Está claro:
la mayoría de los partidos quiere disponer de una gorda chequera para
dilapidar dineros en la campaña electoral que se ha iniciado. No quieren jugársela rebajando solo el monto
de la contribución estatal del 0,19% al 0,11% del PIB. El PLN, el PUSC, el ML y los diputados
cristianos dicen que están dispuestos a hacerlo, siempre y cuando se les abran
otros portillos: de nuevo las
contribuciones de las sociedades anónimas y con ellas la posibilidad de introducción
de dineros sucios.
Es que la democracia es cara, se argumenta;
pero me pregunto: ¿esas campañas
plagadas de cancionetas, lemas vacíos y pactados debates entre candidatos,
contribuye en algo a engrandecer nuestra veterana democracia? Personalmente creo que no; que una campaña
basura lo que hace es acrecentar los males que padecemos, estimular la
corrupción y alejar a más personas de la política.
¿Será que es eso lo que se persigue? Porque entre menos votantes acudan a las
urnas, mejor para los partidos que todavía conservan fieles seguidores. Más votantes, sobre todo si votan por otros
partidos, pueden poner en serios aprietos a quienes supuestamente van adelante
en las encuestas, de alcanzar el umbral del 40% de los votos válidamente
emitidos.
Mantener el 0,19 del PIB es una
locura. Bajarlo al 0,11% todavía
significa una gran suma de dinero, que no nos dolería tanto si se empleara en
una campaña sustantiva. Es decir, en una
campaña corta y muy intensa, donde se discutieran seriamente los principales
problemas del país, con muchos cara a cara entre candidatos sin intermediarios. Claro, la presencia de una decena o más de candidatos
embrolla el asunto, porque todos quieren ser tomados en cuenta en igualdad de
condiciones. Pero los niveles son
desiguales, y no es tan cierto que si se invita a todos las preferencias
ciudadanas van a cambiar radicalmente.
Todos, eso sí, deberían tener posibilidades
de acceso a los medios, sobre todo a la televisión. Lástima grande que nosotros no hayamos
aprobado una regulación como la que existe en México, donde a los partidos se
les asigna un tiempo en radio y televisión, incluyendo a aquellos que todavía no
tienen representación en el Congreso de la Unión. A los
partidos con representación en esa entidad se les asigna el 30% del espacio
adquirido por el Instituto Federal Electoral en forma igualitaria, y el 70%
restante en forma proporcional a su fuerza electoral. Ningún partido puede contratar individualmente
espacios en esos medios.
Un elemento que también eleva el gasto es
la contratación de personal de diverso nivel.
Ahora hay gerentes para todo, que por supuesto tienen que tener otras
personas bajo su mando y la cadena se alarga.
Se arguye que la tecnificación de las campañas lo justifica, pero también
opera como una especie de bumerán, porque desincentiva la participación
voluntaria. Si hay dinero para tirar, no
pocos querrán quedarse fuera del festín.
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