Abril ha sido un mes plagado de sorpresivos acontecimientos políticos. Rodaron cabezas, en términos figurativos, de altos funcionarios del gobierno de la presidenta Chinchilla y de personajes de la oposición; se cayó la Ley de Solidaridad Tributaria y una nueva encuesta de UNIMER mostró la realidad del deterioro de la imagen del gobierno, que se vino en picada hasta niveles parecidos a los de Figueres y Pacheco, que han sido los gobernantes peor evaluados de las últimas décadas. Finalmente, el matutino La Nación, que con sus investigaciones provocó las caídas de funcionarios, también quedó maltrecho al revelarse que puede enfrentar un juicio por impuestos no pagos por un monto de 1.918 millones de colones.
La Alianza por Costa Rica no
logró reponerse a tiempo del descabezamiento, y mientras los diputados del PAC
no terminaban de aceptar los nombres que ofrecía el Movimiento Libertario, los
dirigentes de la fracción liberacionista, ni cortos ni perezosos, se los
madrugaron ofreciendo al PASE el confite de la presidencia legislativa y
otros cargos, a cambio del control de
las comisiones y, por debajo, del Directorio de la Asamblea. Un acuerdo llamado de “gobernabilidad”, que
no está sustentado en propuestas compartidas para sacar al país del atolladero
en que está metido, sino en negaciones:
no al estado laico, no a las uniones entre personas del mismo sexo, no
al aborto.
¿Por qué le llamarán acuerdo
de gobernabilidad a este parto de los montes?
Ya debería prohibirse el uso indiscriminado del término gobernabilidad,
que igual sirve para un roto que un cosido, pero que en la retórica de los
gobernantes, significa disponer del suficiente poder para hacer lo que venga en
gana, sin tener que negociar con incómodas oposiciones.
Llegamos así a un nuevo
primero de mayo, con un gobierno prácticamente en el suelo, en buena parte por
culpa del anterior, sin reforma tributaria, con poco que mostrar de obra real y
sin aparente perspectiva sobre el camino a seguir en los dos años que le
quedan. Con una Asamblea Legislativa dividida
en dos bloques, cuyo accionar seguramente no va a ser nada fluido, porque el
acuerdo PASE-PLN podría haber reunificado a la oposición. Pero también --hay que decirlo-- con partidos
de oposición que no dan muestras de claridad sobre como salir del actual
empantanamiento.
Tiempos oscuros nos esperan,
a menos que aparezcan iluminados que nos indiquen qué hacer. Poco se puede esperar de los partidos y menos
de un PLN enfrascado en una prematura lucha de tendencias, pese a que Figueres
ha amenazado con presentar en breve una propuesta de país que entregará al
gobierno para su desarrollo. Pero de
estas propuestas que vienen de afuera ya estamos curados.
¿No será que ha llegado la
hora de la sociedad civil, que ante la ausencia de pensamiento en el gobierno y
los partidos, promueva acuerdos políticos amplios y viables antes de que la
situación se deteriore aún más?
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