Hace poco más de un año, a principios de enero de 2013, el
precandidato Rodrigo Arias anunció sorpresivamente su renuncia, dejándole el
campo libre a Johnny Araya. No pocos se
quedaron colgados, porque le habían dado su adhesión, incluyendo a dieciséis
diputados de la actual fracción liberacionista, que lo hicieron en la mañana
del 19 de diciembre de 2012. En ese
acto, Arias dijo lo siguiente: “Ya viene
enero y en enero vamos a dejar de repartir tamalitos y arroz con pollo en el
Paseo Colón, se van a acabar los desfiles, las fiestas, los topes y ahí vamos a
caer en la cruda realidad de Costa Rica, ahí vamos a ver quiénes tienen
verdaderas propuestas”. Unos pocos días
después, el 4 de enero, renunció sin mayores explicaciones.
Ahora es Araya el que se retira. Tampoco las explicaciones dadas satisfacen del todo; quedan dudas, sobre todo ante frases como esta: “Por razones éticas, es inaceptable el recurso a tácticas innobles en el afán de variar las percepciones políticas”. Tal vez en el futuro sepamos las razones profundas que le llevaron a rendirse a media batalla. Lo cierto es que, además de la escases de recursos, la campaña estaba varada, ayuna de ideas fuerza que le permitieran mantener al menos intactas las disminuidas huestes partidarias. Porque buena parte de quienes votaron por su candidatura para detener a Villalta, le habían abandonado.
Ahora es Araya el que se retira. Tampoco las explicaciones dadas satisfacen del todo; quedan dudas, sobre todo ante frases como esta: “Por razones éticas, es inaceptable el recurso a tácticas innobles en el afán de variar las percepciones políticas”. Tal vez en el futuro sepamos las razones profundas que le llevaron a rendirse a media batalla. Lo cierto es que, además de la escases de recursos, la campaña estaba varada, ayuna de ideas fuerza que le permitieran mantener al menos intactas las disminuidas huestes partidarias. Porque buena parte de quienes votaron por su candidatura para detener a Villalta, le habían abandonado.
De acuerdo con la oportuna encuesta del Centro de
Investigaciones y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica y el
Semanario Universidad, el 14,7% de quienes votaron por Araya en la primera
ronda, manifestaron su intención de hacerlo por Solís el próximo 6 de
abril. Igual propósito declararon
votantes del Movimiento Libertario, del Frente Amplio y de la Unidad Social
Cristiana: 84,8%, 90,7% y 82,9%
respectivamente. Esa avalancha de votos
hacia Solís no era posible contrarrestarla con los votos religiosos que buscó
atraer. Dicho sea de paso, el terraplén
conservador que amenazaba con caernos encima, empujado por Araya con la ayuda
de algunos curas y pastores, se detuvo a tiempo.
Pero la retirada deja un mal sabor, porque formalmente Araya
sigue siendo candidato y como tal aparecerá en la papeleta que se usará el 6 de
abril, lo que despierta justificados recelos en las filas de Luis
Guillermo. Se va pero no se va, abriendo
un umbral de incertidumbre que solamente se cerrará hasta al anochecer de ese día. Por tanto Solís no tiene más remedio que
seguir en campaña, con ajustes, por supuesto, porque necesita que una copiosa
mayoría ciudadana legitime políticamente en las urnas su presidencia.
El golpe está dado: el
PLN ha mordido el polvo bajo la conducción de Johnny Araya. Se abre un período de descarnadas luchas
internas por el control de lo que queda del partido, que no es mucho. Si hay suerte, emergerá un nuevo liderazgo y un
nuevo proyecto político, pero costará, porque las señales de agotamiento son
muchas.
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