Los sucesos de la última semana ocurridos en las tiendas del
PUSC deberían servir para afinar nuestras antenas, y para asumir una actitud de
mayor exigencia a políticas y políticos, en cuanto a transparencia, honestidad
y responsabilidad se refiere.
La ciudadanía mira el espectáculo de la política desde los
asientos de la platea, los palcos y la galería, pero solamente ve lo que se
muestra y no lo que hay detrás. Raramente
tenemos acceso a la parte de atrás del escenario, donde ocurren muchas otras
cosas más. Para empezar, hay mucha gente
oculta, que realiza tareas que son necesarias para que la obra que se
representa se desarrolle sin contratiempos.
Hay un guión que alguien escribió y que debe seguirse; unos decorados
que a veces deben cambiarse con rapidez; unas luces que deben prenderse,
apagarse o cambiar de intensidad en el momento adecuado; una salida y entrada
de actores en los tiempos señalados, y muchas otras tareas más. Una cadena de mando se encarga que el
conjunto funcione coherentemente y de minimizar los contratiempos que puedan
ocurrir, incluyendo los conflictos entre actores y demás personal. El público no debe enterarse de lo que sucede
entre bambalinas.
A veces, sin embargo, parte o toda la fachada del escenario
se cae, y lo que pasa detrás queda a la vista de todas y todos los
espectadores. Algo así ha sucedido con
las renuncias y los regresos, las acusaciones, las carreras, las
contradicciones, los intentos de aclaración y las contraacusaciones, que
representaron el ex candidato Hernández y la principal dirigencia del
PUSC. La ficción creada en torno a esa
candidatura se cayó y ante los ojos de los espectadores se mostró la realidad
del juego político presente en ese partido: las luchas de poder, las mezquindades, las
ingenuidades, los chanchullos y las ambiciones personales de quienes decían
luchar por el país y por el bien de la mayoría de sus habitantes.
No digo que en los otros partidos suceda lo mismo, que no
hay cara en que persignarse y que lo mejor es alejarse de la política. Esas son decisiones que atañen al ámbito de
lo privado. Pero retirarse del espacio
de la política entraña un peligro: que
otras personas decidan por quienes se quedan fuera y lo hagan mal.
Urge poblar con nueva gente el territorio de la política, y,
por supuesto, dejar de tragar cuento tan fácilmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario