Estamos a pocas semanas del nombramiento de la persona que encabezará la Defensoría de los Habitantes para un nuevo período de cuatro años. Se trata de un nombramiento importante, pues del desempeño de esta Institución depende en gran medida el respeto por parte de la institucionalidad pública, de los derechos de las y los costarricenses. La sociedad en su conjunto, entonces, debería estar pendiente de este nombramiento.
Ciudadanas y ciudadanos con amplios y reconocidos historiales en la defensa de derechos humanos deberían presentar sus atestados y competir por la designación. Y la Asamblea Legislativa, después de un examen desapasionado de la documentación, debería proceder al nombramiento de quien mejor garantice el cumplimiento de los fines de la Defensoría.
Ciertamente, esa persona no puede ser una “ilustre desconocida”, en un doble sentido. En primer lugar, porque tiene que ser alguien con trayectoria reconocida en el campo de la defensa de los derechos humanos; en segundo lugar, porque debe ejercer lo que se denomina “magistratura de influencia”, para lo que se necesita no solamente estatura moral e intelectual, sino también posibilidades reales de comunicación y relaciones con las instituciones públicas y con las organizaciones y los diversos sectores de la ciudadanía. Puede ser alguien conectado con los partidos y la política, pero con suficientes credenciales de independencia de pensamiento y acción.
En otras palabras, que no puede ser un “yes man” o “yes woman” del poder político establecido, que le vaya a hacer la masa aguada al gobernante de turno, colocando en segundo o tercer lugar lo que es propio del cargo: la defensa de los derechos de la ciudadanía y en general de las y los habitantes del país.
¿Qué pasará en esta ocasión? No lo sabemos a ciencia cierta, pero se dice que hay una diputada de la bancada oficial que ya cuenta con la bendición del Presidente y el apoyo de su fracción y de otros votos del llamado G-38. Si esto es cierto, ¿para qué la mascarada de comisiones especiales para el examen de atestados y elaboración de ternas?
Si los votos están ya amarrados, bien pueden ahorrarse esfuerzo y tiempo otras personas interesadas, y por supuesto la Asamblea Legislativa puede dedicar el período de “examen” y discusión a otros menesteres. ¿Pero qué podemos esperar ciudadanas y ciudadanos de un nombramiento de ese tipo?
Es lamentable que la designación haya entrado dentro del reparto político de cargos, y que algunas señoras y señores diputados, sin interés real en la defensa de derechos, vean en ella la posibilidad de saltar de su curul a otro cargo público que les mantendría visibles políticamente y que también les podría catapultar a otro de mayor importancia en el futuro.
Hasta ahora, a pesar del manoseo político partidista, con excepciones, la Defensoría ha logrado mantener la independencia del poder político, en mucho porque la institucionalidad ha funcionado.
En otras palabras, porque un conjunto de funcionarios y funcionarias que ha permanecido en la institución a lo largo de varios períodos, y que ha interiorizado profundamente la filosofía que hay detrás de su creación, ha marcado un rumbo que en términos generales la mantiene activa en la defensa de los derechos.
Pero este conjunto de personas con “la camiseta bien puesta”, como se dice popularmente, no es eterno y el peligro de una Defensoría acomodada a las exigencias del poder político es real.
Super Manuel,
ResponderEliminarMe parece muy útil esto que haces además de abrir la puerta para discutir asuntos de manera muy cómoda!
Abrazo
Gina S
Me parece excelente la idea del blog. Respecto del tema que tratas, creo que efectivamente es un nombramiento importante, pero discrepo un poco -o al menos disiento- de la afirmación en el sentido que "del desempeño de (esa) institución depende en gran medida el respeto por parte de la institucionalidad pública".
ResponderEliminarDisiento de ella porque –por un lado- la encuentro como una adjetivación un tanto sobre valorada: ciertamente la Defensoría de los Habitantes, cumple un rol en el resguardo de los derechos humanos, pero ello -desde mi punto de vista- para nada implica que penda de la Defensoría el respeto hacia toda la institucionalidad. Además –por otro lado- creo que los alcances y las limitaciones jurídico-normativas inherentes a la Defensoría, las cuales le impiden un marco de acción mayor y sobre todo, develan el hecho de que si bien los/as funcionarios/as de ella, hacen recomendaciones correctivas a las distintas entidades públicas a propósito de diversos temas, éstas no son vinculantes. Esto último, socava –desde mi perspectiva- la afirmación de la cual –insisto- disiento parcialmente.
A la luz de lo anterior, creo que hay que valorar / evaluar, el grado de efectividad y la tasa de acogimiento de dichas recomendaciones, para decir a ciencia cierta si la Defensoría está cumpliendo con esa razón fundamental de ser: la defensa eficiente y efectiva de los intereses del ciudadano/a. O si por el contrario, es una organización de tipo ideal -en el sentido weberiano del término- que se circunscribe a generar discursos discóbolos del deber ser, pero que…más allá de hacer bulla o mover las aguas, nadie los acata.
Desde una perspectiva de la participación ciudadana y a partir del enfoque de la corresponsabilidad de los actores sociales, veo con muy buenos ojos la intención y/o llamado que haces en la entrada del blog, me refiero a ese llamado a los/as ciudadanos/as para que participen en el proceso. Pero...eso, aunado a la afirmación siguiente en la que dices que la Asamblea Legislativa haga un "examen desapasionado" de la documentación, me parece muy bien –ambas ideas- dentro de un contexto deontológico, es decir, me parece excelente en un contexto en donde ello se asuma como un deber ser, como un imperativo categórico; lamentablemente, lo cierto es que en la praxis: no se cumple.
Para todos/as es bien conocido que muchas veces -y más en esos casos- la político sobre determina las decisiones. Y ese runrún de la “venia” hacia una diputada oficialista, lo confirma. De allí que, me resulte muy oportuna tu afirmación al decir que -pese los maniqueos políticos de turno- la Defensoría ha logrado mantener cierto grado de independencia del poder político, pero igualmente cierto es la afirmación subsiguiente que haces respecto del peligro que existe de poner en entredicho a la institución misma, ya que se vislumbra en el horizonte (como dice Habermas) un perfil venidero -al mejor estilo cortesano- de que la figura del Defensor de los habitantes, se convierta en un cipayo de Ejecutivo.
A todas luces, la sociedad como conjunto debe más que preocuparse: ocuparse, por adquirir niveles mayores de participación ciudadana y corresponsabilidad para alcanzar e implementar un sistema transversal en el marco de la institucionalidad pública tendiente a la rendición de cuentas y el control político.
Algunos/as seguimos soñando con eso, pero sin caer en pesimismo, creo que los vicios urbi et orbe de la política en su dimensión práctica, han alcanzado un rango “superior” casi que -desde la perspectiva de algunos/as directamente involucrados en dichas prácticas- por encima del bien y el mal. Cómo pasar de la dimensión onírica / utópica a la dimensión práctica en donde esto sea posible…es tarea de todos y todas...
Felicidades -nuevamente- Manuel por el blog. Saludos!!
Don Manuel, excelente artículo. Aporta argumentos sumamente importantes. Yo diría que lo más relevante para oponerse a una eventual escogencia de Taitelbaum en tan importante cargo es su relación directa con un partido político; máxime si es el que está actualmente en el gobierno. Ningún ser humano es 100% neutral ni objetivo, pero se puede buscar el que más se le acerque a tal neutralidad y objetividad. Ergo, no debe ser Ofelia.
ResponderEliminarEste artículo merece ser publicado en La Nación (que al parecer no es pro-gobierno; parece más que todo libertario) o en el Diario Extra (para ser leído por muchos costarricenses).
Saludos.