Escasas tres semanas mediaron entre la sentencia en el juicio ICE-ALCATEL y el fallo de la Sala III que ratificó la condena del expresidente Rafael Ángel Calderón Fournier y demás imputados en el juicio CAJA-Fischel. Dos expresidentes condenados, uno en primera instancia y el otro definitivamente.
El impacto sobre la ciudadanía ha sido fuerte, aunque pareciera que para un importante sector en ambos casos las condenas no cumplieron con sus expectativas. Dados los perfiles de los principales imputados y la índole de los delitos, se esperaban condenas mayores. La gente se hace sus ideas sobre culpabilidades y castigos, pero los jueces emiten sus fallos con base en pruebas válidas y declaraciones de testigos, de acuerdo a lo que señalan las leyes, sus interpretaciones y sus conciencias. Pese a la diferencia entre expectativas y resultados, lo cierto es que ambos expresidentes han sido condenados, y la forma en que votaron los jueces es conocida. Aquí no hay posibilidad de eludir responsabilidades.
Con las condenatorias los actuales dirigentes del PUSC esperan poder pasar la página y dedicarse a reconstruir el Partido, pero el daño sufrido es enorme y no es tan fácil deshacerse de tan pesado fardo. Seguramente tendrán que pasar muchos años antes de que se logren mitigar esos daños, y no antes de que emerja, si logra hacerlo, una nueva generación de dirigentes, sin nexos directos con la historia del Partido en estas décadas. El PUSC apenas ha iniciado “la travesía del desierto”, para usar la imagen bíblica, y veremos si logra completarla. Mientras tanto no le queda otro camino que tratar de sacar el mejor provecho posible de su situación de partido minoritario.
Los desenlaces de los juicios no solamente tocan a ese Partido. Afectan a la política en general y por tanto al conjunto de los partidos políticos. No hay que olvidar, además, que aunque sobre el expresidente Figueres Olsen no pesa ninguna causa pendiente, el grueso de la ciudadanía piensa que hizo algo indebido, aunque no necesariamente ilegal, y que no se arriesgó, como los otros dos expresidentes, a dar la cara y exponer su versión de los hechos en el momento y ámbito apropiados. Prefirió tomar el camino de una especie de autoexilio.
Según los datos del Latinobarómetro para 2010, en Costa Rica solamente el 24% de las personas encuestadas indicó que le interesaba algo la política. La gran mayoría se mostró poco o nada interesada. Seguramente los resultados de los juicios a los expresidentes y otros personajes políticos no ayudarán a cambiar estas opiniones, y amplios sectores de la ciudadanía reafirmarán su creencia de que la política es sucia y que los políticos son desconfiables y solamente persiguen intereses personales o de grupo.
La verdad es que muchos de los actuales diputados y algunos otros políticos poco o nada hacen por cambiar esa percepción. Más bien parece que se han puesto de acuerdo para reafirmarla.
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