Tengo la impresión de que este será un año de reacomodos políticos. Por un lado, las disonancias entre el gobierno y el grupo que parece haber alcanzado la hegemonía dentro del PLN tendrán que minimizarse o acabar. No le conviene a la Presidenta, quien necesita del apoyo franco de su fracción parlamentaria en proyectos que ha señalado como prioritarios: por ejemplo, la ley de electricidad y la de reforma tributaria. Debe por tanto llegar a algún acuerdo con los hermanos Arias, sobre todo con Rodrigo, quien por sus influencias en buena parte de los diputados gobiernistas podría “pararse en la escoba,” atrasando la tramitación. Tampoco le conviene a éste convertirse en opositor de un gobierno de su propio partido, porque podría ser peligroso para sus aspiraciones presidenciales en 2014.
El segundo año de un gobierno es decisivo. Se espera que para entonces se consoliden las grandes líneas de planes y proyectos, y se comiencen a recoger algunos de los frutos de la siembra del año anterior. Es cierto que solamente ocho meses han transcurrido desde que el actual gobierno inició sus labores; pero para el imaginario colectivo, el segundo año de la administración Chinchilla ha comenzado. Así que para el informe del primero de mayo habrá que presentar algunos logros concretos, más allá de lo que normalmente hacen las instituciones públicas en el cumplimiento de sus funciones, que generalmente se incluyen como frutos en los informes presidenciales.
Pero los acuerdos entre gobierno, partido y fracción parlamentaria no bastan para sacar la tarea. Durante 2010 funcionó, con algunos sobresaltos, el acuerdo entre el PLN y el Movimiento Libertario, conocido popularmente como el pacto “LILI”. Pero para el 2011 ese pacto seguramente hará más aguas que las que ya tiene, principalmente debido al envío a conocimiento de la Asamblea Legislativa del proyecto de reforma tributaria. Habrá que explorar otras alianzas con la fracción del PUSC y con la del PAC, a pesar de la malquerencia liberacionista a ésta última.
Los partidos de oposición, por su parte, tienen que despertar. No pueden quedarse solamente en el plano del control político, sino que también deben pasar a la ofensiva en el plano propositivo. Particularmente la fracción del PAC debe dar un salto de calidad, sepultando con sus acciones y propuestas el calificativo de “partido del NO”. Por esa razón el 2011 es también crucial para el PAC, y el proyecto de reforma tributaria podría ser la ocasión para hacerlo, mejorando o cambiando la propuesta de la administración Chinchilla, que me temo, terminará cayendo, más allá de la retórica gobiernista, sobre las espaldas de los asalariados de ingresos medios y bajos.
Para el gobierno el 2010 ha sido un año de relativa tranquilidad. En la acera de enfrente no ha tenido una oposición sólidamente estructurada, que lo pusiera en reales aprietos. Ciertamente, los once diputados del PAC y el del Frente Amplio no han sido hasta ahora suficientes en número para contrarrestar el bloque LILI, más los dos cristianos. Necesitan allegar votos, explorando, incluso, con sumo cuidado, una alianza con algunos diputados del PUSC. Quizá este año tampoco lo puedan hacer, pero están en la obligación de intentarlo.
¿Y qué se puede decir de los libertarios, quienes tiraron por la ventana el caudal electoral alcanzado en las elecciones de febrero al pactar tempranamente con el PLN, desaprovechando así la ocasión de convertirse en la principal fuerza opositora? ¡Mejor no opino!
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