lunes, 14 de abril de 2014

¿Pura coincidencia?



Los anuncios hechos en los días posteriores a la elección del 6 de abril, de cierre de la planta de INTEL en Costa Rica y del centro de servicios del Bank of America, se han prestado para toda clase de conjeturas.  Y no es para menos, dadas las amenazas proferidas durante el proceso electoral sobre una posible salida de la inversión externa si los resultados favorecían a ciertos partidos, dentro de los cuales estaba el PAC.  Mucho se especuló sobre las señales supuestamente negativas que se estarían enviando a posibles inversores; sin embargo, el grueso del electorado hizo caso omiso de las advertencias y votó masivamente por Luis Guillermo Solís. 

Se ha afirmado que ambas empresas habían tomado mucho antes la decisión de cerrar gradualmente sus operaciones en el país.  Lo que no está claro es cuándo comunicaron esa decisión a los personeros del gobierno y a CINDE.  Según la directora de esta coalición, no tenían ninguna información sobre la decisión del Bank of America; pero en el caso de la otra empresa, aparentemente si se disponía de información que no fue hecha pública, vaya usted a saber por cuáles razones:  ¿no interferir en el proceso electoral o no afectar aún más la maltratada imagen del gobierno saliente?

El hecho es que los dos anuncios han provocado un sismo de considerable magnitud porque se van a quedar 3000 personas sin empleo, con los consiguientes efectos sociales e institucionales –por ejemplo sobre la Caja Costarricense de Seguro Social--, y porque desaparecerán de las estadísticas de comercio exterior el rubro de los circuitos integrados y las microestructuras electrónicas, el más importante componente de las exportaciones industriales del país.  Se insiste en que los anuncios nada tienen que ver con los resultados electorales.  Aceptémoslo, pero lo cierto es que contribuyen a complicarle aún más la situación al nuevo gobierno.

El expresidente Figueres, posiblemente tratando de posicionarse con vistas a las elecciones de 2018, ha salido a lanzar culpas a uno y otro lado, afirmando que no se ha hecho la tarea.  No dice nada sobre la necesidad de reflexionar una vez más sobre las debilidades del “modelo” económico que se ha establecido en el país, donde las zonas francas constituyen el sector más dinámico. 

Según datos de PROCOMER, un poco más de la mitad de las exportaciones de bienes del país en los años 2006-2010 fue producto de las empresas establecidas en zonas francas.  El problema es que se trata de capital extranjero que puede mover sus inversiones en busca de mayor rentabilidad, pese a las facilidades que se les ha otorgado para su establecimiento en Costa Rica.  Y más allá de ciertos límites, al país le resulta imposible competir con países y regiones donde los precios de los insumos y de la mano de obra son más baratos.

No  digo que hay que acabar con las zonas francas, pero no podemos depender solamente de ellas

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