La
situación ha llegado a tal punto que antes de bañarse y desayunar, hay que
escuchar con atención las noticias de la radio para saber en cuáles carreteras,
calles o intersecciones hay bloqueos, para trazar una ruta de llegada a
trabajos, citas médicas o escuelas, si se debe dejar a los niños. No importa si
usted se moviliza en vehículo propio, en bus o en taxi. Solo se salvan quienes
van a pie, usan motocicletas o bicicletas, porque se escurren por cualquier
rendija, no siempre sin riesgo. Aclaro que no todos los bloqueos se deben a
protestas: a veces son provocados por obras del MOPT, de AyA o de alguna otra
institución, sin aviso previo.
Volvamos
a los bloqueos protesta. ¿Qué podemos hacer? ¿Tener paciencia? ¿Tratar de
convencer por las buenas a quienes bloquean para que nos dejen pasar o
pelearnos a gritos y a golpes con ellos? No lo aconsejo, aunque me temo que si
no se encuentran nuevas formas de canalización de las demandas que plantean los
grupos y sectores protestantes, la violencia callejera terminará por imponerse.
Feo panorama, ¿no les parece? Porque hasta hace un tiempo el bloqueo era la
excepción; hoy parece que se ha convertido en la norma; en moneda de uso
corriente por empleados públicos, comunidades, estudiantes, padres de familia y
de tutti quanti.
Pero
no nos perdamos. El frío no está en las cobijas. Los que protestan son
solamente parte de un problema mayor: la ineficacia de mecanismos para
canalizar institucionalmente los conflictos dentro de una democracia, porque ya
no logran sintonía con las nuevas condiciones sociales y políticas del país, o
porque la clase política ha perdido la capacidad de interpretación adecuada de
la realidad y las habilidades para negociar y encontrar vías de resolución a
dichos conflictos. Hay que recordar que estos, las diferencias de opinión y las
controversias, son la salsa de la vida en democracia, y no necesariamente son
indicadores de ingobernabilidad, como se apresuran a calificarlos gobiernos y
funcionarios.
Dentro
de este escenario, ¿qué papel juegan los partidos políticos, antaño útiles
mecanismos para la canalización y resolución de demandas diversas? Pues casi
ninguno. Por eso es que a quienes protestan no se les ocurre perder el tiempo y
hacer plantones frente a la Asamblea Legislativa. Desde hace algunos decenios
la gente aprendió que poco se puede esperar de Cuesta de Moras en términos de
resolución de conflictos.
Diputadas
y diputados están ocupados en otras cosas. Por ejemplo, en el nombramiento de
los próximos magistrados o magistradas de la Sala Constitucional, quienes según
el diputado jefe de fracción del PLN, Fabio Molina, en declaraciones dadas al
Semanario Universidad, además de saber interpretar la Constitución, deben
“provocar un clima de negocios…”. ¿Se habrá equivocado cuando dijo tal cosa?
¿Estaría pensando en llenar vacantes en la junta directiva del CINDE o en
PROCOMER?
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