En la última semana hemos asistido a cristalizaciones momentáneas
de fuerzas políticas en la Asamblea Legislativa, que escapan a las
calificaciones fáciles: derecha e izquierda o conservadores y progresistas. La
primera de ellas se dio en torno a un nuevo proyecto de Ley de Reforma Procesal
Laboral, con el que se busca romper el impase provocado por el veto hecho a la
ley original por el gobierno de Laura Chinchilla. El proyecto fue presentado
por las fracciones del PUSC, del PAC y del FA, es decir, por el bloque que
eligió al actual directorio legislativo.
Un bloque progresista, se diría, porque inmediatamente los
nueve diputados del ML y el bloque cristiano anunciaron su oposición; los del
PLN también lo hicieron pero, además, presentaron otro proyecto donde se
establece la prohibición de las huelgas en los servicios esenciales. ¿Progresistas
versus conservadores?
Sin embargo, al día siguiente, la conformación de fuerzas
varió en torno al nombramiento de la persona que debería encabezar la
Defensoría de los Habitantes. La elección de la señora Montserrat Solano
Carboni, inicialmente apoyada por la totalidad de la fracción parlamentaria del
PLN, terminó siendo el resultado, después de varias votaciones, de una negociación
política entre las bancadas del PAC y del FA, con el apoyo de siete diputados
liberacionistas.
La mayoría de la bancada verdiblanca se plegó al bloque conformado
por los cristianos, el PASE, el PUSC y el ML. Esta vez los diputados de esa
fracción se pasaron de acera; mientras que los del PAC y del FA, inicialmente
enfrentados, al final unificaron fuerzas para evitar que la posición más
conservadora se impusiera, como estuvo a punto de hacerlo.
Por cierto, el tiempo dirá si fue acertado el nombramiento que
se hizo de Defensora de los Habitantes. La señora Solano Carboni parece ser una
persona competente para el cargo, que ha dedicado años al estudio y al trabajo
en el tema de los derechos humanos. Es la primera titular del cargo con
formación expresa y experiencia en la defensa de derechos, y con una visión que
trasciende los estrechos límites nacionales.
Ojalá su nombramiento haya roto la práctica de nominar
diputados o diputadas próximos a quedar desempleados, con la excepción de las
designaciones de Rodrigo Alberto Carazo y Lizbeth Quesada. Dichosamente la
Defensoría logró desarrollar desde sus inicios una firme institucionalidad, que
ha ido moldeando a quienes llegaron al cargo básicamente por razones políticas.
Si no hubiera sido así, seguramente la Defensoría habría sido un completo
desastre después de que Carazo dejó el cargo.
Esperamos que esta vez no solamente la institucionalidad
funcione otra vez, sino que también se produzca una feliz fusión entre aquella
y los aportes, ahora sí, que pueda hacer la nueva Defensora.
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