El año que se inicia no pinta muy bien en el plano económico; por tanto tampoco en el social. El Gobierno Central cerró 2010 con un déficit del 5,3% del producto interno bruto (PIB). Un déficit que no solamente es el más alto de América Latina, según lo ha indicado la CEPAL, sino que también duplica el promedio regional. En 2011 seguiremos por el mismo camino, porque el presupuesto público aprobado se va a financiar con endeudamiento en un 46%.
Según el Banco Central el crecimiento del PIB será igual al de este año: 4%. No es posible esperar, entonces, que disminuyan apreciablemente la pobreza y el desempleo. La economía costarricense depende de factores externos como las inversiones directas, el turismo, las exportaciones de productos diversos y, en menor medida, de las remesas que envían los residentes ticos en el exterior. Y esos factores, mientras no ocurra una recuperación sostenida de las economías del norte, no se van a mover sensiblemente en un sentido positivo.
El Plan Nacional de Desarrollo, presentado con bombos y platillos en el Teatro Nacional hace pocas semanas, indica con claridad que lo mucho o lo poco que se haga depende en gran medida de lo que ocurra en el norte. Hasta ahora el panorama internacional es incierto. La economía norteamericana crece lentamente, sobre el telón de fondo de un elevado desempleo. En la llamada “zona euro”, que abarca la mayoría de los países europeos, la situación no es mucho mejor. En Grecia se sufren las consecuencias de un duro programa de ajuste; algo similar sucede en Irlanda, donde se anunció el despido de 25.000 empleados públicos, rebajas en salarios y pensiones, y aumento de los costos de la educación universitaria, entre otras medidas. Portugal está en problemas y España se mueve en el filo de la navaja, con un elevado desempleo: 21% de la población económicamente activa.
Es importante recordar que Irlanda se nos vendió como el camino a seguir, sobre todo durante el período previo al referéndum de 2007. Pero el milagro del “tigresito celta”, como lo llama el historiador inglés recientemente fallecido, Tony Judt, no era tal. Sobre el entramado de una copiosa ayuda brindada por la Unión Europea, que compensaba la caída de los ingresos del fisco, se montó un régimen no regulado de bajos impuestos al capital, que atrajo la inversión externa y los juegos financieros. Pero la burbuja irlandesa inevitablemente tenía que estallar con la crisis internacional de 2008 y 2009.
El gobierno de la Presidenta Chinchilla cifra sus esperanzas en una reforma fiscal cuyos alcances reales solamente se conocerán cuando el proyecto sea elevado a conocimiento de la Asamblea Legislativa. Pero ya cuenta con poderosos enemigos, que se esforzarán por volver inviable el proyecto original, o convertirlo en una figura retórica con limitadas consecuencias en la práctica, como el impuesto a casas de lujo.
Los plazos se acaban, el gobierno entra en su segundo año y si no hay realizaciones tangibles a corto plazo, los reclamos no tardarán en surgir. La disonancia entre ejecutivo y fracción parlamentaria no puede continuar. Necesariamente habrá que cerrar los frentes internos y revisar las alianzas. Seguramente eso explica en parte el acercamiento a Rodrigo Arias que dieron cuenta los medios. Pero ese es solamente el primer paso, porque los libertarios son malos compañeros de viaje para andar por esos rumbos. Hay que recurrir a otros. ¿A quiénes? ¿Al PAC o al PUSC o a ambos? En los próximos meses tendremos la respuesta.
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