Mientras
las y los participantes en un Foro que se realizó la semana pasada en la Ciudad
de México,
examinábamos
las carencias que muestran los parlamentos en sus relaciones con la ciudadanía,
en la calle se escuchaban las airadas voces de las personas que se manifestaban
en el Zócalo
y sus alrededores, protestando contra una controversial reforma educativa
impulsada por el actual gobierno de Peña Nieto. Indudablemente la presencia masiva de
maestras y maestros en la calle le agregó un especial ingrediente al
encuentro.
El
"Primer Foro Internacional sobre Mecanismos de Innovación
del Poder Legislativo", inicialmente se planteó
como un encuentro entre diputados y diputadas de América
Latina, con investigadores universitarios sobre el tema, con el fin de
intercambiar experiencias y resultados de investigaciones.
No
se pudo reunir un grupo parlamentario grande, pero el Foro arrojó
información
suficiente como para tener una idea de lo que está sucediendo en la región en
cuanto al funcionamiento de los parlamentos y su relación
con otros poderes y con la ciudadanía. En todos los casos nacionales analizados los
parlamentos están en
números
rojos en ese último
tipo de relaciones. Parlamentos y ciudadanía
parecen caminar por sendas diferentes.
Lo
lamentable del examen realizado a lo largo de cuatro días
fue la constatación de que hay poca innovación en
la mayoría de
los parlamentos latinoamericanos. Poco
que aprender de otras latitudes. Incluso
hay países
en los que los atrasos son mayores a los del nuestro, y esto no lo señalo
precisamente para que nos sirva de consuelo.
Hay que aclarar que el análisis fue en alguna medida
parcial, porque no hubo participantes de Venezuela, Ecuador y Bolivia, donde,
pese a lo que se dice, están en marcha procesos que habría
que examinar con cuidado.
¿Será que
el mecanismo de la representación política
está
llegando a su fin, tal y como lo conocemos?
Hans Kelsen, el conocido jurista austriaco, hace casi un siglo llegaba a
la conclusión
que dicho mecanismo tenía mucho de ficción,
porque el vínculo
entre representantes y representados era débil, sobre todo después de
las elecciones. Hoy en día
con las transformaciones en la estructura social, con la pérdida
de orientación de
los partidos y con los influjos de la globalización, ese vínculo
se ha vuelto raquítico.
¿Qué va
a pasar? Vivimos un cambio de época,
la señalización no
existe y debemos transitar en medio de la incertidumbre. Pero por algún lado habría
que empezar, quizás reconociendo la existencia
del problema y la necesidad de búsqueda de soluciones
reales. Un proceso en el que deben
participar todos los actores, porque no es un asunto que compete solamente a las elites o a los partidos. El problema es que hay actores invisibles que
determinan muchas veces el rumbo de los acontecimientos, a espaldas de las
opiniones y los sentires ciudadanos. Desenmascararlos
es parte de la tarea a realizar.