Estamos
a once meses de las elecciones presidenciales y legislativas de 2014. Sin
embargo, el clima preelectoral está como el de este marzo: frio. Y por los
aires que corren, parece que no va a calentar mucho en el resto del año, salvo
que ocurra algún hecho extraordinario. La reciente encuesta de UNIMER muestra
un panorama general de desconfianza ciudadana frente a partidos, candidatos y
probables coaliciones en el sector de la oposición.
El
62% de las personas entrevistadas dijo no simpatizar con ningún partido y entre
los inclinados a votar, Araya apenas logra el 27% de los posibles votos. Nos
encontramos como país en una situación donde gran parte de la ciudadanía mira
con enorme desconfianza todo lo que se parezca a política partidaria o
electoral. No me parece aventurado decir que estamos en medio de un campo
fértil para la aparición y crecimiento de un movimiento “antipolítica”, como el
que ha liderado Beppe Grillo en las recientes elecciones italianas. Sin
propaganda en medios, usando las redes sociales y buscando el contacto directo
con los descontentos, Grillo logró que su partido fuera individualmente el más
votado, porque los otros fueron en coalición a las elecciones.
Sin
embargo, partidos y candidatos designados o en búsqueda de la designación, no
parecen darse por enterados de lo que sucede. Para ellos la vida sigue igual,
como la pegajosa canción desde hace varias décadas. Con los ojos puestos en el
primer domingo de febrero de 2014, lo demás no parece importarles. Como si
hubieran sido atacados por algún virus que produce esquizofrenia, viven a
medias en el mundo real y a medias en un mundo que se han construido a su
medida, para no enfrentar con los pies en la tierra las difíciles
circunstancias en las que estamos como país.
¿Será
que no hay solución y que estamos irremediablemente perdidos? A veces pienso
que a la política le sucede lo mismo que al tránsito, ya no solamente en horas
pico, sino todo el día y parte de la noche. Es decir, que estamos en una
situación de bloqueo, sin que se logre avistar solución alguna real a corto
plazo. Se hicieron diagnósticos, pero no se tomaron a tiempo las acciones que
correspondían. Lamentablemente en política no hay trenes que sirvan de
paliativo para aliviar sus males.
Algunos
dirán que en unos meses estaremos como cada cuatro años, inmersos en una
campaña donde candidatas y candidatos de turno ofrecen espejitos y collares de
cuentas a fascinadas multitudes consumidoras de esa clase de política. Puede
ser, no lo niego. Hay incautos y hay sectores ciudadanos que buscan como usar
su voto de la manera más útil. Unos porque dependen de ayudas de instituciones
del estado; otros porque necesitan asegurar que las políticas públicas, sobre
todo en el ámbito económico, seguirán favoreciendo sus negocios e intereses. Y
eso lo saben quienes se dedican a esa forma de hacer la política.
¡Por eso estamos como
estamos!
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