El 28 de junio Centroamérica retrocedió treinta años. Eso es lo que se dice; pero esa sea una verdad a medias. A lo mejor es que nos habíamos fabricado una historia de progreso social y político que no era real, y detrás de los cambios aparentes las cosas seguían igual. Tal vez habíamos levantado una lujosa escenografía que ocultaba la realidad de la resistencia al cambio. El golpe, entonces, nos habría vuelto a poner súbitamente los pies sobre la tierra, porque hemos cambiado, sí, pero no tanto como pensábamos ni en el rumbo ansiado.
La mayoría de estas sociedades siguen siendo muy desiguales, con elevados niveles de pobreza y de exclusión social. Honduras y Nicaragua , junto con Haití, son los países más pobres del continente. Eso no cambió con las aperturas democráticas; incluso se agravó como resultado de las políticas de corte neoliberal, la expoliación de las arcas del estado y los desastres naturales. Tampoco cambió la situación para las elites locales, que no perdieron su poder económico y su predominio política.
La renovación de estas elites ha sido aparente. En Honduras los mismos personajes u otros con similares apellidos siguen apareciendo en los altos cargos de elección popular. Micheletti fue miembro de la Guardia de Honor Presidencial, del entonces presidente liberal Ramón Villeda Morales, depuesto en 1963. El canciller del gobierno hondureño de facto es sobrino del Coronel López Arellano, quien protagonizó el golpe militar en 1963. Villeda Morales junto con el candidato de entonces del Partido Liberal, Modesto Rodas, se vino a refugiar en Costa Rica. Ahora el hijo de Villeda Morales, Mauricio Villeda, es vocero del gobierno de facto y la canciller del gobierno depuesto, Patricia Rodas, es hija de Modesto Rodas. José Manuel Zelaya es hijo de uno de los perpetradores de la matanza de los Horcones, un asesinato de campesinos ocurrido en 1975.
Seguramente encontraremos más vinculaciones de este tipo entre los actores principales de lo que ocurre hoy en Honduras, a favor y en contra del golpe. Hay ingredientes nuevos, sin embargo: la presencia del Opus Dei en amalgama con el grueso del capital y los militares. Y, en general, con la bendición de una iglesia católica encabezada por un Cardenal que se decía papable y que venía a Costa Rica a pronunciar encendidos discursos de corte tercermundista. Matemático, políglota, músico, papable y ahora golpista, coaligado con las iglesias evangélicas, que se han encargado de organizar marchas y rogativas en apoyo a Micheletti y su combo.
Pero, ¿estamos hablando de una particularidad de la política hondureña o en general de la política centroamericana? Seguramente encontraremos situaciones similares de reproducción de elites, incluyendo por supuesto a Costa Rica. Cambiar para no cambiar, para permanecer manejando los hilos del poder, en una especie de caricatura de democracia representativa. Honduras, centroamérica, la impotencia.
No conocía todas esas relaciones de diversos personajes en la política. Gracias por el dato. Artículo interesante.
ResponderEliminarSaludos.