El martes de la semana anterior se realizó una nueva conversación entre la presidenta Chinchilla y el exmandatario Arias, esta vez, aparentemente, por iniciativa del ministro de la presidencia, Carlos Ricardo Benavides. No hubo declaraciones al finalizar el encuentro. El ministro Benavides dijo que fue una reunión de amigos, donde se trataron temas importantes de gobierno, pero no dio detalles.
Que la presidenta converse con un exmandatario y le pida consejo no tiene nada de raro; está dentro de la normalidad de la política que tales intercambios se realicen. Que no se informe en detalle sobre lo conversado es comprensible en la mayoría de los casos, pero no en este, porque las conversaciones entre Chinchilla y Arias no pueden catalogarse precisamente de intercambios entre amigos.
Se sabe que las relaciones han sido tensas no solamente porque Arias ha mantenido una actitud crítica sobre el gobierno de Chinchilla, sino por el asunto de las interferencias abiertas y veladas de su hermano Rodrigo, virtual precandidato del PLN, quien tiene una importante cuota de poder dentro de la fracción liberacionista en la Asamblea Legislativa.
Como en política lo simbólico cuenta a veces más que lo discursivo, no podemos dejar de recalcar que esta vez el intercambio no se realizó en terreno más o menos neutral, como la casa de Francisco Antonio Pacheco, sino en Rohrmoser, en la casa de Arias. No en la Casa Presidencial ni en la casa particular de la presidenta, sino en la de Arias. Puesto que el expresidente no está enfermo de gravedad ni cosa parecida, la visita no parece procedente dadas las circunstancias señaladas. Inevitablemente, entonces, tenemos que preguntarnos si se nos está enviando algún mensaje sobre la realidad actual del poder político en Costa Rica.
En la partida Zapote versus Rohrmoser ¿hubo algún acuerdo o alguien habrá puesto en jaque al otro? No lo sabemos, porque no hubo declaración sobre el contenido de las conversaciones, pero como con Arias nunca se sabe por dónde salta la liebre, resulta que dos días después, en una actividad organizada por las cámaras empresariales suelta un par de frases que dejan nuevamente mal parada, o quizás bien parada, depende como se vea la situación, a la presidenta Chinchilla.
Arias se une al coro que señala al gobierno falta de claridad en el rumbo a seguir, aunque, por supuesto, por razones diferentes a las que pueden tener otros sectores de la ciudadanía. No pidió apoyo para la presidenta, sino que volvió a reafirmar su criterio de que su gobierno había dejado todo muy armado, o la mesa servida, y lo que se ha hecho después es chapucería. No lo dijo con esas palabras, pero no hay que hacer grandes esfuerzos de interpretación para sacar conclusiones.
Otra bandera blanca rechazada. ¿Hasta cuándo la presidenta decidirá tomar las riendas, dejar de depender de esta especie de poder fáctico, y hacer su propio camino?
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