A las puertas del inicio de la campaña electoral
conviene preguntarse sobre el papel y la responsabilidad de los medios de
comunicación. Como ha sido repetidamente señalado, la campaña se va
a desarrollar en un clima caracterizado por la desconfianza de la mayoría de
ciudadanas y ciudadanos hacia los políticos y los partidos. Va a
costar mucho movilizar a esa masa a las urnas, sobre todo si se piensa usar los
mismos artificios del pasado. La gente no está esperando propaganda
vacía sobre las supuestas virtudes de los candidatos; quiere algo más sólido,
que no se disuelva fácilmente una vez pasadas las elecciones.
Más sólido también en términos de respuestas
válidas a los problemas que enfrentamos hoy en día, más allá del ritual de los
programas de gobierno, que se sabe carecen de mayor
utilidad. Asimismo quiere saber más sobre las credenciales reales de
quienes buscan sus votos para llegar a la Casa Presidencial y a la Asamblea
Legislativa. Los paraguas partidarios cada vez son menos efectivos
para tapar candidaturas flojas o de dudosa integridad moral. Por
supuesto que todavía un buen porcentaje de votantes seguirá atado a las
tradiciones, votando por el PLN o por el PUSC como siempre lo ha
hecho. Pero cada vez son menos quienes así actúan y cada vez más
quienes lo hacen con menor convencimiento y entusiasmo.
La gente tiene preguntas y demanda respuestas
claras, pero no dispone de los mecanismos efectivos para que su voz sea
escuchada. Solamente tiene el voto como arma, pero para emplearlo en
forma efectiva necesita información amplia y veraz. Es cierto que
hoy en día muchas personas tienen acceso, a través de internet, a una gran
variedad de fuentes de información, lo que les coloca, al menos en teoría, en
mejor posición para tomar decisiones políticas razonables. La
mayoría ciudadana, sin embargo, carece de tiempo y de posibilidades de acceso a
esas fuentes y debe quedarse con lo que le proporcionan los medios locales,
sobre todo la televisión.
Los medios de comunicación nacionales podrían
ayudar a subsanar en parte esas carencias, mejorando la calidad de lo que se
informa sobre candidatos y partidos, y lo que se pregunta en las
entrevistas. Dado el desprestigio en que ha caído la Asamblea
Legislativa, resulta conveniente poner especial atención en la integración de
la listas de diputados. Independientemente de las particulares
visiones sobre la sociedad de candidatas y candidatos, se necesita elevar el
nivel cultural y moral del parlamento, procurando evitar en lo posible la
llegada de ciertos personajes, cuyos antecedentes no auguran desempeños
moderadamente aceptables.
Más allá de mitos y leyendas, los medios son
actores interesados en el juego del poder y eso inevitablemente se cuela en lo
que informan sobre la política. Las pretensiones de objetividad son
solamente eso, pero por lo menos se podría mejorar el contenido de lo que se
intenta comunicar.
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