Este año pasó desapercibida la celebración del “día de la
democracia costarricense”, paradójicamente en medio de un proceso
electoral. La verdad es que siempre me
ha parecido un tanto engañosa tal celebración, instituida para conmemorar la
supuesta defensa del sufragio ocurrida el 7 de noviembre de 1889. En esa ocasión, según cuentan los
historiadores, varios miles de josefinos, armados con palos y machetes salieron
a las calles demandando respeto a los resultados de unas elecciones en las que
participaba fundamentalmente la elite económica del país.
Es importante recordar que por entonces en esos procesos
votaban solamente los varones nacidos en el país o naturalizados, con “…veinte
años cumplidos o dieciocho si fuesen casados o profesores de alguna ciencia;
siempre que unos y otros posean además alguna propiedad u oficio honesto, cuyos
frutos o ganancias sean suficientes para mantenerlos en proporción a su
estado”. Además, votaban en elecciones
primarias por electores, quienes eran los que realmente designaban a los
presidentes de la República. Estos electores
tenían que ser propietarios de no menos de quinientos pesos de la época, o
recibir una renta anual de doscientos, además de saber leer y escribir.
Este sistema de elección, parecido al estadounidense, se
mantuvo hasta 1913, cuando se aprobó el voto directo para los hombres que
tenían la calidad de ciudadanos. Las
mujeres no entraban dentro de esa categoría, razón por la cual no pudieron
votar sino hasta después de 1949, cuando entró en vigencia la Constitución
aprobada ese año.
Pero independientemente de fechas y celebraciones, ¿qué
entendemos ticos y ticas por democracia?
Hago la pregunta porque me llama la atención algunos de los resultados
del “Latinobarómetro 2013”, ese estudio anual que se realiza en 18 países de
América Latina. Según se indica en dicho
documento, Costa Rica está entre los siete países donde ha disminuido el apoyo
a la democracia entre 2009 y el año en curso.
No cualquier disminución por cierto, porque el bajonazo es abrupto: 16 puntos.
En 2009 el 74% de las personas entrevistadas indicó su apoyo a la
democracia, mientras que en 2013 lo hizo el 53%.
¿Realmente ha disminuido el apoyo a la democracia o más bien
lo que expresan estos resultados es un malestar con la ineficiencia y la
corrupción de los últimos gobiernos electos en procesos electorales
democráticos? De acuerdo con los autores
del estudio, el bajonazo está relacionado con la apreciación sobre corrupción
que se tiene en el país, que es la más elevada de todos los casos
analizados: 20%. Dato que no debe extrañar dada la colección
de casos de ese tipo ocurridos en estos años. Y de la ineficiencia
institucional mejor ni hablar.
Muchos de los que hoy están pidiendo el voto son
responsables de tal estado de cosas, pero también lo son las electoras y los electores
que votan descuidadamente cada cuatro años. ¿Lo harán igual en febrero de 2014?
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