Estamos
en los inicios del 2015. Buen momento para reflexionar en dónde estamos y hacia
dónde pretendemos llegar como sociedad. Otros se han encargado de las
perspectivas de la economía del país en el año que se inicia, indicando que no
son tan lúgubres, sobre todo si se logra aprobar un conjunto de medidas que
mejorarían la situación fiscal. Esa aprobación, sin embargo, tendría que ser el
producto de un acuerdo básico entre partidos y sectores sociales, sobre el
rumbo que debería tomar el país en su conjunto.
Pero
ese acuerdo no existe y tampoco hay señales de que se pueda alcanzar a corto
plazo. Los diálogos intersectoriales no han arrojado frutos y más bien lucen
estancados por efecto de las medidas y acciones que ha debido tomar el
gobierno, porque el tiempo no se detiene y los problemas y las demandas de
solución saltan por doquier. Como sociedad estamos en una etapa en la cual
predominan los intereses particulares, y donde los grupos de presión intentan
halar la nave del estado por el rumbo que a cada uno de ellos mejor le
conviene, en una competencia insensata que nos mantiene varados sin solucionar
los serios problemas que nos aquejan.
Los
partidos políticos, que supuestamente se deben encargar de la agregación de
intereses diversos, dentro de rangos establecidos por sus diferentes visiones
de mundo, están desorientados, fragmentados y apocados, sin que en su seno
fuerzas renovadoras hagan su aparición. Acusan al gobierno de falta de rumbo,
como maniobra distractora para ocultar su realidad: la carencia de norte.
Seguramente por eso en las encuestas postelectorales los "sin
partido" sigue siendo el grupo más grande. Incluso en el último año han
decrecido notablemente los simpatizantes del PLN, debido seguramente a su pobre
desempeño electoral, con un candidato que decidió sin razones claras no jugar
el segundo tiempo del partido, y la desteñida actuación de la fracción en la
Asamblea Legislativa en 2014.
La
cercanía de las elecciones municipales seguramente no favorecerá el escudriñamiento
interno, la depuración y la emergencia de planteamientos partidarios remozados.
Las viejas dirigencias, sobre todo en la constelación opositora, siguen presas
en las lógicas del pasado, registrando y agrandando los supuestos errores del
gobierno, pensando que en 2018 ganarán las elecciones prácticamente caminando.
No entienden que el mundo cambió y que al pasado pertenecen muchos líderes y
dirigentes, esquemas y formas de acción política. La debilidad y el temor han
sustituido la audacia de antaño, imposibilitando el pensar en grande.
En
la sociedad civil hay mayores muestras de renovación, aunque el espacio público
lo siguen ocupando viejas organizaciones y dirigencias gremiales y
empresariales. En todo caso, los retoños son todavía escasos y carecen de la
articulación necesaria para influir en forma determinante en la política,
forzando la renovación de pensamiento, cuadros y partidos.
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