Resulta
que el mundo feliz que pensábamos haber alcanzado, era solamente un
espejismo. Los mismos muchachos que nos
hicieron creer que tocábamos el cielo del fútbol, se encargan ahora de decirnos
que no había tal, y que el orgullo de todas y todos, la "sele", en el
fondo era un grupo muy complicado, con relaciones internas difíciles y escasas
perspectivas de mediano y largo plazo.
¿Pero
qué podemos esperar de un grupo enmarcado dentro de una Federación de Fútbol,
una entidad privada donde inevitablemente predominan los intereses particulares
de personas y clubes? Como es bien
conocido, el fútbol es un deporte globalizado, quizás el único con esas
características. Por esa razón la imagen
de un país en el exterior en buena parte depende de lo que haga su selección.
Esa es la única referencia que se tiene
de este pequeño país en muchos sitios alejados del mundo; no interesa si
tiene un régimen político democrático o si no tiene ejército.
La
imagen entonces se agiganta o se reduce dependiendo de los resultados obtenidos
en un campo de fútbol. Y los resultados
dependen a su vez, de la claridad o de la corteza de miras de un pequeño grupo
de federativos, un entrenador y veintidós jugadores. No de las decisiones electorales que hagamos
cada cuatro años; ni de las habilidades de nuestros políticos o de nuestros
logros en el campo científico y cultural.
Para muestra un botón: hace unos
meses un camarero masai me pregunta en una reserva nacional de Kenia, de dónde
soy. De Costa Rica, le digo y trato de
explicarle donde queda, pero me corta y me dice que él lo sabe, porque se juega
fútbol.
Así
que deberíamos ser más cuidadosos con la imagen que se proyecta a través de ese
deporte. No sé como hacerlo, porque ese
pequeño grupo de federativos no parece estar en condiciones de jugar a la
ofensiva, para usar términos futbolísticos, y, cuando las cosas empiezan a
salir bien, se echan para atrás a defender el "golcillo" que
metieron, sin mantener la iniciativa.
¿Por
qué se brilló en el mundial? Mucho se ha
dicho al respecto, sobre todo en términos de exaltación de la nacionalidad
tica. Se ha insistido en que el corazón y la garra de ticos y ticas salió en
esas veinte y tantas personas que viajaron como delegación oficial a Brasil,
incluyendo al personal que no es objeto de atención de los medios. Poco se ha dicho sobre el hecho que la
mayoría de los titulares juega en el exterior y que, independientemente cuán
ticos se sientan, estaban interesados en mejorar su desempeño pensando en
nuevos fichajes y propuestas. Lo mismo el entrenador, a quien un diputado
llevado por el frenesí que se desató, propuso concederle la nacionalidad tica.
Pero
bueno, lo bailado nadie nos lo quita. La verdad es que pasamos buenos
ratos: disfrutamos y también sufrimos.
Ahora, de nuevo con los pies en la tierra, a esperar que nos trae el
publicitado mensaje de los cien días del Presidente.