Es
justo el malestar y la indignación que ha provocado en un amplio grupo de
costarricenses, entre los que me incluyo, las últimas declaraciones del
diputado Orozco. No es justo ni aceptable que un representante popular se
exprese en la forma en que lo ha hecho, irrespetando no solamente a las
personas gay sino a la mayoría ciudadana, pues justifica sus palabras con
acomodadizos argumentos religiosos y alega que él habla como lo hacen los
hombres del pueblo.
Lo
justo es, sin embargo, no enfilar las baterías solamente sobre Orozco, opacando
el fondo del asunto. Él llegó a la Asamblea Legislativa gracias al voto de
grupos cristianos fundamentalistas, cuyos dirigentes han encontrado en los
partidos Renovación Costarricense y Restauración Nacional, formas para
articular sus intereses en el plano político. Se mueven en una zona gris,
encubriendo sus motivaciones reales, aprovechando los vacíos legales o las
vacilaciones de las autoridades encargadas de hacer cumplir las regulaciones
existentes. Porque el problema no se resuelve solamente prohibiendo el uso de
símbolos con evocaciones religiosas, como hizo recientemente el Tribunal
Supremo de Elecciones con Renovación Costarricense y el pez de su bandera.
Lo
justo es señalar que la particularidad de los intereses que defienden hace que
los diputados de estos grupos se muevan alrededor de los focos del poder,
mercadeando bien sus votos en la conformación de directorios legislativos, en
la aprobación de leyes y en los informes de comisiones investigativas. Han sido
exitosos en ese cometido, distorsionando los procesos legislativos, porque las
fracciones gubernamentales saben manejarlos bien para su provecho. Por esa
razón Avendaño está en el directorio y Orozco preside la Comisión de Derechos
Humanos.
Lo
justo es entonces denunciar y fustigar a quienes permitieron irresponsablemente
que Orozco llegara hasta ahí: los integrantes de la fracción del Partido
Liberación Nacional y de la fracción del PASE. Si no fuera presidente de esa
Comisión, sus declaraciones pasarían como una muestra más del folklore
legislativo. El hecho es que la ocupa, convirtiéndose así en el testimonio
evidente del grado de estima que la fracción liberacionista tiene de los
derechos humanos. ¿Pero se trata solamente de la fracción liberacionista?
Lo
justo es no olvidarnos que el gobierno de ese mismo Partido sufrió una derrota
en el asunto de la fecundación in vitro en la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, y que ese mismo gobierno ha declarado de interés público el V Congreso
Centroamericano de Bioética, que patrocinan grupos conocidos por sus posiciones
conservadoras en temas relativos a la sexualidad, las relaciones entre parejas
del mismo sexo y la fecundación asistida. Grupos que tratan de imponer a la
mayoría ciudadana, por las vías legales, sus particulares valores religiosos,
en clara contraposición con la democracia y con la marcha de la historia.
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