, en la información suministrada por el INEC se aclara que se clasifican solamente los hogares con ingresos conocidos, pero no se dice cuántos son los hogares.
En todo caso, la pobreza no es un número ni un porcentaje; es una condición humana degradada que debería ser inaceptable para las personas que no estamos en esa situación. Es un indicador de que hemos fracasado como sociedad en la creación de condiciones de bienestar social y desarrollo humano para la gran mayoría de las personas. Las comparaciones no valen; no importa sin son menos o más en relación a otros países. Tampoco si lo que ha hecho este gobierno es mejor o peor que otros. El hecho es que mientras escribo estas líneas, hay una gran cantidad de gente que no sabe si va a comer hoy y si podrá dormir bajo un techo seguro. Mientras unos cuantos disfrutan de comodidades en exceso, otros carecen de lo mínimo vital.
Excusas nunca faltarán para justificar la existencia de la pobreza, la mayoría tramposas. Pero ninguna de ellas puede justificar una situación éticamente inaceptable. Si este país pudo disminuir la pobreza en casi 30 puntos porcentuales entre 1950 y 1970, ¿por qué desde entonces no ha ocurrido una nueva disminución significativa? ¡Les dejo con esa pregunta!
Llama poderosamente la atención el escaso deterioro con relación al año anterior, en plena crisis, pues según la Encuesta, la pobreza pasó de 17,7% a 18,5%. No podemos olvidar, sin embargo, que detrás de los porcentajes hay 236.668 hogares y 1.000.691 personas. La quinta parte de los habitantes de este país. ¡Un montón de gente!
Seguramente son muchos más, porque el desempleo pasó del 4,9% al 7,8%, y el desempleo o empleo precario son las principales causas de la pobreza. Es decir, que en julio pasado 165.944 personas estaban desocupadas. A ese total hay sumar las personas en situación de subempleo visible e invisible. Además, en la información suministrada por el INEC se aclara que se clasifican solamente los hogares con ingresos conocidos, pero no se dice cuántos son los hogares.
En todo caso, la pobreza no es un número ni un porcentaje; es una condición humana degradada que debería ser inaceptable para las personas que no estamos en esa situación. Es un indicador de que hemos fracasado como sociedad en la creación de condiciones de bienestar social y desarrollo humano para la gran mayoría de las personas. Las comparaciones no valen; no importa sin son menos o más en relación a otros países. Tampoco si lo que ha hecho este gobierno es mejor o peor que otros. El hecho es que mientras escribo estas líneas, hay una gran cantidad de gente que no sabe si va a comer hoy y si podrá dormir bajo un techo seguro. Mientras unos cuantos disfrutan de comodidades en exceso, otros carecen de lo mínimo vital.
Excusas nunca faltarán para justificar la existencia de la pobreza, la mayoría tramposas. Pero ninguna de ellas puede justificar una situación éticamente inaceptable. Si este país pudo disminuir la pobreza en casi 30 puntos porcentuales entre 1950 y 1970, ¿por qué desde entonces no ha ocurrido una nueva disminución significativa? ¡Les dejo con esa pregunta!
martes, 3 de noviembre de 2009
Piedras en el zapato
Sobre la caída del puente, que arrojó dolor y luto, se ha dicho ya mucho, aunque faltan los resultados de la investigación para sentar responsabilidades, que supuestamente se está realizando. Independientemente de la labor que efectuara –no tengo criterios para evaluar su trabajo--, la renuncia de la Ministra González se imponía: se le había acabado el espacio político. Quedarse en el cargo hubiera sido suicida para ella y la habría convertido en una incómoda piedra en el zapato para el gobierno y para la candidata Chinchilla. Un blanco perfecto para venenosos dardos políticos, en plena campaña electoral.
No sé si recibió presiones de autoridades políticas para que renunciara, porque el Presidente Arias parecía estar dispuesto a mantenerla en el cargo. Pero en el documento de renuncia dijo que: “…hoy lo que priva es el dolor de muchos y el interés político de unos pocos, pero en puestos claves” (el subrayado es mío) Como no aclaró el significado de la segunda parte de la frase, necesariamente se presta para conjeturas. ¿Quiénes son esos pocos y en puestos clave?
En la segunda parte de ese documento, cuando señaló aspectos en los que no había fallado el Ministerio a su cargo, comenzó diciendo lo siguiente: “No les fallamos a los cientos de miles de turistas que en Alajuela o en Liberia, entrarán al país en un aeropuerto de categoría mundial fomentando una gran primera impresión, que redundará en más trabajo para hoteles, productores, vendedores y comunidades.” ¡Qué desafortunado inicio! Se les falló a comunidades necesitadas de puentes y carreteras, pero no a los turistas. Cuestión de prioridades, al menos en la redacción del comunicado.
Pero el mundo está al revés. Mientras unos pierden la vida, porque se cae un puente en mal estado, y una comunidad queda dolida y aislada, otros usan el transporte del Estado para fines personales y partidistas. ¿Es que hay ciudadanías de primera, segunda y tercera categoría?
Otro asunto a aclarar y en el menor tiempo posible. Y otra piedra en el zapato para el PLN y su candidata; pero una oportunidad para mostrar firmeza y honestidad. Sin embargo, de primera entrada la fracción del PLN manejó mal el asunto. Colmaron de elogios a su compañera de bancada y la declararon inocente de cualquier cargo, sin que mediara investigación alguna. Hasta la presidenta del Tribunal de Ética adelantó criterio y se descalificó. ¡Que confusión entre amistad, partidismo e interés público! Ojalá no salgan con aquello de “vicios privados virtudes públicas”.
También una piedra en el zapato para el Tribunal Supremo de Elecciones; pero una oportunidad para mostrar independencia de criterio y firmeza a inicios de un proceso electoral. Por esa razón no debe darle largas al asunto ni salir con medias tintas. Cometería un grave error si asume una actitud complaciente al inicio de la campaña y estrenando Código. Las señoras y los señores magistrados deben recordar que hay ojos críticos pendientes de su labor.
No sé si recibió presiones de autoridades políticas para que renunciara, porque el Presidente Arias parecía estar dispuesto a mantenerla en el cargo. Pero en el documento de renuncia dijo que: “…hoy lo que priva es el dolor de muchos y el interés político de unos pocos, pero en puestos claves” (el subrayado es mío) Como no aclaró el significado de la segunda parte de la frase, necesariamente se presta para conjeturas. ¿Quiénes son esos pocos y en puestos clave?
En la segunda parte de ese documento, cuando señaló aspectos en los que no había fallado el Ministerio a su cargo, comenzó diciendo lo siguiente: “No les fallamos a los cientos de miles de turistas que en Alajuela o en Liberia, entrarán al país en un aeropuerto de categoría mundial fomentando una gran primera impresión, que redundará en más trabajo para hoteles, productores, vendedores y comunidades.” ¡Qué desafortunado inicio! Se les falló a comunidades necesitadas de puentes y carreteras, pero no a los turistas. Cuestión de prioridades, al menos en la redacción del comunicado.
Pero el mundo está al revés. Mientras unos pierden la vida, porque se cae un puente en mal estado, y una comunidad queda dolida y aislada, otros usan el transporte del Estado para fines personales y partidistas. ¿Es que hay ciudadanías de primera, segunda y tercera categoría?
Otro asunto a aclarar y en el menor tiempo posible. Y otra piedra en el zapato para el PLN y su candidata; pero una oportunidad para mostrar firmeza y honestidad. Sin embargo, de primera entrada la fracción del PLN manejó mal el asunto. Colmaron de elogios a su compañera de bancada y la declararon inocente de cualquier cargo, sin que mediara investigación alguna. Hasta la presidenta del Tribunal de Ética adelantó criterio y se descalificó. ¡Que confusión entre amistad, partidismo e interés público! Ojalá no salgan con aquello de “vicios privados virtudes públicas”.
También una piedra en el zapato para el Tribunal Supremo de Elecciones; pero una oportunidad para mostrar independencia de criterio y firmeza a inicios de un proceso electoral. Por esa razón no debe darle largas al asunto ni salir con medias tintas. Cometería un grave error si asume una actitud complaciente al inicio de la campaña y estrenando Código. Las señoras y los señores magistrados deben recordar que hay ojos críticos pendientes de su labor.
lunes, 26 de octubre de 2009
El poder: ¿para qué lo quieren?
Nueve partidos han completado las inscripciones de sus candidatos a presidente y vicepresidentes, y afinan sus estrategias con la mira puesta en el primer domingo de febrero de 2010.
En la televisión y en la radio han comenzado a aparecer “spots” y cuñas donde se resaltan la virtudes de los candidatos y candidatas, y, por supuesto, los defectos de los adversarios. Algunos de estos materiales son ingeniosos, incluso chistosos, pero no están dirigidos a despertar la reflexión más o menos profunda de las y los electores. Finalmente el mensaje es escueto: los que están en el gobierno y pretenden continuar en él, evalúan todo positivamente; para quienes están enfrente, todo se ha hecho mal, incluso desde mucho tiempo atrás, y quieren el poder, porque tienen las propuestas correctas y porque todo lo harán bien. La ecuación parece ser muy simple: adecuado enfoque, más técnicas correctas, más honestidad, igual a buen gobierno. Simple pero engañosa.
¿Para qué realmente quieren el poder Laura Chinchilla, Otón Solís y Otto Guevara, para mencionar solamente a quienes aparecen en los primeros lugares de las encuestas? ¿Hacia dónde quieren llevar esta sociedad? ¿Cuáles son los sueños que alimentan sus propuestas de buen gobierno? No lo sabemos claramente. Hasta ahora solo tenemos vagas referencias a la eficiencia de las instituciones, a la lucha contra la corrupción, al mejor empleo de los recursos públicos, al combate a la pobreza, a la seguridad ciudadana. Pero todo eso, ¿en función de qué proyecto de sociedad?
Siento una ausencia de sueños en candidatas, candidatos y partidos. En lo que escriben, en lo que dicen, no hay mayores vuelos, solo horizontes chatos. Sus propuestas –las que se conocen hasta ahora—son colecciones de medidas, que van apareciendo en las pantallitas de los televisores o en las presentaciones “power point”. ¿Cómo se insertan esas medidas o propuestas de políticas en un marco más amplio? ¿Cuáles son las visiones de sociedad que hay detrás? ¿Un país desarrollado, como repite Oscar Arias, sin señalar sus contornos? Porque si el modelo son las sociedades del norte, con su cultura de consumismo y desperdicio, de drogadicción y de violencia, de capitalismo exacerbado y de guerras intervencionistas, gracias, pero paso.
Gobernar no es solamente un asunto de empleo de técnicas o de mejor gestión; es, fundamentalmente, se tenga o no conciencia de ello, una operación de conducción del Estado y la sociedad, por ciertos rumbos, que siempre se asegura que son para el logro del bienestar y la felicidad del conjunto. Pero como detrás de las buenas intenciones puede haber un oscuro mar de fondo, mejor, señoras candidatas y señores candidatos, nos dicen hacia dónde nos quieren llevar.
O, dicho claramente, ¿para qué carajos quieren el poder?
En la televisión y en la radio han comenzado a aparecer “spots” y cuñas donde se resaltan la virtudes de los candidatos y candidatas, y, por supuesto, los defectos de los adversarios. Algunos de estos materiales son ingeniosos, incluso chistosos, pero no están dirigidos a despertar la reflexión más o menos profunda de las y los electores. Finalmente el mensaje es escueto: los que están en el gobierno y pretenden continuar en él, evalúan todo positivamente; para quienes están enfrente, todo se ha hecho mal, incluso desde mucho tiempo atrás, y quieren el poder, porque tienen las propuestas correctas y porque todo lo harán bien. La ecuación parece ser muy simple: adecuado enfoque, más técnicas correctas, más honestidad, igual a buen gobierno. Simple pero engañosa.
¿Para qué realmente quieren el poder Laura Chinchilla, Otón Solís y Otto Guevara, para mencionar solamente a quienes aparecen en los primeros lugares de las encuestas? ¿Hacia dónde quieren llevar esta sociedad? ¿Cuáles son los sueños que alimentan sus propuestas de buen gobierno? No lo sabemos claramente. Hasta ahora solo tenemos vagas referencias a la eficiencia de las instituciones, a la lucha contra la corrupción, al mejor empleo de los recursos públicos, al combate a la pobreza, a la seguridad ciudadana. Pero todo eso, ¿en función de qué proyecto de sociedad?
Siento una ausencia de sueños en candidatas, candidatos y partidos. En lo que escriben, en lo que dicen, no hay mayores vuelos, solo horizontes chatos. Sus propuestas –las que se conocen hasta ahora—son colecciones de medidas, que van apareciendo en las pantallitas de los televisores o en las presentaciones “power point”. ¿Cómo se insertan esas medidas o propuestas de políticas en un marco más amplio? ¿Cuáles son las visiones de sociedad que hay detrás? ¿Un país desarrollado, como repite Oscar Arias, sin señalar sus contornos? Porque si el modelo son las sociedades del norte, con su cultura de consumismo y desperdicio, de drogadicción y de violencia, de capitalismo exacerbado y de guerras intervencionistas, gracias, pero paso.
Gobernar no es solamente un asunto de empleo de técnicas o de mejor gestión; es, fundamentalmente, se tenga o no conciencia de ello, una operación de conducción del Estado y la sociedad, por ciertos rumbos, que siempre se asegura que son para el logro del bienestar y la felicidad del conjunto. Pero como detrás de las buenas intenciones puede haber un oscuro mar de fondo, mejor, señoras candidatas y señores candidatos, nos dicen hacia dónde nos quieren llevar.
O, dicho claramente, ¿para qué carajos quieren el poder?
domingo, 18 de octubre de 2009
Si no creyera en lo que creo…
Mercedes Sosa In Memoriam
El pasado fin de semana estuve escuchando “Cantora”, un CD doble, que supongo fue la última producción discográfica de esta extraordinaria mujer. Es un recorrido por lo mejor de sus canciones, y una exploración de nuevas, acompañada por una pléyade de cantantes como Joan Manuel Serrat, Shakira, Diego Torres, Julieta Venegas, Franco de Vita, Jorge Drexler, Caetano Veloso, Julieta Venegas, Diego Torres, Pedro Aznar, León Gieco, Joaquín Sabina, Fito Páez, Charly García, Daniela Mercury, Valeria Lynch, Gustavo Cerati y Vicentico, entre otros.
Oigo las canciones con una mezcla de admiración, ternura y “saudade”. Seguramente porque soy de una generación de latinoamericanos cuyos sueños fueron en buena parte alimentados por artistas como Mercedes. Por eso su muerte la vivimos como otra mutilación del paisaje; como enorme agujero que se abre y que no se puede reparar. Al llegar a cierta etapa de la vida uno empieza a vivir las muertes de quienes ha querido o de quienes han significado algo en nuestro caminar, como la caída de árboles en el horizonte personal, que se ve así amenazando de convertirse una monótona línea horizontal, algo así como el comienzo de un desierto.
Ciertamente, unos se van y otros aparecen, árboles jóvenes, pero como dice una antigua canción de María Elena Walsh, “Cuando un amigo se va nadie nos devolverá todo el corazón que le prestamos, tanta compartida soledad.” Y la negra Sosa es una amiga querida que se nos fue y que nadie nos la devolverá.
Por supuesto que lo de “querida amiga” es figurado, porque mi relación personal con ella fue fugaz, efímera, pero suficiente, vista ahora a la distancia. La mayoría de las veces que vino a Costa Rica, fui con Ligia a escucharla. Pero solamente una vez pudimos conversar con ella. Fue una noche después de un concierto en el Teatro Nacional, en un asado organizado por Dante Polimeni, otro árbol que cayó y que seguro algunas de las personas que me lean recordarán como un extraordinario amigo y librero, dueño de la desaparecida Librería Macondo, al frente de la Biblioteca Carlos Monge, de la UCR.
Dante sí era amigo de Mercedes. Esa noche invitó a un pequeño grupo a una casa en Colonia del Río, en Guadalupe. Ahí nos sentamos en círculo en una terraza, a conversar con Mercedes, un “monstruo musical” en el escenario, pero una cálida y sencilla mujer en las relaciones interpersonales. Al menos esa fue la sensación que me quedó. Perdida en los vericuetos de la memoria estará lo que conversamos. Solamente retengo un fragmento: Mercedes nos comentaba sobre sus conciertos en Japón, impresionada por la devoción con la escuchaban los japoneses y la calidez de sus aplausos. Mientras cantaba, nos dijo, se preguntaba sobre lo que podrían estar sintiendo aquellos públicos que no entendían nada de español. Seguro que no entendían nada, pero sí sentían la emoción que prodigaba Mercedes en el escenario.
Ahora escucho, del primer CD que les comentaba, “La Maza”, de Silvio Rodríguez, interpretada junto con Shakira. Sin restarle méritos a Silvio, por supuesto, la interpretación de estas dos mujeres me transmite una gran emoción e inevitablemente me hace reflexionar sobre el sentido de lo que uno hace, porque sin creencias firmes, sin sueños de una sociedad diferente, más equitativa y tolerante, como dice la letra, “Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera, qué cosa fuera la maza sin cantera. Un testaferro del traidor de los aplausos, un servidor de pasado en copa nueva, un eternizador de dioses del ocaso, júbilo hervido con trapo y lentejuela. ¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera?”
¡Si no creyera en lo que creo...! Pero mejor escuchen el mensaje de Silvio, a estas dos mujeres y piensen...
http://www.youtube.com/watch?v=zXBze4zysYk
El pasado fin de semana estuve escuchando “Cantora”, un CD doble, que supongo fue la última producción discográfica de esta extraordinaria mujer. Es un recorrido por lo mejor de sus canciones, y una exploración de nuevas, acompañada por una pléyade de cantantes como Joan Manuel Serrat, Shakira, Diego Torres, Julieta Venegas, Franco de Vita, Jorge Drexler, Caetano Veloso, Julieta Venegas, Diego Torres, Pedro Aznar, León Gieco, Joaquín Sabina, Fito Páez, Charly García, Daniela Mercury, Valeria Lynch, Gustavo Cerati y Vicentico, entre otros.
Oigo las canciones con una mezcla de admiración, ternura y “saudade”. Seguramente porque soy de una generación de latinoamericanos cuyos sueños fueron en buena parte alimentados por artistas como Mercedes. Por eso su muerte la vivimos como otra mutilación del paisaje; como enorme agujero que se abre y que no se puede reparar. Al llegar a cierta etapa de la vida uno empieza a vivir las muertes de quienes ha querido o de quienes han significado algo en nuestro caminar, como la caída de árboles en el horizonte personal, que se ve así amenazando de convertirse una monótona línea horizontal, algo así como el comienzo de un desierto.
Ciertamente, unos se van y otros aparecen, árboles jóvenes, pero como dice una antigua canción de María Elena Walsh, “Cuando un amigo se va nadie nos devolverá todo el corazón que le prestamos, tanta compartida soledad.” Y la negra Sosa es una amiga querida que se nos fue y que nadie nos la devolverá.
Por supuesto que lo de “querida amiga” es figurado, porque mi relación personal con ella fue fugaz, efímera, pero suficiente, vista ahora a la distancia. La mayoría de las veces que vino a Costa Rica, fui con Ligia a escucharla. Pero solamente una vez pudimos conversar con ella. Fue una noche después de un concierto en el Teatro Nacional, en un asado organizado por Dante Polimeni, otro árbol que cayó y que seguro algunas de las personas que me lean recordarán como un extraordinario amigo y librero, dueño de la desaparecida Librería Macondo, al frente de la Biblioteca Carlos Monge, de la UCR.
Dante sí era amigo de Mercedes. Esa noche invitó a un pequeño grupo a una casa en Colonia del Río, en Guadalupe. Ahí nos sentamos en círculo en una terraza, a conversar con Mercedes, un “monstruo musical” en el escenario, pero una cálida y sencilla mujer en las relaciones interpersonales. Al menos esa fue la sensación que me quedó. Perdida en los vericuetos de la memoria estará lo que conversamos. Solamente retengo un fragmento: Mercedes nos comentaba sobre sus conciertos en Japón, impresionada por la devoción con la escuchaban los japoneses y la calidez de sus aplausos. Mientras cantaba, nos dijo, se preguntaba sobre lo que podrían estar sintiendo aquellos públicos que no entendían nada de español. Seguro que no entendían nada, pero sí sentían la emoción que prodigaba Mercedes en el escenario.
Ahora escucho, del primer CD que les comentaba, “La Maza”, de Silvio Rodríguez, interpretada junto con Shakira. Sin restarle méritos a Silvio, por supuesto, la interpretación de estas dos mujeres me transmite una gran emoción e inevitablemente me hace reflexionar sobre el sentido de lo que uno hace, porque sin creencias firmes, sin sueños de una sociedad diferente, más equitativa y tolerante, como dice la letra, “Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera, qué cosa fuera la maza sin cantera. Un testaferro del traidor de los aplausos, un servidor de pasado en copa nueva, un eternizador de dioses del ocaso, júbilo hervido con trapo y lentejuela. ¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera?”
¡Si no creyera en lo que creo...! Pero mejor escuchen el mensaje de Silvio, a estas dos mujeres y piensen...
http://www.youtube.com/watch?v=zXBze4zysYk
lunes, 12 de octubre de 2009
Ni antes ni ahora: a propósito de un libro inédito de Carlos Sojo
Igualiticos nunca hemos sido, como lo demuestra fehacientemente este nuevo libro de Carlos Sojo. Hay un mito sobre el pasado costarricense que llega hasta nuestros días: la existencia de una sociedad de pequeños productores campesinos, todos iguales; labriegos sencillos, como dice el Himno Nacional, sin grandes diferencias económicas y sociales entre ellos, que se fue reproduciendo con el paso del tiempo. Pero esa visión idílica no resiste el examen serio de los hechos, como lo han mostrado estudios históricos rigurosos.
La sociedad colonial fue desigual económica y socialmente. Como lo ha sido señalado repetidamente, en dicha sociedad a las personas se les categorizaba de acuerdo con su origen: españoles, indios, negros, mestizos, mulatos, zambos, pardos, tercerón, cuarterón, quinterón y sexterón, eran algunas de las categorías aplicadas (Ver Meléndez Obando, Mauricio, en Columna Raíces, http://www.nacion.com/ln_ee/ESPECIALES/raices/anteriores.html). En otras palabras, que a pesar de su reducido tamaño, la sociedad colonial no era precisamente una sociedad de iguales: las relaciones sociales estaban normadas por el color de la piel de las personas y por su ascendencia familiar. En la cúspide estaban los españoles, por supuesto, y en la base los indios, negros, mulatos, zambos y pardos. La estratificación social servía para sostener un sistema económico basado en la explotación de indios y negros, estos últimos, sobre todo, en calidad de esclavos. El intento fracasado de establecer una economía de plantación en el litoral Caribe, basada en el cultivo del cacao con mano de obra esclava, indica la existencia de un número importante de esclavos en manos de peninsulares y criollos. Dicho sea de paso, la ruina de esas plantaciones y de otras aventuras productivas, evitó la acentuación de las diferencias económicas y sociales.
Gran parte de la desigualdad social y económica de la colonia fue trasladada a la sociedad postcolonial, a pesar de fenómeno del mestizaje. Si bien es cierto que los relatos de viajeros del Siglo XIX nos indican que la distancia social era menor que en otras sociedades centroamericanas, y que en los espacios públicos se observaba una interacción pacífica entre “dones” y “peones”, eso no significa la inexistencia de desigualdades. Con la introducción de la agricultura del café nuevas desigualdades aparecieron; otras desaparecieron, y así sucesivamente a lo largo de nuestra historia, aunque con particularidades que nos localizaron en un lugar muy diferente al resto de Centroamérica.
Sin embargo, hay un momento en que se construye ese mito de la igualdad originaria, que llega con fuerza hasta nosotros. Sojo, al igual que otros investigadores, sitúa ese momento en el período denominado II República, desde finales de los años cuarenta, hasta inicios de la crisis de los ochentas. La construcción está basada en el lanzamiento de las instituciones de bienestar social –salud y educación públicas extendidas, así como empleo en la nueva institucionalidad estatal--, que provocaron un importante proceso de ascenso social. Es el momento de expansión de la clase media, que hasta entonces había sido bastante pequeña.
La desigualdad presente en la sociedad costarricense hoy en día es incomparable a las de otros períodos históricos. Las distancias en ingresos entre clases y sectores sociales han aumentado considerablemente, derivando, por un lado, en patrones de consumo que contrastan violentamente los unos con los otros, y, por el otro, en una limitación de la movilidad social, sobre todo entre estratos medios y altos, como lo han mostrado investigaciones recientes. Las mansiones en barrios privados, los enormes y ostentosos autos, las tiendas exclusivas y los restaurantes de lujo, son apenas una muestra de las desigualdades presentes, que seguramente se han ido traduciendo en subculturas y mentalidades híbridas, que apenas comienzan a aflorar. También han emergido otras desigualdades que habían sido cuidadosamente ocultadas, como las de género, las étnicas y las de opción social.
Sojo se hace varias preguntas en relación al presente: ¿persiste en las representaciones individuales la afirmación de una naturaleza igualitaria en la sociedad costarricense? ¿Perciben cambios las personas en sus relaciones con otras y en su comprensión de las estructuras y jerarquías sociales? ¿Preocupa la desigualdad y se considera creciente como creen los investigadores? ¿Cambia en definitiva la definición de la sociedad, la valoración que se tiene del problema de la desigualdad? Estas preguntas trata de responderlas a través de un conjunto de entrevistas realizadas a personas localizadas diferencialmente en diversos planos de la realidad: social, económico, laboral, educativo, espacial, sexual, etc. Estas entrevistas y su análisis seguramente son las mayores contribuciones que hace el libro.
Es muy interesante seguir las respuestas del conjunto de personas entrevistadas, tanto en lo relativo a la percepción que tienen de las desigualdades presentes en la sociedad actual –que no se reducen solamente al plano de lo económico—sino también a las causas que señalan como origen de esas desigualdades. Dentro de ese conjunto se encuentran personas que revelan una gran claridad en cuanto al panorama de las desigualdades y a su origen estructural; pero también se observa como el peso del pasado y de las visiones predominantes sobre el orden social, incluidas las religiosas, están presentes en muchas de las explicaciones.
Las ideas que las personas se hacen sobre el lugar que ocupan en la estructura social están presentes, por supuesto, en el trasfondo de las explicaciones. En ese sentido llama mucho la atención la pervivencia de una imagen de sociedad integrada fundamentalmente por la clase media, que opera como una especie de toldo encubridor de las diferencias objetivas que se han desarrollado en los últimos veinte años. Los sistemas sociales se modifican a lo largo del tiempo y con ellos la base económica de las desigualdades, pero a veces sus representaciones sociales no lo hacen tan rápidamente y permanecen como anacronismos, aunque con consecuencias sociales y políticas reales.
A pesar de que la evidencia empírica indica que en el último período señalado por Sojo –la época de la liberalización económica--, ha ocurrido un proceso diferenciador acelerado, la herencia “ideológica“ de la II República” todavía permanece, con derivaciones políticas significativas. El “atraso” político que presentan algunos grupos sociales que siguen adheridos a fórmulas partidarias que objetivamente no representan sus intereses, podría tener origen en la permanencia del pasado en el plano de las representaciones sociales. Porque igualiticos no hemos sido ni antes ni ahora.
Pero esa es una hipótesis derivada de la lectura del libro de Carlos Sojo, que seguramente dará origen a muchas otras y a interesantes discusiones sobre el reflejo en las mentalidades sociales de las transformaciones estructurales de la sociedad, así como sobre el impacto de dichas mentalidades en la cultura política costarricense. En fin, un libro que merece ser leído con atención, y que sin duda pasará a ocupar un lugar preponderante en la sociología costarricense de las desigualdades.
La sociedad colonial fue desigual económica y socialmente. Como lo ha sido señalado repetidamente, en dicha sociedad a las personas se les categorizaba de acuerdo con su origen: españoles, indios, negros, mestizos, mulatos, zambos, pardos, tercerón, cuarterón, quinterón y sexterón, eran algunas de las categorías aplicadas (Ver Meléndez Obando, Mauricio, en Columna Raíces, http://www.nacion.com/ln_ee/ESPECIALES/raices/anteriores.html). En otras palabras, que a pesar de su reducido tamaño, la sociedad colonial no era precisamente una sociedad de iguales: las relaciones sociales estaban normadas por el color de la piel de las personas y por su ascendencia familiar. En la cúspide estaban los españoles, por supuesto, y en la base los indios, negros, mulatos, zambos y pardos. La estratificación social servía para sostener un sistema económico basado en la explotación de indios y negros, estos últimos, sobre todo, en calidad de esclavos. El intento fracasado de establecer una economía de plantación en el litoral Caribe, basada en el cultivo del cacao con mano de obra esclava, indica la existencia de un número importante de esclavos en manos de peninsulares y criollos. Dicho sea de paso, la ruina de esas plantaciones y de otras aventuras productivas, evitó la acentuación de las diferencias económicas y sociales.
Gran parte de la desigualdad social y económica de la colonia fue trasladada a la sociedad postcolonial, a pesar de fenómeno del mestizaje. Si bien es cierto que los relatos de viajeros del Siglo XIX nos indican que la distancia social era menor que en otras sociedades centroamericanas, y que en los espacios públicos se observaba una interacción pacífica entre “dones” y “peones”, eso no significa la inexistencia de desigualdades. Con la introducción de la agricultura del café nuevas desigualdades aparecieron; otras desaparecieron, y así sucesivamente a lo largo de nuestra historia, aunque con particularidades que nos localizaron en un lugar muy diferente al resto de Centroamérica.
Sin embargo, hay un momento en que se construye ese mito de la igualdad originaria, que llega con fuerza hasta nosotros. Sojo, al igual que otros investigadores, sitúa ese momento en el período denominado II República, desde finales de los años cuarenta, hasta inicios de la crisis de los ochentas. La construcción está basada en el lanzamiento de las instituciones de bienestar social –salud y educación públicas extendidas, así como empleo en la nueva institucionalidad estatal--, que provocaron un importante proceso de ascenso social. Es el momento de expansión de la clase media, que hasta entonces había sido bastante pequeña.
La desigualdad presente en la sociedad costarricense hoy en día es incomparable a las de otros períodos históricos. Las distancias en ingresos entre clases y sectores sociales han aumentado considerablemente, derivando, por un lado, en patrones de consumo que contrastan violentamente los unos con los otros, y, por el otro, en una limitación de la movilidad social, sobre todo entre estratos medios y altos, como lo han mostrado investigaciones recientes. Las mansiones en barrios privados, los enormes y ostentosos autos, las tiendas exclusivas y los restaurantes de lujo, son apenas una muestra de las desigualdades presentes, que seguramente se han ido traduciendo en subculturas y mentalidades híbridas, que apenas comienzan a aflorar. También han emergido otras desigualdades que habían sido cuidadosamente ocultadas, como las de género, las étnicas y las de opción social.
Sojo se hace varias preguntas en relación al presente: ¿persiste en las representaciones individuales la afirmación de una naturaleza igualitaria en la sociedad costarricense? ¿Perciben cambios las personas en sus relaciones con otras y en su comprensión de las estructuras y jerarquías sociales? ¿Preocupa la desigualdad y se considera creciente como creen los investigadores? ¿Cambia en definitiva la definición de la sociedad, la valoración que se tiene del problema de la desigualdad? Estas preguntas trata de responderlas a través de un conjunto de entrevistas realizadas a personas localizadas diferencialmente en diversos planos de la realidad: social, económico, laboral, educativo, espacial, sexual, etc. Estas entrevistas y su análisis seguramente son las mayores contribuciones que hace el libro.
Es muy interesante seguir las respuestas del conjunto de personas entrevistadas, tanto en lo relativo a la percepción que tienen de las desigualdades presentes en la sociedad actual –que no se reducen solamente al plano de lo económico—sino también a las causas que señalan como origen de esas desigualdades. Dentro de ese conjunto se encuentran personas que revelan una gran claridad en cuanto al panorama de las desigualdades y a su origen estructural; pero también se observa como el peso del pasado y de las visiones predominantes sobre el orden social, incluidas las religiosas, están presentes en muchas de las explicaciones.
Las ideas que las personas se hacen sobre el lugar que ocupan en la estructura social están presentes, por supuesto, en el trasfondo de las explicaciones. En ese sentido llama mucho la atención la pervivencia de una imagen de sociedad integrada fundamentalmente por la clase media, que opera como una especie de toldo encubridor de las diferencias objetivas que se han desarrollado en los últimos veinte años. Los sistemas sociales se modifican a lo largo del tiempo y con ellos la base económica de las desigualdades, pero a veces sus representaciones sociales no lo hacen tan rápidamente y permanecen como anacronismos, aunque con consecuencias sociales y políticas reales.
A pesar de que la evidencia empírica indica que en el último período señalado por Sojo –la época de la liberalización económica--, ha ocurrido un proceso diferenciador acelerado, la herencia “ideológica“ de la II República” todavía permanece, con derivaciones políticas significativas. El “atraso” político que presentan algunos grupos sociales que siguen adheridos a fórmulas partidarias que objetivamente no representan sus intereses, podría tener origen en la permanencia del pasado en el plano de las representaciones sociales. Porque igualiticos no hemos sido ni antes ni ahora.
Pero esa es una hipótesis derivada de la lectura del libro de Carlos Sojo, que seguramente dará origen a muchas otras y a interesantes discusiones sobre el reflejo en las mentalidades sociales de las transformaciones estructurales de la sociedad, así como sobre el impacto de dichas mentalidades en la cultura política costarricense. En fin, un libro que merece ser leído con atención, y que sin duda pasará a ocupar un lugar preponderante en la sociología costarricense de las desigualdades.
domingo, 4 de octubre de 2009
NO MEZCLAR RELIGIÓN CON POLÍTICA
Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica han hecho un llamado a la candidata y los candidatos presidenciales, para que suscriban un pacto ético-electoral (http://arquisanjose.org/ver2/index.php?sec=documentos.php&sec3=&id=28). En pasadas campañas otros grupos han impulsado iniciativas similares, que en general no pasan de ser un listado de buenas intenciones, cuya firma compromete a poco.
Sin embargo, esta iniciativa hay que valorarla con cuidado. Sin duda la mayoría de los costarricenses estará de acuerdo con que el proceso electoral se caracterice por el debate, la discusión de las ideas y no por los ataques o las injurias. Asimismo con que se presenten planes de gobierno que permitan evaluar claramente lo que los partidos se proponen realizar desde la presidencia de la República, la Asamblea Legislativa y las municipalidades, en caso de salir triunfantes en los comicios de febrero de 2010.
De igual forma, la mayoría ciudadana concordará en que la propaganda no debe ser maniquea ni tampoco manipuladora de sentimientos que puedan llevar a conductas inadecuadas. La ciudadanía está esperando que la candidata y los candidatos, desde sus posiciones diversas, lancen mensajes de contenido, porque lo demanda la difícil situación que atraviesa el país en un contexto de crisis interna e internacional. No quiere simples golpes de efecto, ni tampoco propaganda vacía, ni “spots” de televisión al estilo de las campañas comerciales.
Todo eso está contenido en el llamado de los obispos; sin embargo, en su mensaje se cuelan, inevitablemente, las posiciones de la Iglesia Católica en torno a la salud sexual y reproductiva, incluyendo por supuesto el aborto. Hay una descalificación y una condena abierta para los grupos de presión, personas diversas y sectores de la sociedad civil, que según ellos, “…apoyados, no pocas veces, por capitales extranjeros y con la cooperación de algunos medios de comunicación locales, el propio Ministerio de Salud, e incluso, varios diputados y diputadas de la República, han promovido legislaciones contrarias a la vida, antirreligiosas y específicamente anticristianas, que contribuyen a difundir una mentalidad antinatalista mal entendida como “derecho humano”, como signo de progreso y de conquista de libertad, además de una visión equívoca sobre el matrimonio y la familia.”
En el documento, por supuesto, hay una condena contra el intento de reconocimiento de las uniones entre personas del mismo sexo, que según los obispos, persigue otorgarles los mismos derechos del matrimonio.
No lo dicen directamente, pero en el documento hay llamado a no apoyar a partidos y candidatos que no suscriban sus valores señalados: “Ante este hecho, instamos a todos los ciudadanos, y muy especialmente a los cristianos, a consultar y examinar a fondo los contenidos sobre matrimonio, familia y vida humana en los distintos programas de gobierno de los aspirantes a la Presidencia de la República y de quienes anhelan una curul en el Congreso u otro cargo público.” Y más adelante indican: “Les recordamos a los ciudadanos que confiesan nuestra fe que la identidad del católico no es un dato marginal que se diluye en el ejercicio de la ciudadanía, por lo que, consecuentemente, nos obliga a asumir que la fe cristiana tiene implicaciones ineludibles en el terreno de la moral política y social.”
El documento bordea peligrosamente los límites establecidos por el artículo 28 de la Constitución Política, que prohíbe expresamente hacer propaganda política a los clérigos o seglares, “…invocando motivos de religión o valiéndose, como medio, de creencias religiosas.” Junto con las manifestaciones de los obispos Ulloa y Barrantes en torno al intento de reformas de los artículos 75 y 194 de la Constitución, este documento pareciera estar marcando un camino azaroso de inconveniente y explosiva combinación de religión y política.
Esperamos que esta vez las personas que aspiran a la presidencia de la República no caigan en el oportunismo, suscribiendo un documento que mezcla el análisis social y político con posiciones religiosas, aprovechando la coyuntura electoral. No se pueden imponer valores al conjunto de la sociedad sin que medie la abierta y sana discusión política.
Sin embargo, esta iniciativa hay que valorarla con cuidado. Sin duda la mayoría de los costarricenses estará de acuerdo con que el proceso electoral se caracterice por el debate, la discusión de las ideas y no por los ataques o las injurias. Asimismo con que se presenten planes de gobierno que permitan evaluar claramente lo que los partidos se proponen realizar desde la presidencia de la República, la Asamblea Legislativa y las municipalidades, en caso de salir triunfantes en los comicios de febrero de 2010.
De igual forma, la mayoría ciudadana concordará en que la propaganda no debe ser maniquea ni tampoco manipuladora de sentimientos que puedan llevar a conductas inadecuadas. La ciudadanía está esperando que la candidata y los candidatos, desde sus posiciones diversas, lancen mensajes de contenido, porque lo demanda la difícil situación que atraviesa el país en un contexto de crisis interna e internacional. No quiere simples golpes de efecto, ni tampoco propaganda vacía, ni “spots” de televisión al estilo de las campañas comerciales.
Todo eso está contenido en el llamado de los obispos; sin embargo, en su mensaje se cuelan, inevitablemente, las posiciones de la Iglesia Católica en torno a la salud sexual y reproductiva, incluyendo por supuesto el aborto. Hay una descalificación y una condena abierta para los grupos de presión, personas diversas y sectores de la sociedad civil, que según ellos, “…apoyados, no pocas veces, por capitales extranjeros y con la cooperación de algunos medios de comunicación locales, el propio Ministerio de Salud, e incluso, varios diputados y diputadas de la República, han promovido legislaciones contrarias a la vida, antirreligiosas y específicamente anticristianas, que contribuyen a difundir una mentalidad antinatalista mal entendida como “derecho humano”, como signo de progreso y de conquista de libertad, además de una visión equívoca sobre el matrimonio y la familia.”
En el documento, por supuesto, hay una condena contra el intento de reconocimiento de las uniones entre personas del mismo sexo, que según los obispos, persigue otorgarles los mismos derechos del matrimonio.
No lo dicen directamente, pero en el documento hay llamado a no apoyar a partidos y candidatos que no suscriban sus valores señalados: “Ante este hecho, instamos a todos los ciudadanos, y muy especialmente a los cristianos, a consultar y examinar a fondo los contenidos sobre matrimonio, familia y vida humana en los distintos programas de gobierno de los aspirantes a la Presidencia de la República y de quienes anhelan una curul en el Congreso u otro cargo público.” Y más adelante indican: “Les recordamos a los ciudadanos que confiesan nuestra fe que la identidad del católico no es un dato marginal que se diluye en el ejercicio de la ciudadanía, por lo que, consecuentemente, nos obliga a asumir que la fe cristiana tiene implicaciones ineludibles en el terreno de la moral política y social.”
El documento bordea peligrosamente los límites establecidos por el artículo 28 de la Constitución Política, que prohíbe expresamente hacer propaganda política a los clérigos o seglares, “…invocando motivos de religión o valiéndose, como medio, de creencias religiosas.” Junto con las manifestaciones de los obispos Ulloa y Barrantes en torno al intento de reformas de los artículos 75 y 194 de la Constitución, este documento pareciera estar marcando un camino azaroso de inconveniente y explosiva combinación de religión y política.
Esperamos que esta vez las personas que aspiran a la presidencia de la República no caigan en el oportunismo, suscribiendo un documento que mezcla el análisis social y político con posiciones religiosas, aprovechando la coyuntura electoral. No se pueden imponer valores al conjunto de la sociedad sin que medie la abierta y sana discusión política.
lunes, 21 de septiembre de 2009
DESCONCERTADO
Así estamos, ante varios de los acontecimientos políticos de los últimos días. Veamos algunos de ellos por orden cronológico.
El miércoles 26 de agosto en horas de la noche, teniendo como escenario la Asamblea Legislativa, don Oscar Arias se manifestó a favor de la convocatoria de una Asamblea Constituyente, haciendo así eco de la propuesta formulada por su hermano a finales del año anterior. Luego de señalar los obstáculos que su juicio enfrenta el país para alcanzar el desarrollo, afirmó: "Creo que una Asamblea Nacional Constituyente sería el espacio de discusión política más propicio, y ciertamente el más democrático, para abordar estos temas y sentar las bases que nos permitan construir un mejor país para nuestros hijos y nuestros nietos."
El 15 de setiembre, frente al Monumento Nacional, el alcalde de San José, don Johnny Araya, abogó por reformar la Constitución Política para agilizar al país. Sorpresivamente, sin embargo, el Presidente Arias, en su discurso, dijo que ese tema “aburre” y no merece más debate, pues “no se va a dar y para qué hablar de una cosa totalmente teórica”. ¿En qué quedamos?
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A principios de agosto, cuando presentó a sus candidatos a diputados nacionales, doña Laura Chinchilla dijo, refiriéndose a don Guillermo Zúñiga, que una de las principales razones para que vaya a Cuesta de Moras, es la frustrada reforma fiscal y tributaria, que no pudo realizar. El propio presidente de la República, en la presentación del 26 de agosto que mencionamos, dijo que se debe llevar a cabo una reforma tributaria para aumentar un 3% los impuestos, porque "no podemos pretender alcanzar índices de países desarrollados pagando impuestos de países pobres". Dentro de esa misma línea, el propio Zúñiga afirmó para La Nación, que “Este país necesita una reforma para que pagar impuestos sea más simple. Sí hay que modernizar la estructura; por ejemplo modernizar el IVA y poner un poquito de progresividad. Yo estoy convencido de que requerimos una carga del 18%, lo he dicho como profesor, ministro y ahora como ex ministro; pero esa decisión deberá venir del Poder Ejecutivo.”
Sin embargo, el 17 de setiembre, ante la Cámara de Bancos e Instituciones Financieras, doña Laura afirmó que en su gobierno “La prioridad va a ser la reactivación económica. No la reforma fiscal.” ¿Convicción profunda, pragmatismo, oportunismo? ¡Ustedes dirán!
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Otro tema: durante las últimas semanas dentro de buena parte de los grupos opuestos a Liberación Nacional, se hablado mucho de la necesidad de una coalición para frenar lo que denominan continuismo arista. Han circulado propuestas y llamamientos, sin que se lograra nada concreto. El PAC y su candidato, don Otón Solís, han sido señalados como el principal escollo para llegar a un acuerdo, porque sistemáticamente se han opuesto a ir a una convención para la escogencia de un candidato, sin antes tener claridad sobre un programa mínimo.
Lo sucedido el domingo 20 de setiembre en el llamado Encuentro Nacional Patriótico, convocado por el Partido Alianza Patriótica para definir las candidaturas a diputaciones, muestra la fragilidad de los planteamientos unitarios y la vigencia de los personalismos. Don Rolando Araya abandonó molesto la Asamblea de su Partido --también lo hizo el Presidente Mariano Figueres— al fracasar su propuesta de nombramiento de la candidata al primer lugar por San José, doña Lisbeth Quesada. Este incidente le viene a dar la razón a don Otón y al PAC, porque refleja una actitud que pone en cuestión las reales intenciones que animan a algunos de los proponentes de la coalición. En otras palabras, si por las claras se saca el día, como se dice popularmente, las propuestas unitarias dependían del nombramiento del candidato y todos querían ser nombrados. ¡Así imposible!
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El Tribunal Supremo de Elecciones, en una sorpresiva resolución, dejó abierta la puerta para que las sociedades anónimas puedan hacer donaciones a los partidos. Como se sabe, el Código Electoral, que entró en vigencia el 2 de setiembre, prohíbe las contribuciones de dichas sociedades; pero la resolución les permite ahora comprar bonos o “certificados de cesión”, que podrían convertirse en donaciones, si no se hacen efectivos después de finalizada la campaña electoral. Según el TSE, la compra de bonos de la deuda política emitidos por los partidos no se puede considerar como donación pues se trata de una inversión. Por supuesto que se trata de una inversión y en un doble sentido: económica, porque puede reportar ganancias considerables, y política, por supuesto, porque asegura, en caso de que el candidato o candidata gane, comunicación, al menos, con el futuro gobierno. Con la resolución del Tribunal, el peligro de la participación encubierta de donadores dudosos ha vuelto a aparecer.
El Código prohíbe y el Tribunal abre portillo. Curioso, ¿no?
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Hay más, pero lo dejo para otra ocasión.
El miércoles 26 de agosto en horas de la noche, teniendo como escenario la Asamblea Legislativa, don Oscar Arias se manifestó a favor de la convocatoria de una Asamblea Constituyente, haciendo así eco de la propuesta formulada por su hermano a finales del año anterior. Luego de señalar los obstáculos que su juicio enfrenta el país para alcanzar el desarrollo, afirmó: "Creo que una Asamblea Nacional Constituyente sería el espacio de discusión política más propicio, y ciertamente el más democrático, para abordar estos temas y sentar las bases que nos permitan construir un mejor país para nuestros hijos y nuestros nietos."
El 15 de setiembre, frente al Monumento Nacional, el alcalde de San José, don Johnny Araya, abogó por reformar la Constitución Política para agilizar al país. Sorpresivamente, sin embargo, el Presidente Arias, en su discurso, dijo que ese tema “aburre” y no merece más debate, pues “no se va a dar y para qué hablar de una cosa totalmente teórica”. ¿En qué quedamos?
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A principios de agosto, cuando presentó a sus candidatos a diputados nacionales, doña Laura Chinchilla dijo, refiriéndose a don Guillermo Zúñiga, que una de las principales razones para que vaya a Cuesta de Moras, es la frustrada reforma fiscal y tributaria, que no pudo realizar. El propio presidente de la República, en la presentación del 26 de agosto que mencionamos, dijo que se debe llevar a cabo una reforma tributaria para aumentar un 3% los impuestos, porque "no podemos pretender alcanzar índices de países desarrollados pagando impuestos de países pobres". Dentro de esa misma línea, el propio Zúñiga afirmó para La Nación, que “Este país necesita una reforma para que pagar impuestos sea más simple. Sí hay que modernizar la estructura; por ejemplo modernizar el IVA y poner un poquito de progresividad. Yo estoy convencido de que requerimos una carga del 18%, lo he dicho como profesor, ministro y ahora como ex ministro; pero esa decisión deberá venir del Poder Ejecutivo.”
Sin embargo, el 17 de setiembre, ante la Cámara de Bancos e Instituciones Financieras, doña Laura afirmó que en su gobierno “La prioridad va a ser la reactivación económica. No la reforma fiscal.” ¿Convicción profunda, pragmatismo, oportunismo? ¡Ustedes dirán!
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Otro tema: durante las últimas semanas dentro de buena parte de los grupos opuestos a Liberación Nacional, se hablado mucho de la necesidad de una coalición para frenar lo que denominan continuismo arista. Han circulado propuestas y llamamientos, sin que se lograra nada concreto. El PAC y su candidato, don Otón Solís, han sido señalados como el principal escollo para llegar a un acuerdo, porque sistemáticamente se han opuesto a ir a una convención para la escogencia de un candidato, sin antes tener claridad sobre un programa mínimo.
Lo sucedido el domingo 20 de setiembre en el llamado Encuentro Nacional Patriótico, convocado por el Partido Alianza Patriótica para definir las candidaturas a diputaciones, muestra la fragilidad de los planteamientos unitarios y la vigencia de los personalismos. Don Rolando Araya abandonó molesto la Asamblea de su Partido --también lo hizo el Presidente Mariano Figueres— al fracasar su propuesta de nombramiento de la candidata al primer lugar por San José, doña Lisbeth Quesada. Este incidente le viene a dar la razón a don Otón y al PAC, porque refleja una actitud que pone en cuestión las reales intenciones que animan a algunos de los proponentes de la coalición. En otras palabras, si por las claras se saca el día, como se dice popularmente, las propuestas unitarias dependían del nombramiento del candidato y todos querían ser nombrados. ¡Así imposible!
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El Tribunal Supremo de Elecciones, en una sorpresiva resolución, dejó abierta la puerta para que las sociedades anónimas puedan hacer donaciones a los partidos. Como se sabe, el Código Electoral, que entró en vigencia el 2 de setiembre, prohíbe las contribuciones de dichas sociedades; pero la resolución les permite ahora comprar bonos o “certificados de cesión”, que podrían convertirse en donaciones, si no se hacen efectivos después de finalizada la campaña electoral. Según el TSE, la compra de bonos de la deuda política emitidos por los partidos no se puede considerar como donación pues se trata de una inversión. Por supuesto que se trata de una inversión y en un doble sentido: económica, porque puede reportar ganancias considerables, y política, por supuesto, porque asegura, en caso de que el candidato o candidata gane, comunicación, al menos, con el futuro gobierno. Con la resolución del Tribunal, el peligro de la participación encubierta de donadores dudosos ha vuelto a aparecer.
El Código prohíbe y el Tribunal abre portillo. Curioso, ¿no?
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Hay más, pero lo dejo para otra ocasión.
lunes, 14 de septiembre de 2009
BAÑO DE REALIDAD NACIONAL
No hay mucho que agregar a los argumentos ya dados a favor de la reforma de los artículos 75 y 194 de la Constitución Política, a fin de eliminar la confesionalidad del estado costarricense y modificar el juramento constitucional. Como ha sido ampliamente demostrado, la reforma se impone, tiene sentido y no significa ninguna agresión a la religión católica, que todavía sigue siendo la que la mayoría de los costarricenses dice profesar, aunque con tendencia a disminuir. De acuerdo con el estudio "Fe y Creencias" realizado por la firma Demoscopía en los años 1995, 2001 y 2005, el porcentaje de personas que se declararon católicos, bajó del 78,8% en el primero de los años señalados, al 70,1% en el segundo y a 66,2% en el tercero (http://www.demoscopia.co.cr/fe.html). Sin embargo, los católicos que asisten regularmente a los oficios religiosos son un porcentaje mucho menor: según CID-Gallup, solo cinco de cada diez católicos asiste a la iglesia una vez a la semana (http://www.cidgallup.com/Documentos/Boletin%20religion%20en%20Costa%20Rica%20Agosto%2009.pdf).
Otro dato interesante: según un informe suministrado por el Registro Civil a principios de año, de los 25.302 casamientos registrados durante 2008, un total de 19.588 (77,41% del total) se realizaron ante un notario (La Nación, 22 de enero de 2009). Ha ido en aumento también el porcentaje de cristianos no católicos, que la encuesta mencionada de Demoscopía, indica que pasó del 12,2% en 1995 al 19,8% en 2005. En este último año, además, 12,3% de las personas encuestadas dijo no tener ninguna religión, razón por la cual el juramento constitucional debería dar la posibilidad de que estas personas juraran por sus más íntimas creencias y no por Dios, como está establecido.
En otras palabras, que se puede hablar de una tendencia hacia la disminución del peso del catolicismo, un aumento del porcentaje de personas que se declaran cristianos no católicos, y un aumento también, del número de personas sin religión, que hoy podrían superar el medio millón de costarricenses. La sociedad ha cambiado y en este tema, como en muchos otros, dichos cambios deben reflejarse en el ordenamiento jurídico del estado costarricense. No lo consideran así quienes han manifestado su desacuerdo con la propuesta de reforma, y están en su derecho de hacerlo; pero la forma en que lo han hecho es censurable.
Primero el Obispo Ulloa, en su homilía dominical del 6 de setiembre, llama a no votar por candidatos que apoyen la reforma; posteriormente el Arzobispo Barrantes, Presidente de la Conferencia Episcopal, no solamente apoyó a su colega, sino que también la emprendió contra el Presidente de la República, que se manifestó de acuerdo con la reforma del artículo 75. Pero lo que más me impactó, fue la portada del Eco Católico del domingo 13 de setiembre, que muestra las fotografías de las señoras diputadas y señores diputados que manifestaron inicialmente su apoyo a las reformas, sobre fondo rojo y con el titular “Proponen eliminar a DIOS”. Esa portada es una fehaciente muestra de intolerancia que podría llevar a situaciones extremas, en la medida en que está dirigida a despertar la pasión, que ciega a las personas y las hace ver enemigos de la fe donde no los hay, sin atender la mínima argumentación racional. En una especie de regreso al pasado, a tiempos que ni la Iglesia Católica quiere recordar.
Lo paradójico es que ambos prelados insisten en que es en los estados que llaman “ateos”, que no es lo mismo que laicos, donde se comenten los mayores atropellos para las libertades, los derechos humanos, etc. Se les olvidó todos los siglos de inquisición, que cegó vidas e impidió la libre circulación de ideas. Se les olvidó también que muchas de las dictaduras del Siglo XX estuvieron apoyadas por buena parte de las jerarquías de la Iglesia Católica, como la dictadura franquista y algunos regímenes autoritarios de América Latina, hasta recientemente. Incluso hoy en Honduras, a pocos kilómetros de nuestras fronteras, la jerarquía católica, encabezada por el Cardenal Rodríguez, apoya el gobierno de facto. Así que lo confesional o lo laico no nos salva de atentados contra los derechos humanos y de atrocidades.
Es lamentable que ante la salida de los obispos, algunos diputados y diputadas, hayan echado marcha atrás, en una muestra de pusilanimidad y oportunismo. Pero, ¿qué se puede esperar, sobre todo en período electoral? En ese sentido me parece que el “Movimiento por un Estado Laico” no leyó bien la coyuntura y por tanto se precipitó en la presentación del proyecto de reforma. Ciertamente, el momento apropiado para presentarlo, por las reacciones que ha provocado, no existe; siempre se le iba a combatir con todo tipo de armas. Pero el período electoral es el peor para una acción de este tipo, porque la ofensiva contra un político o un partido, puede arrojar menos votos en febrero de 2010.
En todo caso, no será esta Asamblea la que discutirá la reforma. Será en la próxima, así que hay que afinar la estrategia para evitar que la propuesta de reformas a los artículos 75 y 194 sea relegada al último lugar de la agenda y termine siendo sepultada. Los vientos que corren, sin embargo, son pésimos, como lo muestra el campo pagado en La Nación del lunes 14 de setiembre, por las candidatas y candidatos a diputados del PLN: se comprometen a archivar el expediente. Como en otras discusiones recientes, volvemos a recibir un “baño” de realidad nacional.
Otro dato interesante: según un informe suministrado por el Registro Civil a principios de año, de los 25.302 casamientos registrados durante 2008, un total de 19.588 (77,41% del total) se realizaron ante un notario (La Nación, 22 de enero de 2009). Ha ido en aumento también el porcentaje de cristianos no católicos, que la encuesta mencionada de Demoscopía, indica que pasó del 12,2% en 1995 al 19,8% en 2005. En este último año, además, 12,3% de las personas encuestadas dijo no tener ninguna religión, razón por la cual el juramento constitucional debería dar la posibilidad de que estas personas juraran por sus más íntimas creencias y no por Dios, como está establecido.
En otras palabras, que se puede hablar de una tendencia hacia la disminución del peso del catolicismo, un aumento del porcentaje de personas que se declaran cristianos no católicos, y un aumento también, del número de personas sin religión, que hoy podrían superar el medio millón de costarricenses. La sociedad ha cambiado y en este tema, como en muchos otros, dichos cambios deben reflejarse en el ordenamiento jurídico del estado costarricense. No lo consideran así quienes han manifestado su desacuerdo con la propuesta de reforma, y están en su derecho de hacerlo; pero la forma en que lo han hecho es censurable.
Primero el Obispo Ulloa, en su homilía dominical del 6 de setiembre, llama a no votar por candidatos que apoyen la reforma; posteriormente el Arzobispo Barrantes, Presidente de la Conferencia Episcopal, no solamente apoyó a su colega, sino que también la emprendió contra el Presidente de la República, que se manifestó de acuerdo con la reforma del artículo 75. Pero lo que más me impactó, fue la portada del Eco Católico del domingo 13 de setiembre, que muestra las fotografías de las señoras diputadas y señores diputados que manifestaron inicialmente su apoyo a las reformas, sobre fondo rojo y con el titular “Proponen eliminar a DIOS”. Esa portada es una fehaciente muestra de intolerancia que podría llevar a situaciones extremas, en la medida en que está dirigida a despertar la pasión, que ciega a las personas y las hace ver enemigos de la fe donde no los hay, sin atender la mínima argumentación racional. En una especie de regreso al pasado, a tiempos que ni la Iglesia Católica quiere recordar.
Lo paradójico es que ambos prelados insisten en que es en los estados que llaman “ateos”, que no es lo mismo que laicos, donde se comenten los mayores atropellos para las libertades, los derechos humanos, etc. Se les olvidó todos los siglos de inquisición, que cegó vidas e impidió la libre circulación de ideas. Se les olvidó también que muchas de las dictaduras del Siglo XX estuvieron apoyadas por buena parte de las jerarquías de la Iglesia Católica, como la dictadura franquista y algunos regímenes autoritarios de América Latina, hasta recientemente. Incluso hoy en Honduras, a pocos kilómetros de nuestras fronteras, la jerarquía católica, encabezada por el Cardenal Rodríguez, apoya el gobierno de facto. Así que lo confesional o lo laico no nos salva de atentados contra los derechos humanos y de atrocidades.
Es lamentable que ante la salida de los obispos, algunos diputados y diputadas, hayan echado marcha atrás, en una muestra de pusilanimidad y oportunismo. Pero, ¿qué se puede esperar, sobre todo en período electoral? En ese sentido me parece que el “Movimiento por un Estado Laico” no leyó bien la coyuntura y por tanto se precipitó en la presentación del proyecto de reforma. Ciertamente, el momento apropiado para presentarlo, por las reacciones que ha provocado, no existe; siempre se le iba a combatir con todo tipo de armas. Pero el período electoral es el peor para una acción de este tipo, porque la ofensiva contra un político o un partido, puede arrojar menos votos en febrero de 2010.
En todo caso, no será esta Asamblea la que discutirá la reforma. Será en la próxima, así que hay que afinar la estrategia para evitar que la propuesta de reformas a los artículos 75 y 194 sea relegada al último lugar de la agenda y termine siendo sepultada. Los vientos que corren, sin embargo, son pésimos, como lo muestra el campo pagado en La Nación del lunes 14 de setiembre, por las candidatas y candidatos a diputados del PLN: se comprometen a archivar el expediente. Como en otras discusiones recientes, volvemos a recibir un “baño” de realidad nacional.
lunes, 7 de septiembre de 2009
FÚTBOL Y POLÍTICA
La prensa deportiva ahora se tira de los pelos con lo sucedido en la noche del sábado 5 de setiembre, en el Estadio Saprissa. En una especie de repetición de lo ocurrido hace unas semanas en San Pedro Sula, la selección volvió a exhibir un juego desordenado, carente de iniciativas, sin posibilidades de contrarrestar a una selección mexicana que jugó bastante bien.
La caída de Costa Rica no es casualidad: no empezó bien la eliminatoria y, aunque hubo alguna mejora en el camino, el rendimiento del seleccionado no fue sostenido y en al final se vino abajo. ¿Acaso quienes ahora se lamentan y buscan culpables en jugadores y cuerpo técnico no lo sabían? ¿No es que son expertos en el análisis de equipos, partidos y jugadas? Que el ciudadano de a pié estuviera engañado pasa, ¿pero estos comentaristas de prensa, radio y televisión? A no ser que sean malos analistas, que seguramente muchos lo son, entre la gran cantidad de personas que se dedican a estos menesteres. Porque lo que sobra en la radio, sobre todo, son programas dizque deportivos, pero que en realidad a lo que se dedican es a tertulias y comentarios sobre fútbol, la mayoría de regulares a malos, y a todas horas del día.
No estoy descubriendo nada nuevo cuando digo que el fútbol es un gran negocio que involucra muchos, pero muchos intereses. Así, que decir la verdad sobre lo que realmente estaba sucediendo con el equipo nacional, pues iba a afectar el negocio: menos asistencia a los estadios, menos patrocinios, menos viajes de la afición, menos pauta para la radio y la televisión y menos ingresos y jugosas ganancias en muchos rubros más. Como ha sucedido en otras oportunidades, los comentaristas y sus epígonos se dieron a la tarea de disfrazar la realidad, de contarle cuentos a la afición, de entusiasmarla y de despertar el “patriotismo” de las masas, que vestidas de rojo marcharon el sábado hacia lo que creían iba a ser una victoria y una reafirmación del mito: somos los mejores de la CONCACAF o de América. Quizás pensaban los comentaristas que a lo mejor se haría el milagro, y que una vez en el llamado “coloso” de Tibás, los jugadores, sacando fuerza de flaquezas, terminarían jugando el partido del siglo y goleando a México. Una “hombrada” como acostumbran a decir en lenguaje machista; pero una vez más, “no se nos dio”, para usar la jerga empleada por los jugadores al final de un partido perdido.
¿Cómo se relaciona esto con la política, sobre todo con la política electoral? De varias formas. El fútbol, en la sociedad costarricense y en muchas otras más, porque es el deporte más globalizado, funciona con un buen distractor o como antídoto, pues, por un lado, desenfoca fácilmente la atención de las mayorías de los enfrentamientos y conflictos que están ocurriendo, y, por el otro, provee, aunque momentáneamente, una identidad colectiva nacional, fracturada por las diferencias y exclusiones económicas, sociales, étnicas, regionales, y demás. Seguramente a más de una persona le llamó la atención cómo, en medio de protestas y represión, con un gobierno producto de un golpe de estado, el Estadio Olímpico de San Pedro Sula se llenó a más no poder, con ocasión del juego entre Honduras y Costa Rica. Esa noche, al menos en apariencia, se borraron las hondas divisiones presentes en esa sociedad.
Que la gente se olvide de la crisis y de sus secuelas en el empleo y en el diario vivir, es una necesidad para un gobierno, sobre todo si se está en un proceso electoral y hay una apuesta de continuidad. No sé si al Presidente le gusta el fútbol, pero eso poco importa, pero él y algunos de sus ministros, ojalá todos, deben estar presentes en las grandes confrontaciones internacionales, llueve o truene, y, por supuesto, con camiseta roja. Los aspirantes a ganar las elecciones también deben hacerse presentes, pues son momentos de fervor nacionalista, de comunión colectiva, y las ausencias se pagan con pérdidas severas en popularidad. A los políticos le sirve el engaño colectivo y también contribuyen a crearlo.
¿Cuál será el efecto de esta estrepitosa derrota? Una hipótesis: un gane a México hubiera favorecido los planes de continuidad del gobierno; la euforia colectiva hubiera desviado nuevamente la atención, pero se perdió. La derrota hace que la gente pierda interés en el fútbol, se desinfle, y ponga un poco más de atención a lo que realmente está ocurriendo en el país y en el momento político. Pero como eso es peligroso, pues habrá que iniciar a la brevedad posible la reconstrucción del mito y evitar que la atención nacional se concentre en lo que verdaderamente debería interesarle. Seguramente ya se está en eso.
La caída de Costa Rica no es casualidad: no empezó bien la eliminatoria y, aunque hubo alguna mejora en el camino, el rendimiento del seleccionado no fue sostenido y en al final se vino abajo. ¿Acaso quienes ahora se lamentan y buscan culpables en jugadores y cuerpo técnico no lo sabían? ¿No es que son expertos en el análisis de equipos, partidos y jugadas? Que el ciudadano de a pié estuviera engañado pasa, ¿pero estos comentaristas de prensa, radio y televisión? A no ser que sean malos analistas, que seguramente muchos lo son, entre la gran cantidad de personas que se dedican a estos menesteres. Porque lo que sobra en la radio, sobre todo, son programas dizque deportivos, pero que en realidad a lo que se dedican es a tertulias y comentarios sobre fútbol, la mayoría de regulares a malos, y a todas horas del día.
No estoy descubriendo nada nuevo cuando digo que el fútbol es un gran negocio que involucra muchos, pero muchos intereses. Así, que decir la verdad sobre lo que realmente estaba sucediendo con el equipo nacional, pues iba a afectar el negocio: menos asistencia a los estadios, menos patrocinios, menos viajes de la afición, menos pauta para la radio y la televisión y menos ingresos y jugosas ganancias en muchos rubros más. Como ha sucedido en otras oportunidades, los comentaristas y sus epígonos se dieron a la tarea de disfrazar la realidad, de contarle cuentos a la afición, de entusiasmarla y de despertar el “patriotismo” de las masas, que vestidas de rojo marcharon el sábado hacia lo que creían iba a ser una victoria y una reafirmación del mito: somos los mejores de la CONCACAF o de América. Quizás pensaban los comentaristas que a lo mejor se haría el milagro, y que una vez en el llamado “coloso” de Tibás, los jugadores, sacando fuerza de flaquezas, terminarían jugando el partido del siglo y goleando a México. Una “hombrada” como acostumbran a decir en lenguaje machista; pero una vez más, “no se nos dio”, para usar la jerga empleada por los jugadores al final de un partido perdido.
¿Cómo se relaciona esto con la política, sobre todo con la política electoral? De varias formas. El fútbol, en la sociedad costarricense y en muchas otras más, porque es el deporte más globalizado, funciona con un buen distractor o como antídoto, pues, por un lado, desenfoca fácilmente la atención de las mayorías de los enfrentamientos y conflictos que están ocurriendo, y, por el otro, provee, aunque momentáneamente, una identidad colectiva nacional, fracturada por las diferencias y exclusiones económicas, sociales, étnicas, regionales, y demás. Seguramente a más de una persona le llamó la atención cómo, en medio de protestas y represión, con un gobierno producto de un golpe de estado, el Estadio Olímpico de San Pedro Sula se llenó a más no poder, con ocasión del juego entre Honduras y Costa Rica. Esa noche, al menos en apariencia, se borraron las hondas divisiones presentes en esa sociedad.
Que la gente se olvide de la crisis y de sus secuelas en el empleo y en el diario vivir, es una necesidad para un gobierno, sobre todo si se está en un proceso electoral y hay una apuesta de continuidad. No sé si al Presidente le gusta el fútbol, pero eso poco importa, pero él y algunos de sus ministros, ojalá todos, deben estar presentes en las grandes confrontaciones internacionales, llueve o truene, y, por supuesto, con camiseta roja. Los aspirantes a ganar las elecciones también deben hacerse presentes, pues son momentos de fervor nacionalista, de comunión colectiva, y las ausencias se pagan con pérdidas severas en popularidad. A los políticos le sirve el engaño colectivo y también contribuyen a crearlo.
¿Cuál será el efecto de esta estrepitosa derrota? Una hipótesis: un gane a México hubiera favorecido los planes de continuidad del gobierno; la euforia colectiva hubiera desviado nuevamente la atención, pero se perdió. La derrota hace que la gente pierda interés en el fútbol, se desinfle, y ponga un poco más de atención a lo que realmente está ocurriendo en el país y en el momento político. Pero como eso es peligroso, pues habrá que iniciar a la brevedad posible la reconstrucción del mito y evitar que la atención nacional se concentre en lo que verdaderamente debería interesarle. Seguramente ya se está en eso.
lunes, 3 de agosto de 2009
Honduras: la impotencia
El 28 de junio Centroamérica retrocedió treinta años. Eso es lo que se dice; pero esa sea una verdad a medias. A lo mejor es que nos habíamos fabricado una historia de progreso social y político que no era real, y detrás de los cambios aparentes las cosas seguían igual. Tal vez habíamos levantado una lujosa escenografía que ocultaba la realidad de la resistencia al cambio. El golpe, entonces, nos habría vuelto a poner súbitamente los pies sobre la tierra, porque hemos cambiado, sí, pero no tanto como pensábamos ni en el rumbo ansiado.
La mayoría de estas sociedades siguen siendo muy desiguales, con elevados niveles de pobreza y de exclusión social. Honduras y Nicaragua , junto con Haití, son los países más pobres del continente. Eso no cambió con las aperturas democráticas; incluso se agravó como resultado de las políticas de corte neoliberal, la expoliación de las arcas del estado y los desastres naturales. Tampoco cambió la situación para las elites locales, que no perdieron su poder económico y su predominio política.
La renovación de estas elites ha sido aparente. En Honduras los mismos personajes u otros con similares apellidos siguen apareciendo en los altos cargos de elección popular. Micheletti fue miembro de la Guardia de Honor Presidencial, del entonces presidente liberal Ramón Villeda Morales, depuesto en 1963. El canciller del gobierno hondureño de facto es sobrino del Coronel López Arellano, quien protagonizó el golpe militar en 1963. Villeda Morales junto con el candidato de entonces del Partido Liberal, Modesto Rodas, se vino a refugiar en Costa Rica. Ahora el hijo de Villeda Morales, Mauricio Villeda, es vocero del gobierno de facto y la canciller del gobierno depuesto, Patricia Rodas, es hija de Modesto Rodas. José Manuel Zelaya es hijo de uno de los perpetradores de la matanza de los Horcones, un asesinato de campesinos ocurrido en 1975.
Seguramente encontraremos más vinculaciones de este tipo entre los actores principales de lo que ocurre hoy en Honduras, a favor y en contra del golpe. Hay ingredientes nuevos, sin embargo: la presencia del Opus Dei en amalgama con el grueso del capital y los militares. Y, en general, con la bendición de una iglesia católica encabezada por un Cardenal que se decía papable y que venía a Costa Rica a pronunciar encendidos discursos de corte tercermundista. Matemático, políglota, músico, papable y ahora golpista, coaligado con las iglesias evangélicas, que se han encargado de organizar marchas y rogativas en apoyo a Micheletti y su combo.
Pero, ¿estamos hablando de una particularidad de la política hondureña o en general de la política centroamericana? Seguramente encontraremos situaciones similares de reproducción de elites, incluyendo por supuesto a Costa Rica. Cambiar para no cambiar, para permanecer manejando los hilos del poder, en una especie de caricatura de democracia representativa. Honduras, centroamérica, la impotencia.
La mayoría de estas sociedades siguen siendo muy desiguales, con elevados niveles de pobreza y de exclusión social. Honduras y Nicaragua , junto con Haití, son los países más pobres del continente. Eso no cambió con las aperturas democráticas; incluso se agravó como resultado de las políticas de corte neoliberal, la expoliación de las arcas del estado y los desastres naturales. Tampoco cambió la situación para las elites locales, que no perdieron su poder económico y su predominio política.
La renovación de estas elites ha sido aparente. En Honduras los mismos personajes u otros con similares apellidos siguen apareciendo en los altos cargos de elección popular. Micheletti fue miembro de la Guardia de Honor Presidencial, del entonces presidente liberal Ramón Villeda Morales, depuesto en 1963. El canciller del gobierno hondureño de facto es sobrino del Coronel López Arellano, quien protagonizó el golpe militar en 1963. Villeda Morales junto con el candidato de entonces del Partido Liberal, Modesto Rodas, se vino a refugiar en Costa Rica. Ahora el hijo de Villeda Morales, Mauricio Villeda, es vocero del gobierno de facto y la canciller del gobierno depuesto, Patricia Rodas, es hija de Modesto Rodas. José Manuel Zelaya es hijo de uno de los perpetradores de la matanza de los Horcones, un asesinato de campesinos ocurrido en 1975.
Seguramente encontraremos más vinculaciones de este tipo entre los actores principales de lo que ocurre hoy en Honduras, a favor y en contra del golpe. Hay ingredientes nuevos, sin embargo: la presencia del Opus Dei en amalgama con el grueso del capital y los militares. Y, en general, con la bendición de una iglesia católica encabezada por un Cardenal que se decía papable y que venía a Costa Rica a pronunciar encendidos discursos de corte tercermundista. Matemático, políglota, músico, papable y ahora golpista, coaligado con las iglesias evangélicas, que se han encargado de organizar marchas y rogativas en apoyo a Micheletti y su combo.
Pero, ¿estamos hablando de una particularidad de la política hondureña o en general de la política centroamericana? Seguramente encontraremos situaciones similares de reproducción de elites, incluyendo por supuesto a Costa Rica. Cambiar para no cambiar, para permanecer manejando los hilos del poder, en una especie de caricatura de democracia representativa. Honduras, centroamérica, la impotencia.
martes, 21 de julio de 2009
¿Quién nos defenderá?
Estamos a pocas semanas del nombramiento de la persona que encabezará la Defensoría de los Habitantes para un nuevo período de cuatro años. Se trata de un nombramiento importante, pues del desempeño de esta Institución depende en gran medida el respeto por parte de la institucionalidad pública, de los derechos de las y los costarricenses. La sociedad en su conjunto, entonces, debería estar pendiente de este nombramiento.
Ciudadanas y ciudadanos con amplios y reconocidos historiales en la defensa de derechos humanos deberían presentar sus atestados y competir por la designación. Y la Asamblea Legislativa, después de un examen desapasionado de la documentación, debería proceder al nombramiento de quien mejor garantice el cumplimiento de los fines de la Defensoría.
Ciertamente, esa persona no puede ser una “ilustre desconocida”, en un doble sentido. En primer lugar, porque tiene que ser alguien con trayectoria reconocida en el campo de la defensa de los derechos humanos; en segundo lugar, porque debe ejercer lo que se denomina “magistratura de influencia”, para lo que se necesita no solamente estatura moral e intelectual, sino también posibilidades reales de comunicación y relaciones con las instituciones públicas y con las organizaciones y los diversos sectores de la ciudadanía. Puede ser alguien conectado con los partidos y la política, pero con suficientes credenciales de independencia de pensamiento y acción.
En otras palabras, que no puede ser un “yes man” o “yes woman” del poder político establecido, que le vaya a hacer la masa aguada al gobernante de turno, colocando en segundo o tercer lugar lo que es propio del cargo: la defensa de los derechos de la ciudadanía y en general de las y los habitantes del país.
¿Qué pasará en esta ocasión? No lo sabemos a ciencia cierta, pero se dice que hay una diputada de la bancada oficial que ya cuenta con la bendición del Presidente y el apoyo de su fracción y de otros votos del llamado G-38. Si esto es cierto, ¿para qué la mascarada de comisiones especiales para el examen de atestados y elaboración de ternas?
Si los votos están ya amarrados, bien pueden ahorrarse esfuerzo y tiempo otras personas interesadas, y por supuesto la Asamblea Legislativa puede dedicar el período de “examen” y discusión a otros menesteres. ¿Pero qué podemos esperar ciudadanas y ciudadanos de un nombramiento de ese tipo?
Es lamentable que la designación haya entrado dentro del reparto político de cargos, y que algunas señoras y señores diputados, sin interés real en la defensa de derechos, vean en ella la posibilidad de saltar de su curul a otro cargo público que les mantendría visibles políticamente y que también les podría catapultar a otro de mayor importancia en el futuro.
Hasta ahora, a pesar del manoseo político partidista, con excepciones, la Defensoría ha logrado mantener la independencia del poder político, en mucho porque la institucionalidad ha funcionado.
En otras palabras, porque un conjunto de funcionarios y funcionarias que ha permanecido en la institución a lo largo de varios períodos, y que ha interiorizado profundamente la filosofía que hay detrás de su creación, ha marcado un rumbo que en términos generales la mantiene activa en la defensa de los derechos.
Pero este conjunto de personas con “la camiseta bien puesta”, como se dice popularmente, no es eterno y el peligro de una Defensoría acomodada a las exigencias del poder político es real.
Ciudadanas y ciudadanos con amplios y reconocidos historiales en la defensa de derechos humanos deberían presentar sus atestados y competir por la designación. Y la Asamblea Legislativa, después de un examen desapasionado de la documentación, debería proceder al nombramiento de quien mejor garantice el cumplimiento de los fines de la Defensoría.
Ciertamente, esa persona no puede ser una “ilustre desconocida”, en un doble sentido. En primer lugar, porque tiene que ser alguien con trayectoria reconocida en el campo de la defensa de los derechos humanos; en segundo lugar, porque debe ejercer lo que se denomina “magistratura de influencia”, para lo que se necesita no solamente estatura moral e intelectual, sino también posibilidades reales de comunicación y relaciones con las instituciones públicas y con las organizaciones y los diversos sectores de la ciudadanía. Puede ser alguien conectado con los partidos y la política, pero con suficientes credenciales de independencia de pensamiento y acción.
En otras palabras, que no puede ser un “yes man” o “yes woman” del poder político establecido, que le vaya a hacer la masa aguada al gobernante de turno, colocando en segundo o tercer lugar lo que es propio del cargo: la defensa de los derechos de la ciudadanía y en general de las y los habitantes del país.
¿Qué pasará en esta ocasión? No lo sabemos a ciencia cierta, pero se dice que hay una diputada de la bancada oficial que ya cuenta con la bendición del Presidente y el apoyo de su fracción y de otros votos del llamado G-38. Si esto es cierto, ¿para qué la mascarada de comisiones especiales para el examen de atestados y elaboración de ternas?
Si los votos están ya amarrados, bien pueden ahorrarse esfuerzo y tiempo otras personas interesadas, y por supuesto la Asamblea Legislativa puede dedicar el período de “examen” y discusión a otros menesteres. ¿Pero qué podemos esperar ciudadanas y ciudadanos de un nombramiento de ese tipo?
Es lamentable que la designación haya entrado dentro del reparto político de cargos, y que algunas señoras y señores diputados, sin interés real en la defensa de derechos, vean en ella la posibilidad de saltar de su curul a otro cargo público que les mantendría visibles políticamente y que también les podría catapultar a otro de mayor importancia en el futuro.
Hasta ahora, a pesar del manoseo político partidista, con excepciones, la Defensoría ha logrado mantener la independencia del poder político, en mucho porque la institucionalidad ha funcionado.
En otras palabras, porque un conjunto de funcionarios y funcionarias que ha permanecido en la institución a lo largo de varios períodos, y que ha interiorizado profundamente la filosofía que hay detrás de su creación, ha marcado un rumbo que en términos generales la mantiene activa en la defensa de los derechos.
Pero este conjunto de personas con “la camiseta bien puesta”, como se dice popularmente, no es eterno y el peligro de una Defensoría acomodada a las exigencias del poder político es real.
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