Se han hecho largas estas semanas, después del 2 de
febrero. Es generalizada la opinión de
que la suerte está echada y que Luis Guillermo Solís será confirmado como
presidente de la República el próximo 6 de abril. Pero hay incertidumbre sobre el número de
votos que obtendrá en una elección donde el otro candidato dice –y no puede en
realidad—que no ha renunciado y se mantiene en la competencia en una suerte de lánguida
presencia.
Aunque hay que señalar que en los últimos días la presencia
de Araya en los medios se ha incrementado y se rumora que ha venido creciendo
la actividad de las dirigencias liberacionistas en distritos y cantones.
También hay incertidumbre en varios grupos de interés, sobre
todo en el sector empresarial, porque se enfrentan a una situación desconocida
para ellos. Acostumbrados a gobiernos
del PLN y del PUSC, cuyas políticas económicas y sociales corrían paralelas,
como los rieles del ferrocarril, la llegada al gobierno de un partido que nunca
ha gobernado y que ha cuestionado algunas de esas políticas, necesariamente
produce temor a un cambio cuyos contornos se desconocen. Las seguridades del pasado ya no existen.
Esos sectores han venido funcionando con un umbral de
incertidumbre muy bajo. Es decir, que se
acostumbraron a tener la sartén por el mango, como se dice popularmente, y
ahora la situación ha cambiado. Es bueno
recordar que las decisiones de política económica han estado en los últimos
treinta años en manos de un reducido grupo de economistas partidarios de la
apertura comercial, de la preponderancia del mercado sobre el estado, de la
reducción del tamaño del sector público, de la privatización de instituciones y
de la disminución del gasto en programas sociales. Un grupo que se ha movido entre el PLN y el
PUSC sin problemas de lealtad partidaria.
Así que las dudas afloran y ha aumentado la presión sobre el
candidato Solís para que ofrezca seguridades en uno y otro campo, y para que
proporcione los nombres de las personas que encabezaran el Banco Central y el
Ministerio de Hacienda, que posiblemente no serán del grupo de economistas
señalado.
Cierto es que ignorando ese clima de suspicacia, algunos de
los copartidarios de Solís hacen afirmaciones inoportunas que inmediatamente
disparan alarmas. Las llamadas
“vocerías” que trataban de evitar ese tipo de salidas parece que no han
funcionado como se esperaba, lo que no es difícil de entender en la situación que
vive en PAC en estos días, que no es precisamente la más adecuada para mantener
todos los factores bajo control.
Así que el candidato se ha visto obligado a apagar
incendios, porque si no lo hace, las inversiones podrían paralizarse al menos
momentáneamente y el fenómeno de la fuga de capitales podría presentarse, con
los consiguientes daños a la economía del país y a la imagen del nuevo gobierno.
Unas cuantas
cucharadas de tranquilidad no caerían mal, señoras y señores empresarios.
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