La investigación en torno a la procedencia de los fondos que financiaron gran parte de la campaña del Partido Movimiento Libertario ha vuelto a elevar la temperatura del pleno legislativo, ya de por sí caliente por lo ocurrido el 1 de mayo y sus secuelas. Está bien que se aclare de una vez por todas el origen de los fondos y que “cada palo aguante su vela”, como dijo el propio Otto Guevara.
El control de las contribuciones a partidos es una de las debilidades de la normativa vigente, lo que amerita una nueva discusión del capítulo y la aprobación de las reformas necesarias para evitar, en lo posible, que se repitan los problemas detectados. Aunque seguramente otros aparecerán, porque el problema de fondo no son los controles, sino la forma de plantear y desarrollar las campañas electorales.
Como se ha dicho muchas veces, aquellas no son precisamente períodos que favorezcan la reflexión ciudadana alrededor de la escogencia de autoridades y representantes, y mucho menos sobre la situación del país y su futuro. Son carnavales donde se promueven mercancías políticas, recurriendo a las modas impuestas por publicistas, donde lo que predomina son los lemas, las cantinelas, las imágenes, los colorines y los fuegos artificiales, para saturar y aturdir a las poblaciones y llevarlas a las urnas electorales sin meditación alguna sobre las consecuencias del voto que van a emitir.
Pero como en todo carnaval, se necesita mucho dinero, sobre todo porque la presencia en la televisión es vital. Como se dice, quien no está en ese medio no existe. Así es la realidad. Hay que buscar entonces el dinero como sea, porque el financiamiento público no alcanza y su tramitación es lenta, además de que hay otros gastos elevados, como el transporte, a pesar de que los estudios han mostrado que la gran mayoría de los votantes se desplaza hacia las urnas por sus propios medios. Por supuesto que ese mundo está vedado a los partidos nuevos o pequeños, porque como se demostró en la última campaña electoral, la posibilidad de financiamiento previo es letra muerta. Bancos y financistas no están dispuestos a correr riesgos más allá de ciertos límites.
Sería quizás hora de ir más allá en el tema del financiamiento y exonerar a los partidos de la búsqueda de fondos para propaganda. En otros países se han ensayado mecanismos que han resultado útiles. Por ejemplo, en México los partidos políticos no pueden contratar espacio en la televisión y otros medios de comunicación. Es el Instituto Federal Electoral el que hace directamente la contratación y distribuye el espacio entre los partidos: una parte, la mayor, proporcionalmente, de acuerdo a los votos obtenidos en la anterior elección, y el sobrante, igualitariamente entre todos ellos.
No se satura la televisión y otros medios con propaganda cansina e irrelevante, y los partidos quedan liberados de conseguir el dinero y talvez mejoren las campañas.
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