martes, 26 de junio de 2012
miércoles, 20 de junio de 2012
Quien no ha sido descalzo…
Un sentimiento de frustración recorre la nacionalidad. Frustración por la incapacidad gubernamental para tomar decisiones y ejecutarlas, por el despilfarro de la trocha, por la irresponsabilidad de funcionarios y diputados, por la falta de visión de los políticos, por la corrupción galopante y, en fin, porque nada o muy poco sale bien. Lamentablemente la trocha fronteriza se ha convertido en el símbolo de todo eso.
No son pocos los que sienten que este gobierno acabó, y que nada nuevo nos espera por ese lado en lo que resta del año y en 2013. Sensación a la que contribuye fuertemente el Partido Liberación Nacional, que en lugar de arremangarse y buscar cómo ayudarlo a salir del atolladero, está enfrascado en una prematura lucha de precandidaturas, con la vista puesta en las elecciones de 2014. Un círculo vicioso que se completará una vez entronizado Rodrigo Arias en la candidatura presidencial.
Pero también la oposición es culpable de este clima nacional, porque en sus tiendas no se observa ninguna señal positiva, indicadora de una alternativa a lo que tenemos. Partidos divididos y subdivididos, incapaces de comprender las señales de nuestro tiempo, sin perspectivas reales, enfrascados en estériles luchas por el poder, no están preparados para presentar una propuesta capaz de movilizar al grueso del electorado que hoy dice carecer de partido.
Ante esa situación han salido voces nada despreciables, a sugerir la conformación de una especie de junta de salvación nacional, que en un cierto plazo ponga orden y concierto en el gobierno y en el conjunto de instituciones públicas, y que, una vez concluida su tarea, llame a elecciones para restablecer un régimen democrático renovado. No dicen nada sobre el procedimiento de integración de la junta, sobre sus funciones reales, ni sobre las bases del poder que le permitirían hacer cambios radicales. Porque se trataría de un rompimiento del orden democrático y del establecimiento de un gobierno de facto que, por más blando que llegara a serlo, sería ni más ni menos una dictadura.
No se dan cuenta quienes acarician tal idea, quizás con las mejores intenciones, que de tal experimento podría salir algo mucho peor que lo que tenemos y con un enorme sufrimiento social, incluyendo la posibilidad de violencia estatal desatada con su legado de tortura y muerte. Ninguna dictadura es cosa de juego. Una vez establecida adquiere su propio perfil, intereses y dinámica, dejando atrás los supuestos objetivos originales de bienestar general. El camino al infierno está lleno de buenas intenciones.
Seguramente las personas que conviven con nosotros, provenientes de países de América Latina que pasaron por períodos dictatoriales, nos deben mirar con una mezcla de misericordia y enojo por la insensatez de pensar en tales salidas.
Los problemas de la democracia solo se resuelven en democracia. Pero por hoy tenemos que parar; otro día seguiremos con este tema.
martes, 12 de junio de 2012
De aquí y de allá
Sentado, mirando la entrevista que le hiciera a Justo Orozco en
Telenoticias su directora, la periodista Pilar Cisneros, no podía dejar de
pensar en las mejores películas de Cantinflas, el gran cómico mexicano. Solo
que Cantinflas decía lo que decía para divertir, pero Orozco lo dice en serio.
Si sus actuaciones no perjudicaran, como lo hacen, a grupos concretos de
costarricenses, podría pasar a la historia política del país como un mal
chiste; pero lamentablemente, como hemos dicho, no es así. Es un indicador más
del profundo bache en que ha caído la Asamblea Legislativa. Me pregunto: ¿los
sinceros creyentes cristianos no católicos se ven reflejados en Orozco de
alguna manera? ¿Y los católicos?
Definitivamente Rodrigo Arias está dispuesto a pasar la página, dejar
atrás al gobierno de Chinchilla y concentrarse en la candidatura para el 2014.
No lo dice abiertamente, pero sí con sus acciones. Si consigue la candidatura
presidencial en marzo, como posiblemente lo hará, doña Laura podría enfrentar
tempranamente el peligro de la irrelevancia política durante el resto de su
gobierno. Porque la fracción del Partido y la mayoría de los ministros fijarán ojos
y atención en lo que diga y haga Arias.
Ottón Solís ha anunciado que se retira por un tiempo de la Comisión
Política del PAC. Se baja del tren y espera el siguiente, el que transporte al
candidato del Partido a las próximas elecciones. Una pausa conveniente para él
y para la Comisión. Seguramente seguirá opinando e influyendo en las decisiones
de los órganos del PAC, pero la tensión interna podría disminuir. ¿Y si no se
vuelve a subir al tren?
Después de su viaje a Europa, doña Laura volvió a la carga en el asunto
de la trocha fronteriza, pero esta vez para atajar las críticas y defender lo
hecho, señalando que se trata de una obra en construcción, que no hay errores,
aunque sí “faltantes”, y que dejemos de darle armas al “enemigo”. ¿Haciendo de
nuevo lo del avestruz?
Lo de la Autoridad Reguladora de Servicios Públicos (ARESEP) no huele
bien: aumentos de salarios por encima de lo decretado para el sector público,
muchos funcionarios contratados en los últimos cinco años, elevado pago del
alquiler de un edificio en Guachipelín, y los gastos en consultorías
disparados. Según se ha dicho, este año ARESEP tiene presupuestado invertir más
de ¢1.300 millones para contratar servicios externos. Se siguen gastando sin
ton ni son los dineros que pagamos por impuestos y demás.
Finalmente, la Caja sigue dando de qué hablar: medicamentos que se
compran a destiempo y por sumas muy por encima de su precio real; pacientes sin
acceso a medicinas por más de un año, y 53.792 mamografías pendientes –aunque
las autoridades dicen que son menos--, con el consiguiente perjuicio para la
salud de miles de aseguradas. ¿Hasta cuándo tendremos que esperar para que los
problemas de la Institución se solucionen?
martes, 5 de junio de 2012
Restaurar la dignidad de la política
Por política entendemos
el conjunto de acciones y decisiones que incumben al gobierno de la sociedad.
Acciones y decisiones realizadas por la ciudadanía directamente o a través de
los mecanismos formales definidos por constituciones y leyes, y también
mediante el uso de otros mecanismos de carácter informal, como los movimientos
de presión.
Como sabemos, la
soberanía reside en el conjunto ciudadano, y este la delega, en la mayor parte
de los casos, en funcionarios electos y cuerpos representativos. Lo que se hace
en esas instancias es lo que comúnmente denominamos política, y sobre ella
terminan enfocadas las miradas del conjunto social. Se espera que la política
no solamente se realice dentro de los márgenes de la legalidad, sino que
también se practique con dignidad.
En nuestro país la
política ha ido perdiendo esa dignidad para convertirse en un ejercicio de
chapucería. Cada día que pasa una buena parte de la jerarquía del gobierno, la
mayor parte de quienes integran el poder legislativo y también algunos miembros
del poder judicial, se encargan de pisotearla y de desacreditarla, disminuyendo
así la confianza ciudadana en la institucionalidad democrática.
¿Qué pretenden con sus
discursos y acciones? Porque consciente o inconscientemente nos están
acercando, como sociedad, cada vez más al abismo. Las muestras de insensatez,
por no decir de cretinismo, son cada vez mayores. Lo último, por supuesto, la
elección de Justo Orozco como presidente de la Comisión de Derechos Humanos de
la Asamblea Legislativa. El anuncio parecía un mal chiste, pero desafortunadamente
no lo fue.
Llegó a esa posición en
virtud del acuerdo fraguado por la fracción liberacionista con el PASE, que
necesitaba de uno o dos votos más. El problema es que Orozco, que presume de
educador, matemático y abogado, es un personaje con un pensamiento atiborrado
de intolerancia, incultura, prejuicios, dogmatismo e ignorancia, todo adobado
con una salsa dizque cristiana, que lo inhabilita para presidir esa comisión.
¡Así valora los derechos humanos el PLN!
El tema Orozco es
solamente otra de tantas muestras de la profunda degradación de la política
nacional. Fracciones legislativas divididas y subdivididas, sin norte
ideológico y sin perspectiva de mediano y largo plazo, vagan por el escenario
político ante los ojos de una ciudadanía parcialmente inmovilizada por la
esperanza, cada vez más lejana, de que se produzca un punto de quiebre que nos
permita dejar atrás la acongojante situación actual.
Pero esos quiebres no
se producen por generación espontánea. Hay que empujarlos y esa responsabilidad
compete a toda la ciudadanía consciente. Los partidos, enfrascados en
insubstanciales luchas por el poder, tanto dentro como fuera de ellos, carecen
del músculo necesario para provocarlos. La restauración de la dignidad de la
política, entonces, tendrá que venir de lo mejor de la sociedad civil.
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